Paseando hace unos días junto a la ribera del río Gállego camino al trabajo, me topaba con una pared recientemente grabada con unos mensajes a fuerza de spray. Nada nuevo de no ser por las palabras que reflejaban las pintadas: Solidaridad, igualdad, paz, justicia, tolerancia y libertad. En la primera década del siglo XXI y volvía a ver estas palabras sobre un muro. Me quedé largo rato mirándolas, como intentando descifrarlas, pero con una perplejidad absoluta en la realidad que estamos viviendo. Cuando alguien en estos tiempos tiene que escribir esas palabras en un muro es que quiere que los demás nos demos cuenta de su significado y las busquemos en nuestro día a día.
Solidaridad: poca, y sólo entre los propios ciudadanos, nula entre los estamentos políticos que cada vez se vuelven más insolidarios con los propios ciudadanos y entre las regiones y los pueblos.
Igualdad: poca, cada vez somos menos iguales, los que tienen dinero tienen medicamentos, salud, justicia, paraísos fiscales, menos impuestos y los que no lo tienen sólo pueden tragar.
Paz: poca, no hay periódico que no abra con muertes en su portada, bien de balas o de deshaucios, bien de guerras políticas o de los mercados, que hoy en día son la auténtica guerra silenciosa.
Tolerancia: poca, el poder de las mayorías y de las porras, el de los decretazos a golpe de entrepierna, el no escuchar a la gente, menospreciarla e insultarla por pedir lo que cree que no es justo.
Justicia: poca, y teñida con color de dinero, con leyes injustas que no se quieren cambiar, con indultos penosos, con lentitud desesperante, y viviendo con la corrupción como si fuera el pan de cada día.
Libertad: sí, pero a medias, no soy libre de negar a unos políticos que ostentan un poder con mentiras, no soy libre para reclamar lo que me prometieron y ahora me quitan, no soy libre para decir lo que pienso sin que se me tache con algún adjetivo o con colores políticos, no soy libre para renunciar a unas agencias de calificación que hacen lo que quieren por sus intereses, no soy libre para pedirles a los bancos que me den lo que les he dado y que no me quiten lo que tengo. Soy libre entre cuatro paredes.
Mirando y releyendo estas palabras me vino a la mente la genial trilogía de Carlos Giménez, "España una", "España grande", "España libre!". Recordé sus viñetas y sus historias y me hablaban de sentimientos muy parecidos, con más violencia, tal vez, pero con el mismo drama de fondo, con gente parada y desesperada, con gente pidiendo cosas y con otra gente reprimiéndoles y negándoles la palabra. Pero eran los mismos que escribían esas palabras a finales de los años 70.
Parece mentira, pero la historia en esencia se repite, los ricos haciéndose más ricos, una clase media que genera consumo y riqueza desintegrándose, y cada vez más pobres y gente viviendo al filo de la necesidad. Poca diferencia hay entre los telediarios de ahora y los de entonces, sino es por los anuncios de entre medio de algún nuevo modelo de teléfono móvil. Los grandes cada vez más grandes y con más poder, y los pequeños cada vez más pequeños y escribiendo en un muro.
Así me quedé, leyendo ese muro, con letras de diferentes colores y con palabras que desgraciadamente hoy todavía seguían teniendo vigencia después de 30 años de una democracia, que se han encargado de perturbar, contaminar y utilizar en su provecho, para conseguir perder tantos años de logros, y es que esta es una España ruina, grande y "libre" entre comillas.
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