viernes, 28 de septiembre de 2012

Personajes de chiringuito



A veces, uno está tan tranquilo tomando su cervecita en el chiringuito después de un maravilloso día de playa, y en la zona de barbacoa, y sin quererlo, mis ojos se quedan dando vueltas sobre su eje y sin poder parar. Por un momento me recompongo, e intento analizar lo que estoy viendo. Algo que podríamos denominar humano por tener dos brazos, dos piernas y pulgar oponible, sobre su cabeza un gorro imposible, en la cara unas gafas que se agradecen, por ropa una combinación colorista que le hacen parecer que acaba de salir del baño y en los pies unas chanclas. Restriego mis ojos y miro de nuevo. El cocinero apenas puede mantener la risa.


Es real, por más que lo quiera evitar, es real. Ahora le acompaña otro amigo, éste más normal, pero todavía hace más raro al especimen que se encuentra a su lado. ¿Dónde venderán un bañador así? ¿o será un gallumbo demasiado colorista? Me fijo en los pelos de las piernas, por un momento se me ponen los pelos como escarpias, la vida, ciertamente es muy dura.


Continuo restregándome los ojos y amplio mi campo de visión, lo certifico, aquella visión fue real, lástima que no estuviera Iker Jiménez y su Cuarto Milenio, aquí había para toda una temporada.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Una Mahou, si puede ser



Después de la mañana playera, llega uno de los mejores momentos del día, el sol ya ha hecho mella en los cuerpos y la sed llama a la puerta de la boca, salir de la playa siempre es costoso, recoger todos los bártulos, agarrarlos como se puede, con las dos manos, con el sobaquillo o con lo que se pueda. Arrastras los pies por la arena en un momento en el que todo pesa, pero por fin cerca, muy cerca se divisa un nuevo paraíso, es el chiringuito de playa.


Ahí está esperándonos, los chiringuitos que casi nunca tienen nombre, y si lo tienen es "Chiringuito" nadie necesita más. Sus sillas aguardan decoloridas por el sol y con algo de arena que el viento caprichoso siempre deja cerca. Arrastramos todas las bolsas y toallas al coche y ocupamos una mesa que tenga las mejores vistas a la playa posibles.


Ya pertrechados con una cerveza bien fría, una Mahou si puede ser, dejas que tu cuerpo se deje vencer a los deseos más primarios, cómo entra el primer sorbo, fresquito y burbujeante, desde ese momento todo parece cambiar, se inicia una nueva etapa del día que pinta muy bien, pues ciertamente la sensación de tomar una cervecita al pie de la playa mirando al mar es algo inmejorable.


A la cerveza le acompañan unos cacahuetes, otro día un pincho de tortilla, y otros después de un par de rondas, alguna sin, que hay que volver a casa a comer. Pero lo que siempre sabemos es que mañana, de nuevo, el chiringuito estará ahí esperándonos.

PD: por la publicidad gratuita a la marca, se admite cualquier aportación en producto. Muy agradecido.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

San Antolín: surf y piedras



En la playa de San Antolín, entre Posada y Naves, se conjuran el viento y las piedras, a favor de unos y en contra de otros. Es la playa más grande del concejo de Llanes con más de 1.200 metros de longitud salpicada de cantos rodados, que cada vez más, cubren la arena de su playa. Las piedras las deja la desembocadura del río Bedón a escasos metros del monasterio románico de San Antolín de Bedón que se encuentra muy cerca y semi-oculto para la playa.


Por su posición frente al mar se crean unas olas que son muy apreciadas para los practicantes al surf, que toman la mitad de la playa, y salen y entran, con sus trajes negros y tablas coloridas permanentemente al mar que quieren domar.


Las piedras, por contra, hacen que encontrar un sitio donde colocar la toalla sin molestos pedruscos sea bastante difícil, así que sólo los más tempraneros obtenemos las mejores ubicaciones. Para pasear por la playa es imprescindible ir calzado, a mi se me ocurrió lo contrario y entendí claramente lo que sufren las suelas del calzado. De todas formas hay piedras y piedras, en la zona del río son bastante pulidas y no muy incómodas.


