Me dicen que te conocí, pero no lo puedo recordar. Apenas tenía unos meses de vida. Intuyo que tus grandes manos curtidas por el duro trabajo me tomaban como si fuera un juguete. Mi padre me cuenta que viniste a verme a Zaragoza, en las navidades de aquel año 1968. Pero no lo puedo recordar. Me imagino que me dirías cosas, pero tu voz no me ha llegado. Intuyo que sería grave y ronca, fruto de fumar cuarterón, Ideales o lo que se podía. Pero no la puedo recordar.
Ahora que veo a tu hijo convertido en abuelo y lo veo tan diferente al que fue mi padre. Ni malo, ni bueno, pero distinto. Juega y sonríe como un niño más, seguro que te haría gracia verlo, abuelo. No sé si tú serías así conmigo, me extraña, los tuyos eran otros tiempos. El 3 de noviembre hubieras hecho 117 años, que se dice pronto. Venías de hace dos siglos que parece mucho y tan sólo eras mi abuelo. Pero nunca te pude felicitar, ni tirar de tus orejas, ni acariciar tu pelo.
Te busco entre sombras con tu boina hacia atrás y no te encuentro. Me hubiera gustado tocarte, sentir tu piel dura y tu barba recia. Mis padres no recuerdan si te volví a ver con 1 ó 2 años, yo menos. Tal vez compartí contigo aquel olor característico de Anguiano en mi infancia, ese olor a ceniza de chimenea y animales en las calles y las casas. Seguro que me habría colado entre tus piernas, para después querer quitarte el bastón que te sostiene. Quien sabe si ese día existió, si tal vez dormí en tu regazo.
Me duraste poco, muy poco, demasiado poco. Apenas tenía dos años y medio cuando el día de nochebuena dijiste adiós con 74 años. cinco menos de los que tiene tu hijo, mi padre, ahora. No recuerdo nada de ese día, pero de eso me alegro. Te dejaron en el cementerio de Anguiano, acompañando a tu mujer que te había dejado 13 años antes. Me gustaría saber si te di un beso, pero no lo recuerdo, te marchaste sin decírmelo.
Ahora, pasado mucho tiempo, miro las fotos y por más que lo intento, no te puedo recordar. A veces me encuentro buscándote entre sueños para ver si apareces y cuando creo verte, me doy cuenta de que es un sueño, y a veces, para consolarme, hasta lo pongo en duda. Abuelo Valentín, me hubiera gustado poder recordarte, pero mucho más me hubiera gustado, poder tenerte.
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