Las calles siguen y los balcones siguen contando historias, historias que reívindican en colectividad, todos juntos saben que hacen más fuerza, aunque cada uno tenga su mensaje y su idea, que para eso el pensar es libre. Ocupan los balcones con la esperanza de conseguir difundir lo que piensan, mientras de un balcón a otro, se miran con envidia y compiten por ser el más observado.
Entre ellos reivindican ocupaciones balconiles y femeninas, que hasta en la toma de atalayas, el sexo sienpre ha sido importante. El balcón abierto por si se espera visita.
Algunos se estiran todo lo que pueden para reivindicarse a sí mismos, y el balcón pobre, rodeado de balconadas cubiertas y de madera, alguna más nueva y otra más vieja, pero con su encanto protegido a la intemperie. El pobre lanza su mensaje desde la ventana al balcón para que se lea bien claro lo que quiere decir: "gente sin casa, casas sin gente", el balcón será pobre, pero ocupado.
Los hay que son muy reivindicativos, y entre sus barrotes de hierro y una empalizada que tapa todo a modo de barricada cuelgan sus mensajes protegidos por un mocho de fregona a modo de vigía permanente con sus rasgas verdes que controlan a la calle y a sus vecinos.
Unos nos hablan de su historia y de lo que en otro tiempo fueron, adornados con figuras y pilastras blancas para destacar todavía más de una fachada de rancio abolengo. Detrás de sus cristales y visillos uno espera que se encuentren retazos de la historia y con seguridad tan sólo se hallarán macetas con flores que buscan la luz para sobrevivir.
Otros rezan coronas y verjas historiadas que todo lo cubren, convirtiendo las verjas del balcón en una auténtica cárcel o jaula de la que nadie puede escapar, ni entrar, lo que permite a su dueño dejar abiertas de par en par sus puertas y que el día, que es lo único que pasa entre sus barrotes, se cuele por la estancia culminada de coronas y florituras.
Algunos se venden con llamativos carteles para cualquiera que los quiera ver, y llevan por sí solos la vergüenza de que sepa todo el mundo que sus dueños ya no les quieren, y lo llevan como pueden, entre tendederos galácticos y tapando con habilidad los números del teléfono para que nadie pueda llamar.
Otros son auténticos forofos de su equipo de fútbol, y a modo de himno sueltan sus colores y gritos al viento, entre persianas bajadas y al arbitrio de los balcones vecinos, que saben muy bien, que cuando se oye el grito de un gooooool! en la calle, cuál es su origen y procedencia.
Algunos que se encuentran en calles más señoriales, se contonean y se disfrazan para la situación, muestran sus sombreros verdes de marca, dejando caer mechones sobre sus frentes, dificultando la salida de los dueños a sus balcones, pero todo sea por la estética.
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