La playa por contra es muy tranquila, con mucho movimiento de gente para aquí y para allá, con peleas cercanas por un buen trozo de arena, por lo demás ambiente muy familiar y joven aportado por los surfistas.


No nos faltó la conversación de la comida y de los hijos que nos aportaron algunos corrillos, todos bien pertrechados bajo sus sombrillas y todo el kit de playa que llevaban, no les faltaba de nada.


En esta playa se pueden ver a la vez la vía del tren, la carretera nacional y la autovía, todas ellas pasan paralelas a la playa provocando la envidia de todos los conductores.


Y si algo tiene de bueno la playa, es que tiene dos chiringuitos, así que a disfutar de la cañita de las 12, con unas fenomenales vistas a una playa, a la que por desgracia, el día después del que fuimos nosotros tuvo un incendio y se quemó casi medio monte al final de la playa, trágico final para la naturaleza que han sufrido muchos montes este verano en España.

martes, 25 de septiembre de 2012

Momento playa



La playa está siempre ahí, esperándote, algunos días se encuentra un poco más allá y otros un poco más acá, es así de traviesa, pero blanca y cálida. La arena lo espera a uno en un manto con huerto particular, con alguna piedra y más de una colilla de algún indeseable. Al sol, la gente acude, expropiando su terreno playero por orden de llegada y sin notario, con las ganas de no hacer nada y darle un poquito de sol y agua al cuerpo. Estas son algunas cosas, convertidas en clásicos, que hago y hacemos todos al llegar a la playa.


Nada más llegar anexionamos el territorio más óptimo, algunas veces toca apretar un poco el paso en una pelea con algún abuelo, para conseguir los mejores sitios. Siempre están junto a las rocas, gracias a ellas y a su mínima sombra te protegen las chanclas algo del sol y además evitan la molesta arena, son ideales para cuando te tienes que poner las chanclas, no hay nada pero que no tener ningún sitio donde apoyarse. Dejamos las bolsas, clavamos la sombrilla, de la que no tengo mucha costumbre, ya que hasta hace unos años jamás la había usado, y allí queda como una bandera que ondea en nuestro territorio. Las toallas marcan la frontera del espacio y de los tiempos, de las más viejas a las más modernas, sólo dos cuentan con esterilla para salvaguardar su integridad, hasta en la playa hay exclusividad.


Lo primero es tumbarse y lanzar una mirada a lo que me rodea, por un momento hasta cuesta levantar la cabeza, el cielo aparece limpio y azul, y la gente comienza a llegar. El sol aprieta pero se aguanta. La crema sol se pega a la toalla y sin darme cuenta seguro que una capa blanca ha quedado mal repartida por la frente. Las primeras gotas de sudor aparecen ¿estaré sufriendo?


A la izquierda unas sillas de playa acolchadas con sus toallas marcan un territorio de mayor nivel, a este lado se barrunta conversación de guisos y preguntas familiares, mucha crema de sol y piel morena arrugada. Seguro que ahora están dando un paseo o bien sus maridos han colocado las sillas de sus mujeres a la espera de la llegada de éstas.


A la derecha frente a la playa la gente va anexionando zonas peores, cerrando caminos a la playa que llevan a increíbles cabriolas para ir y volver de la misma. Al calor de las sombrillas todos se agrupan en conversaciones familiares, unos grupos van a la playa, otros limpian de arena los restos de una toalla que un niño ha atacado en una correría con un hermano. Algunos gritan en conversaciones imposibles. Los más callan dejando oír el mar.


Después de una cabezadita relajada, que niego a mi pareja, observo la plaga que ya se ha colocado frente a mi, aún así nos han dejado espacio y tranquilidad. Me asombro de cómo han llegado y yo ni me he enterado, desperezo un poco mi cuerpo mientras combino vuelta y vuelta al sol, dudo que se pueda estar mejor.


