Después de una semana santa en la que con el tranvía de Zaragoza he tenido más malos recuerdos que buenos, me asombro con la noticia que publica hoy el Heraldo, según dicen durante esta Semana Santa el uso de la línea del tranvía cayó en un 63%. Mientras lo leía me restregaba los ojos con fuerza para intentar dar crédito a mi perplejidad y a lo que a mi y algún familiar mío le había pasado durante estos días con el tranvía.
El viernes aparqué en casa de mis padres y para bajar al centro nos fuimos a la parada del tranvía que está cerca de la Avenida Goya, íbamos mi hija, en carro de bebé, mi prima y yo, sacamos los billetes del tranvía y esperamos a que llegara el tranvía, a los pocos minutos llegó, pero llegó lleno, imposible entrar, esperamos al siguiente y tres cuartos de lo mismo, ya un poco mosqueados esperamos al siguiente y siempre venían llenos los tranvías. Así aguantamos casi una hora como dos tontos con los billetes en la mano y viendo llegar los tranvías llenos. Para rematar, leímos el billete y ponía que pasada una hora de su expedición ya no valía, así que con un cabreo monumental y después de perder una hora bajamos al centro andando.
Llegó la hora de subir y nos volvió a pasar lo mismo en la parada de Independencia con Plaza de España, pero ya apenas esperamos más de media hora. Al día siguiente a mi prima que había venido de vista le volvió a pasar lo mismo. Si pusieron menos tranvías puedo entender la noticia, pero mi experiencia me dice que el tranvía es un servicio público que viene lleno desde su punto de salida y que difícilmente puede ser usado por los que tomamos una parada intermedia en días de mucha afluencia. Así pasamos nuestra particular estación calvario del tranvía, mirando de reojo a la campaña de publicidad en la que dicen que unen zaragozanos, o tal vez, los cabrean.
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