martes, 27 de noviembre de 2012

Arte a golpes



En la plaza los ecos de un cincel resuenan con metódica insistencia. Frente a mi un escultor, frente a una piedra un hombre que ve algo que los demás no vemos. A los golpes les siguen los ojos y la piedra espera a desnudar lo que lleva dentro. El escultor arranca lo que sobra de la piedra y sólo él, y nadie más que él, sabe lo que guarda oculto dentro de su pétreo corazón.


Gira el hombre, golpea la maceta al escoplo y escupe la piedra. Vuelve a girar el artista, mira y remira, ve algo que antes no había visto. Golpea. Por un segundo la piedra calle y la gente escucha.


Me quedo mirando, atónito, envidioso, me maravilla lo que el escultor es capaz de hacer, como doma a esa roca para conseguir lo que quiere. Cambia de buril como de mano, y sus puntas obedecen a los golpes sin pestañear.


Una nubecilla de polvo todo lo inunda. Al fondo los cinceles esperan para trabajar. En la plaza sigue el eco del martillo contra el hierro, del hierro contra la caliza.


Todos nos quedamos asombrados viendo como de los golpes nacen animales mitológicos. Mientras siguen los golpes el escultor extrae de la piedra su belleza en una mañana con el arte a golpes.

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