Cuando me harto de tanta vuelta y después de darme un baño, vuelvo a mi toalla. No sé como me las apaño pero ya estoy lleno de arena, sacudo la que puedo hasta que me doy cuenta de que sería mejor abandonar el barco que intentar rescatarlo.


Rebusco entre la bolsa y me hago con algún libro, un quiz de crucigramas y algún sudoku. Es curioso la duración que tienen los libros de crucigramas, lo de menos es la fecha de origen, se van guardando de año a año, dejando los entretenimientos que menos gustan para el final, hasta que se acaban por completo y quedan como un recuerdo de tipografía imborrable, seguro que conservo alguno hasta en pesetas.


De vez en cuando garabateo sobre algún papel sacándole el máximo provecho al bolígrafo bic, primero se empieza con un ojo, luego una nariz y después viene todo lo demás. Con el paso de los días llegan las sombras y los volúmenes, hasta que un día cobra forma definitiva.


Mientras miro las definiciones en un crucigrama sobre películas, alzo la vista y veo el chiringuito, inconscientemente pregunto la hora, por suerte ya no queda nada para tomar la cañita de la mañana, la mañana de playa está siendo excelente, mañana habrá que repetirla, y es que no hay nada como un momento playa.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Un paraíso llamado Borizu



Pelean las olas contra la arena blanca y fina. La gente se deja vencer a su fuerza benigna. Su agua todo lo inunda hasta la frontera que marca la playa de Borizu. Miras alrededor y uno siente que está en el paraíso o le falta muy poco. Las rocas salvajes marcan su territorio, la noche da paso al día dejándolo todo casi perfecto. Es normal que tenga la categoría de paisaje protegido


La playa de Borizu se encuentra en el término municipal de Celorio, a los pies de su playa y dependiendo de las mareas, aparecen a sus lados las playas de la Cámara o de Los Frailes y la de la Palombina. Rodeada de campings, el ambiente siempre es jovial y dinámico. Por la mañana solemos llegar pronto, para no pillar el sol de mediodía. La playa nos espera como un remanso de paz, apenas algunas sillas y poco más que una tranquilidad y paz envidiables.


Al frente, en las bajamares, se encuentra unida a la isla de Arnielles o Borizu, de donde le viene el nombre, por un tómbolo que permite un paseo muy cómodo hacia el castro tomado por las gaviotas. Mientras la gente se despereza y comienza a llegar en una peregrinación constante, la arena húmeda engulle las huellas de los pies que la surcan y en el ambiente una magia irrepetible lo inunda todo. Depende del día y las mareas, Borizu te recibe con múltiples rincones o con sólo unos pocos, nunca sabes bien, si sube o si baja, pero poco importa cuando la disfrutas.


Rocas curiosas y olas que llegan muertas y largas a la arena se cruzan por los caminos. Al frente sólo hay tranquilidad y algún barco se cuela en el paisaje, dando un punto más idílico, si cabe, en el escenario. Dejamos bañar nuestros pies con un agua tibia, alejada de las frías aguas del norte.


A las espaldas las rocas golpeadas por el mar, cosechan caprichosas formas, algunas veces largas galerías se abren paso, como minas abandonadas de cuyas paredes corren a esconderse pequeños cangrejos de mar, que a los rayos de sol se ocultan.


Otras se afilan como almenas, con pulidas lascas que todo lo cortan tras ser golpeadas por una y otra vez con la fuerza de las olas. El mar las esculpe y ellas al sol se crecen y protegen a mejillones y lapas que a su cuerpo pétreo se adosan.


Mientras el mar sube a poco, y las olas prosiguen con su ritmo cadencioso y envidiable, acabamos el paseo y volvemos a nuestro terreno anexionado. A nuestras espaldas la vacía playa ha cambiado por muchos colores y gente que se mueve buscando acomodar toallas y sombrillas.


