Salimos del museo y nos dirigimos hacia el interior del templo, grandes puertas nos abren el camino y como fichas de ajedrez vamos hacia dentro del mismo. Los grandes muros de piedra ocultan un tesoro de estilos bien iluminados y que parecen no defraudar al igual que el exterior.
Dos pasos más y la vista se muestra espectacular, las columnas altivas y en formación de a cuatro se levantan por todos los lados acabando en capiteles corintios y pechinas labradas con esculturas barrocas de influencia manierista con los relieves de San Miguel, San Eufrasio, Santiago y Santa Catalina, que sostienen una luminosa cúpula de crucero, obra del arquitecto Juan de Aranda Salazar, formada por una diámetro de 12,5 metros y 50 metros de altura.
Por los laterales el templo se muestra igual de impresionante, la planta de salón que tiene el templo de la Catedral de la Asunción de Jaén incorpora una amplia amalgama de estilos por todos los lados, predominando el renacentista, barroco y neoclásico en toda su arquitectura. Los arcos de medio punto surgen de todos los sitios y crean pasillos y capillas en los laterales, y además unos balcones interiores se mueven por todo el perímetro de la catedral.
Nos movemos por dentro del templo hacia la fachada principal, detrás de la puerta de los fieles, la cúpula sobre los arcos de medio punto labrada con formas geométricas, una vidriera en la parte alta, el balcón que continuamente discurre por los laterales y las grandes columnas cruciformes. Sobre el dintel de la puerta un relieve que se muestra casi tan impresionante como el del exterior.
El relieve refleja la escena de las Bodas de Caná, y es obra de Lucas González.
A nuestras espaldas el coro que se encuentra parapetado por gruesas paredes a media altura, que permiten dejar pasar la luz y mostrar otro recinto interior, decorado con ángeles en la parte superior de extraordinaria belleza.
Sobre la puerta del Perdón o puerta central un relieve del Niño Jesús entre los doctores de Pedro Roldán, el escultor barroco sevillano aprendiz de Alonso de Mena. Por las paredes continúan las rectas y formas geométricas propias del estilo renacentista. El cuidado equilibrio de sus líneas da una configuración clásica al conjunto que además de proporción, consigue una notable armonía.
Y finalmente a la derecha la trasera de la puerta del clero, que es gemela a la de los fieles, con vidriera sobre ventana serliana y balcón reforzando el aire civil del templo, y sobre el dintel de la puerta un relieve de la Huida de Egipto, obra también de Pedro Roldán.
Volvemos sobre nuestros paso y ahora nos fijamos mucho más en el imponente órgano que surge desde el interior del coro que se muestra grandioso. El órgano fue creado pro fray Jayme de Begoños, destaca su caja barroca obra de José Garcia y de Manuel López realizada en 1780 presentando las fachadas exterior e interior hacia el coro. Se cuenta que durante la guerra civil española los tubos del órgano fueron sacados del órgano y colocados en el Castillo de Santa Catalina y en la propia catedral para simular defensas antiaéreas, lo que obligó a restaurarlo completamente en 1941.
La parte superior del coro continúa con el estilo neoclásico del templo, todo configurado en líneas y formas geométricas puras, combinadas con armonía y geometría en busca de la armonía y el equilibrio.
Sobre un marco de puerta curvo, surgen dos puertas también curvas, que permiten el paso hacia el interior del coro. Sobre las paredes exteriores una profusa decoración de almohadillado y volutas de capitel que es rematada por una balaustrada de florones y máscaras.
Ya dentro del coro uno se impresiona por sus proporciones, siendo uno de los más grandes de España, ya que consta de 148 sitiales. Se acabó de construir en el siglo XVIII, y siempre fue criticado por su enorme proporción, ya que resta un montón de espacio a la planta de crucero a diferencia de otros templos. La obra del coro se comenzó en 1730 a cargo de José Gallego Oviedo, y se terminó en 1736 y en el suelo del mismo están enterrado numerosos obispos cuyas tumbas se señalan con sus nombres bajo nuestros pies. Al fondo se aprecia la enorme cruz del trascoro, y arriba sobre las pechinas dos de los cuatro Evangelistas que sostienen un doble anillo superior con ocho figuras de ángeles músicos para rematar con el altorrelieve de la Asunción de la Virgen.
La sillería de madera de nogal impresiona en la corta distancia, fue mandada bajo el mandato del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce y ejecutada por los tallistas López de Velasco, Jerónimo Quijano y Gutierre Gierero durante el siglo XVI. Aunque en 1736 se ampliaron las sillas y sus autores fueron Julio Fernández y Miguel Arias, siguieron tanto el estilo de los anteriores que resulta casi imposible distinguir las dos etapas en la sillería del coro.
Sobre la sillería alta escenas de la vida de cristo, contada en una secuencia cronológica, y de la Salvación, y sobre esta sillería a modo de dosel 62 tablas que muestran escenas del Antiguo Testamento, en un concepto agustiniano de paralelismo entre el antiguo y el nuevo testamento. En la sillería baja 53 sitiales dedicados a la vida y milagros de los santos continuando la historia de la Salvación.
