Por fin de vuelta al blog, la verdad es que ya tenía ganas de volver a la normalidad que fragmentan las festividades navideñas. Repasaremos esta semana los últimos coletazos de estas navidades sumergidas en una crisis que tan bien se ha visto en las mermadas decoraciones de las casas. Hace años, levantabas la vista y en la noche las ventanas e la casa se convertían en auténticas luciérnagas de vivos colores. Ahora costaba ver las luces en las casas, aunque los que no faltaban a la cita eran los Papa Noeles agarrados a las casas, unos auténticos colgados de la Navidad.
Unos se apretujaban entre las macetas de las casas y compartían el rocío y el riego de las plantas mañanero. Por las tardes intentaban mirar la televisión entre los cristales, si las cortinas no se lo impedían. Mientras los anuncios de colonias se agolpaban en los descansos de los programas, alguna lágrima se le escapaba al rey de los regalos.
A otros les tendían una escala desde el balcón y alguna que otra cuerda al cuello. Todo el tiempo para intentar subir y todas las Navidades sin poderlo lograr, lástima que sus dueños no tengan chimenea, siempre es mejor bajar, que subir.
Lo mejor era llegar al final y escuchar campanillas celestiales de Navidad que anunciaban la llegada al destino, pero dentro, desde el barullo de la cena, nadie se acuerda del invitado exterior.
Otros por su postura parecen cotillas que todo lo quieren ver y nada quieren contar.
Por el norte, los Papa Noeles, compiten con los Olentzeros que ataviados con ropas más populares se ganan la confianza de los más pequeños, que entendiendo que los regalos vienen desde más cerca, entienden que tal vez sean mejores.
No se libran estos tampoco de las pruebas selváticas a las que les someten algunos dueños, a duras penas se cuelgan de una cuerda entre geranios salvajes y adornos navideños.
En otros se dejan acompañar por Dora la exploradora, que es toda una garantía para lograr el objetivo.
Los más avispados, una vez conseguido el objetivo de trepar al balcón, se quedan ahí, mirándolo todo al calor de su pipa y cuidando las plantas del frío de la noche. Por suerte, hoy ya no estarán en sus balcones, sus dueños los habrán guardado en una caja que pasará a coger polvo en el trastero, para recuperar fuerzas y seguir colgados la próxima Navidad.
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