Ruge el cielo, se mueve el agua. Barruntan los pensamientos mientras se ocultan los deseos. Mientras más quiero estar en el suelo, más me agarro al cielo como las raíces de los árboles que convertidas en ramas agarran las nubes como si fueran espuma de mar. Mi cabeza vuela. Mis pies también.
Busco estelas en el cielo y leo sus señales que ahora no entiendo. Si encontrase el punto medio entre lo que me gusta y lo que me disgusta, seguramente no habría camino. Miro al árbol seco y demacrado, a sus ramas de uñas finas y me siento como él, atado al suelo y con ganas de volar.
Es hora de volar y pongo mis raíces al cielo.
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