Las rocas se cotizan, pero más un buen sol del norte, de los que sólo calientan lo justo. Muchos cuerpos se vencen a su poder y como fieles se vuelven y revuelven para alcanzar el tono adecuado de su Dios. Aún así, la tranquilidad se respira y apenas alguna conversación vacía la interrumpe.


Antes de que el sol golpee con más fuerza, abandonamos la playa de Borizu, seguros de encontrar sitio en el chiringuito para reponer fuerzas, si es que hemos perdido alguna.

viernes, 21 de septiembre de 2012

En vacaciones, tiro al plato



Las vacaciones, asociadas a ese momento de tranquilidad y de relajación, es mi momento especial para cocinar con tranquilidad y cariño algunos guisos que no puedo, por tiempo, durante el resto del año. El proceso comienza todas las mañanas comprando a primera hora lo mejor que veo en pescaderías y carnicerías, y después a pensar con lo que he comprado cómo lo hago ese día.


Aprovecho para cocinar en el fogón que tengo junto a la barbacoa, por techo el cielo y en un ambiente rodeado de naturaleza que hace el placer de cocinar un poco más, si cabe, placentero. El problema viene para los vecinos que en las horas de más hambre reciben unos olores de mis guisos que agrandaría todavía más la nariz a cualquier Pinocho.


Un plato que nunca falta cada verano es un buen guiso de ternera asturiana, hecho en cazuela durante 3 ó 4 horas, a fuego medio y lento al final, dejando que todos los sabores de verduras, carne y patata se mezclen con cariño y lentitud para sacar su mejor sabor. Acompañado de una ensalada de buen tomate y cebolleta está realmente espectacular.


La paella es otro clásico, el rito empieza con la preparación de todos los ingredientes, su corte, su orden en la cocción y algún toque especial, hacen que sea todo un espectáculo ver como se va consumiendo el agua de su interior para dar paso, en este caso, a una fenomenal paella de conejo con verduras.


Eso sí, siempre bien acompañado de una bebida refrescante, en este caso cerveza con limón, para ir soportando con cariño todo el proceso hasta que la paella está hecha.


Este año también había un buen bonito fresco que lo hicimos de diferentes formas, en este caso troceado y a la plancha junto con espirales de pasta salteadas con verduritas, que acompañaban a la perfección al fresco pescado.


Otro día le tocó turno al pollo al ajillo, un pollo frito con muy poco aceite pero con mucha paciencia y cariño, hasta que alcanza un color tostado muy interesante. Para acompañarlo, nada mejor, que unos pimientos de conserva riojanso caseros de la suegra, que con unos ajillos estaban para chuparse los dedos.


La parrilla tampoco faltó este verano, y aunque no la usamos tanto como quisimos, las carnes de la zona  con el sabor a la brasa están impresionantes. Chuletón, panceta y este año, hasta solomillo de cerdo, sufrieron los envites de las llamas parrilleras.


Además de todos estos platos que me acordaba y fotografiaba, en otros casos era tanta el hambre y la gula que no daba tiempo ni a sacar la cámara de fotos, cayeron otros muchos, entre chorizo a la sidra, pescados al horno, postres y demás.


De la bebida tampoco nos podemos quejar, entre los cavas de mi buen amigo José Luis y los vinos de PradoRey, acompañados de una buena Mahou, y algo de agua para refrescar, acompañaban a la perfección a todas las comidas veraniegas.


Los postres tampoco eran malos y este año pudimos disfrutar de buenas moras que los zarzales invasores del terreno de al lado, nos traían a nuestro terreno, una invasión que al menos dejaba un buen fruto en nuestro terreno.


Y así transcurrían casi todos los días, aunque por supuesto no faltaron las visitas a Casa Canene a comer unas buenas fabes y al Pizá de Porrua, aunque en éste, si bien el trato y el picante fueron los de siempre, el día que fuimos no tuvimos mucha suerte con el menú. Espero que os haya entrado algo de hambre viendo el post y si es posible que pronto nos veamos comiendo juntos.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...