Sin descanso comenzaba de nuevo Francis al ataque, soltando versos a borbotones, y ahora armado con una pistola de burbujas de jabón, el dedo benigno apuntando al cielo, y nuevos sueños por recrear, el público rendido cantando a la par, unas chicas a mi lado extasiadas cada vez que nacía una nueva canción, que se sabían hasta las comas, la noche se abría de par en par entre afilados golpes de guitarra.
La nueva canción me hablaba directamente, nos hablaba directamente a todos los que allí escuchábamos atentos, es hora de Soñar, desear y atreverse: "Soles. Soles de invierno cada madrugada. Buscando flores entre las basuras. Bailo descalzo en los tejados… aunque a veces asusta. Otras disfruto, me gusta. Sigo soñando. Respiro. Miro de frente a cada pesadilla. Ojos de fuego en el país de los miedos. Hay dragones rompiendo la noche. Aunque a veces asustan. Saco la espada… Sigo soñando. Soñar y desear. Atreverse a transformar todo aquello que nos jode". Enfrentarnos a nuestros miedos, a lo que nos duele, a lo que nos jode, no hay que tenerle miedo, sólo hay que mirarle a los ojos, de frente y sólo pelear por nuestros sueños, que son la única realidad que nos mueve.
Jamás olvidar nuestros sueños, nuestros deseos, "Dibujo barcos en el viento, y carrozas en la fiesta. Y no olvido olvidar mi zapatito de cristal. Soñar y desear, atreverse a transformar, todo aquello que nos jode". Grita Francis, grita Virginia, gritamos todos, mientras la música sube en el estribillo para volver a bajar y amansarnos de nuevo.
Y al final el momento del deseo, la carnalidad como triunfo de los sentidos: "Caminito en espiral, dibujado por mis besos, locos por quemarse en el volcán bajo tu vientre, locos por ahogarse en el mar de tu saliva", no hay mejor razón para soñar, desear y atreverse.
Como en una segunda parte de Soñar, desear y atreverse, surgen los versos de Sigo temblando por ti, acoplándose al deseo amado y odiado, pero por eso más deseado, a la distancia que todo lo separa, menos a los sueños que vagan libres dejándose llevar por los más crudos instintos: "Eran tus dedos volcanes, dibujando ríos de lava en mi piel".
Luego para mi unos de los mejores versos que expresan la pasión de una relación, siempre oscilando entre el placer y el sexo, entre lo placentero y lo soñado: "Y cuando hasta la tierra temblaba, todo parecía posible. Primero suave marea, después un ciclón tropical. Las olas golpeando la costa. Espuma, inundación. Todo marinero sabe, qué es mas bella la calma, después de la más salvaje de las tormentas". Sencillamente impresionante.
Aitor Agiriano, Toro, amansa su guitarra, intentando acompañar a la voz de Francis que resuena en todos nuestros corazones, que metidos en la canción, temblamos con ella, recordando aquel amor que nos visita en sueños: "Despeñarme en tu abismo, arder en tu incendio, ser la víctima perfecta de tu cuerpo. Y aunque ya sólo visitas mis sueños, sigo temblando por ti".
Mientras vuelve a tararear la estrofa, Francis, sube y baja por entre nosotros, apunta con el micrófono a la gente y les suma al concierto, la hora del teatro sigue en pleno auge, nadie se cansa y sin descanso llega la siguiente canción.
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