Ahora la gente se preocupa por lo que comen sus niños y miran la letra pequeña de las etiquetas de los alimentos buscando estabilizantes y químicas malignas, si esto es así, ¿qué hacían mis padres cuando veían que yo me comía las gomas de Milán de Nata? Tal vez esta es la causa de mi obesidad o que no haya tenido nunca un dolor de estómago -me lo dejó a prueba de balas-. Espero que tú no seas de esos que dices que no las has probado nunca, si no ¿cómo sabes que sabe a nata?
Es de reconocer que la vida de estas gomas era dura, muy dura (diría que más que las otras gomas, por lo de dura): nos las comíamos, escribíamos encima con el bolígrafo bic, quedaba un trazo espectacular y era todo un detalle escribir un insulto en la goma del compañero cuando estaba en el recreo; las usábamos como sello tallando con mimo sobre su superficie lo que queríamos poner -luego siempre se ponía al revés, fallos de la técnica-; les clavábamos los clips desmadejados o las puntas del lapicero para hacer el punto de la i de Milán o para ver si acertabamos a darle a la letra que se eligiera; cuando borrabas un dibujo con ellas no sabías como pero se quedaba la mesa llena de los resíduos de la goma, que estoy seguro que si los volviésemos a juntar a la goma resultaría que era más grande que la original; las lanzábamos como estrella ninja en busca de la cabeza de algún compañero -el problema era con los que tenían la goma gigante de Milán que ya podía causar más de un destrozo-, las idóneas para esto eran las que eran rectangulares con los dos lados estrechos en semicírculo giraban a una velocidad espeluznante; humillábamos a los que guardaban su goma todavía con el celofán rosa con el que venían algunas -os podéis imaginar por el color del celofán como se les llamaba-; uno de los placeres mayores además de comérsela era estrenarla y redondear las esquinas que venían perfectamente anguladas de la tienda, era una mezcla de pena y placer indescriptible; y lo más increíble de todo, ¿a alguien se le ha acabado alguna vez una goma Milán? siempre se rompía y convivían diferentes restos en el estuche de los lapiceros pero estos ojos míos no han podido contemplar la volatilización de ninguna goma Milán. Descanse en paz.
Pues yo, que era una niña un poco ñona y que iba a un colegio de monjas, coleccionaba gomas de diferentes formas y colores y las guardaba en unas cajitas que iba abriendo de vez en cuando para deleitarme viendo mi colección de gomas. Y claro la de Milán que no tenía ninguna forma especial, y que yo entendía que no merecía estar entre mi colección de gomas, era la que tenía para borrar y la que también pintaba con mi Bic y hacía agujeros con mi lapicero. Pobre goma, ya desde el principio discriminada y usada sólo para borrar. Pero pensándolo mejor, no era esa su función? No ha sido más útil que las otras gomas (que por cierto, todavía conservo) que nunca han sido utilizadas? Qué cosas tiene la vida!!!
ResponderEliminar¿A qué gomas te refieres? Tan de pequeña y ya las usabas
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