Los vecinos lo habían tenido claro, se dedicaron a pintar el muro que daba a la calle con pintura blanca que tapara todas las pintadas que los graffiteros callejeros y los carteles de los conciertos habían adosado durante tiempo sobre sus ladrillos. La dejaron blanca, blanca y blanca inmaculada y en una esquina en la parte superior colocaron una pintada con el lema: Propiedad privada. A los dos días el lema era: Propiedad privada de intimidad. Los carteles habían empezado a aparecer y en pocos meses volvería a estar en su estado de siempre, llena de mensajes.
En otra de las paredes todavía se dejaban ver algunas pintadas anteriores que a duras penas la pintura blanca había conseguido tapar. Dos carteles en diagonal ya habrían camino a otros semejantes. Dentro de nada hasta el Propiedad privada estará tapado, y es que no se puede callar al pueblo.
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