En las esquinas de los sillares se encuentran remates sobre los posamanos con diferentes escenas o figuras animales, talladas al aire que encierran un gran tesoro sobre la madera de nogal.
El órgano nos vuelve a aparecer, ahora desde dentro, desde donde se colocaba el polifonista Francisco Guerrero, considerado el principal compositor español de música clásica de la segunda mitad del siglo XVI que fue nombrado a los 17 años y que estuvo tan sólo 3 años más, a causa de negarse a dar lecciones de música a los niños cantores de la catedral de Jaén.
Volvemos a salir del coro por sus laberínticas puertas curvas, mientras angelotes de caras dulces nos despiden desde el dintel de las mismas, con su labrada decoración siempre geométrica y equilibrada.
Vamos pasando por las diferentes capillas, y justo enfrente del coro nos espera la de San Miguel, de puro estilo barroco en un marco de cuadro que se encuentra altamente decorado en oro brillante siguiendo la forma ovalada del cuadro. El arcángel vestido con coraza, escudo y manto rojo lucha contra Lucifer y los demonios, el cuadro es obra de Francisco Pancorbo en el siglo XVIII.
Un poco más adelante en el lateral de la zona del crucero y la cúpula un monaguillo de pega con limosnero en mano, preside la figura de un cristo crucificado sobre una tela de un rojo cárdeno.
Un poco más a la derecha de un panel con fondo de tela roja cuelgan fotos y ex votos de la gente en sus peticiones dentro de la Catedral, sueños y deseos que allí esperan ser atendidos, todos mezclados, viejos, jóvenes y niños, fotos de carné con lazos y figuras que reflejan deseos.
Al fondo de la catedral, a la derecha de la capilla mayor, se encuentra la capilla de San Fernando, el retablo es obra de Manuel López de formas muy puras y en madera imitando mármol y cuyo objeto es principalmente enmarcar dos cuadros. El principal el del propio San Fernando, vestido de rey y atribuido a Juan de Valdés Leal, con espada en una mano y en la otra el orbe, al igual que en la figura escultórica de la fachada. En la hornacina superior un cuadro que representa la consagración de la mezquita mayor de Jaén como Catedral dedicada a la Asunción de la Virgen, una escena en la que también participa el propio rey Fernando.
En la capilla de San Eufrasio de estilo neoclásico y obra de Gregorio Manuel López en 1790 con las esulturas de Juan Adán y Miguel Veriguier, destaca una escultura del descendimiento de cristo a sus pies, junto con la urna que se encuentra en el altar con el cuerpo de San Pío mártir.
Por uno de los laterales se accede a la Sacristía diseñada por Andrés de Vandelvira, con unas proporciones de 25 por 14 metros, se articulan arcos y columnas que se suceden en ritmo y armonía al igual que lo hacían en las naves del templo. El templo posee ochenta columnas corintias de las cuales 36 son exentas y de una sola pieza de piedra sobre amplios pedestales, los arcos de medio punto se suceden unos encima de otro en perfecta armonía.
En la cabecera central se conserva un relicario obra de Alonso de Mena, de principios del siglo XVII, con reliquias de once mil Vírgenes de Colonia, San Víctor y San Mauricio, coronadas por los escudos episcopales de Sancho Dávila Toledo y más arriba el escudo del obispo Francisco Delgado López. Sobre las hornacinas figuras y rostros de nobles y obispos de la época.
Al otro lado dos armarios y las cajoneras laterales que recorren toda la sacristía y en la basa de las columnas que recorren toda la sala, donde se guardan los ornamentos que se emplean en las liturgias.
Saliendo de la sacristía nos encontramos con la Capilla de San Benito, entre otras muchas, con la imagen del santo en la parte central y rodeado de amplio barrioquismo, la obra es de Pedro Duque Cornejo que reparte por los laterales escenas de la vida del santo.
En la Capilla de las Angustias, se sitúa en la hornacina central la imagen de la Virgen de las Angustias, obra de José de Mora del siglo XVII, a la que custodian dos angeles llorones que reflejan la leyenda del escultor Antón y la pena de sus hijos al arrebatarles junto a su madre el amor de su padre.
Las vidrieras recorren el templo en la parte superior, algunas con grabados y otras sin nada, en muchas de ellas se cuentan historias alusivas a la Asunción de la virgen y escenas de su vida, dotando de color las partes altas de la Catedral.
Ya finalmente después de recorrer la Catedral con más prisa de la que siempre nos gustaría, ya que Rafa y yo seríamos capaces de pasarnos horas deambulando por sus pasillos y descubriendo nuevos detalles, me asombro con la majestuosidad del templo y el equilibrio entre tanto adorno y volutas.
Salimos del templo rumbo de nuevo a una ciudad, contemplando por última vez la mole que supone la catedral, que resulta imponente hasta desde la parte trasera.
Mientras el sol ya ha tomado la ciudad, Andrés de Vandelvira desde uno de los muros de la Catedral contempla Jaén, disfrutando de la obra que dejó para todos los jienenses.
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