Un pueblo perdido en el Mediterráneo. Yo desde el coche más perdido todavía. Continuamos por una carretera sin saber bien si vamos al destino correcto. Todo son dudas por el camino y buscamos una señal que nos indique algo que nos guíe. Al final la carretera acaba en un stop y sólo hay dirección hacia la derecha o hacia la izquierda y las señales que me pueden ayudar por desgracia son invisibles.
La maleza se ha apoderado de ellas y detrás de las cañas se atisban no una, sino un montón de señales que antes marcaban un destino. Ahora por desgracia sólo me llevan a pararme y a rascarme los ojos para intentar ver mucho más allá de lo que se ve realmente.
Me quedé un rato observando aquellas señales invisibles y al final opté por ir a la derecha que parecía el sentido al que apuntaban todos los carteles. Por supuesto me equivoqué. Mi destino estaba a la izquierda. Así que ya lo saben, nunca hagan caso a las señales invisibles.
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