lunes, 4 de junio de 2012

Reencuentro XI: por las calles de Jaén



Salíamos de la catedral rumbo a una ciudad jalonada de calles empinadas y cuesta abajo, todo dependiendo desde donde se mirase, veredas de casas anaranjadas y blancas que llevan hasta los olivos y el cerro de Santa Catalina. Todo a un paso, entre miradas de balcones y trocitos de historia que se tocan con los dedos de las manos.


Justo enfrente, todavía en la plaza de Santa María, junto a la Catedral, se encuentra el Palacio Episcopal, construido sobre otro palacio del siglo XV, con numerosas ampliaciones y añadidos, del que conserva la fachada y reformado a finales del siglo XX. La puerta de la fachada se alza sobre una escalinata, custodiada por dos columnas que aguantan un dintel. En 1862 cuando la reina Isabel II visitó Jaén, se hospedó en el Palacio Episcopal, que por aquel entonces era el único edificio digno de acoger a una reina, A su lado el Ayuntamiento, inspirado en el palacio de la Diputación se presenta con una fachada en tres cuerpos verticales y posee cierto aspecto colonial.


Al lado del Palacio Episcopal como del Ayuntamiento comienzan a surgir las calles de vida de la ciudad, calles peatonales que irrumpen en la plaza con gentes que llegan de otros sitios. Las casas se adosan pared con pared, como hermanas pequeñas que se aguantan las unas a las otras en fachadas estrechas de balcones estirados y tiendas de otros tiempos que se rematan en su totalidad.


Justo en la esquina con la calle Maestra una relojería antigua llama mi atención, la casa Heras, un edificio diminuto que entre ladrillos rojos y blancos, entre un estilo modernista y neomudéjar proyectado por Antonio Merlo en 1906 para el industrial don Eugenio Heras Molina, un jaenés que alcanzó notoriedad por su habilidad en la modalidad de tiro deportivo. La casa se muestra ahora abandonada a su suerte, lejos del esplendor de otros tiempos pero aún así, luce altiva con sus torretas de ladrillo apuntando a un lejano cielo.


Bordeando la Catedral nos volvemos a encontrar con la Diputación de Jaén y el bello Palacio Provincial, una obra del XIX, que se edificó sobre el solar del Real Convento de Nuestro Seráfico Padre San Francisco de Asís derribado en 1867, que había sido residencia de Fernando III de Castilla tras la conquista de la ciudad. El Palacio es obra de Jorge Porrua y Moreno marcando unas balconadas en las que predominan las líneas horizontales.


El techado rematado con esas buhardillas que parecen ojos destaca principalmente sobre el edificio, tejas naranjas y blancas que se adosan al tejado como una piel, entre ribetes de piedra y canaletas que surcan el edificio.


La parte central se remata con un templete de hierro para la campana, dentro del resalte de triple vano de la fachada principal, sobre la que destaca un reloj justo encima del escudo de la provincia, al que acompañan banderas y florituras sobre el cielo azul.


Entramos para ver el patio interior, y tras la odisea de saltar cordones de seguridad y la posibilidad de hacer fotos pudimos ver el luminoso patio que entrega luz a todas las oficinas laterales, y la fuente que se encuentra en el centro con una virgen, proveniente todo el conjunto del Antiguo Convento de Santo Domingo de la Guardia de Jaén. Alrededor de la fuente, un jardín bien cuidado da una nota de color entre tanta piedra.


Muy cerca se encuentra un edificio sencillo en colores naranjas pálidos y blancos, sobre el que cuelga el nombre de Casa Almansa, obra del arquitecto gienense Luis Berges Martínez en 1934, claro representante del Movimiento Moderno en Jaén. Sus formas curvas y redondeadas se muestran tan simples como efectivas.


Un último vistazo a los pies de Andres de Vandelvira, cuya escultura custodia la trasera de la catedral y obra del escultor Ramiro Megías López, sobre la que se puede leer una cita del Diálogo de Mercurio y Carón de Alfonso de Valdés que dice: "…todos los hombres sabios enderezan sus obras a ganar fama en este mundo y gloria en el otro; buena fama digo, no por vanagloria suya, más para que Dios sea honrado con el buen ejemplo que de su vida y obras podrán tomar los que después vendrán".


Sobre alguna pared restos de un combate de palabras, poetas que pelean con palabras en tres minutos desde el que se escupen palabras entre comparaciones imposibles y metáforas creadas en servilletas de cafetería, todos peleando con más humor o con más vocabulario entre sonoridades y ritmos que siempre se agradecen.


Abandonamos las calles del centro, pero la Catedral siempre nos sigue allá por donde vayamos, su altura y sus imponentes torres surgen al mínimo recoveco que se abre entre las calles. Mientras el calor ya aprieta caminamos rumbo hacia el coche, entre la gente que camina entre deberes cotidianos y vulgares recados de los que memorizan las listas y repiten entre labios para no olvidarlos.


Casi junto al garaje, otra casa llama mi atención, también rematada en ladrillos naranjas contrastados con tonos beige, se encuentra abandonada, al igual que la Casa Heras y muy lejos quedan sus días de esplendor, cuando en la calle era la reina de todas las casas. Sus balcones tapiados le dan todavía más aire de soledad, abandonados a su destino, nueve balcones sueñan con volver a mirar.


Por las calles el tranvía fantasma las cruza y serpentea, con una larga alfombra verde que cruza la ciudad, de unos lados hacia otros. Sueños de políticos, sueños de tiempos confusos en los que poderoso caballero era don dinero, sueños que se han tornado en pesadillas dejando sus heridas en la ciudad.


Algunos edificios parecen torres de castillos de otro tiempo, que lucen al sol con revoques de cementos antiguos y publicidades de otros tiempos donde cada palabra tenía su verdadero sentido. Volvimos a coger el coche y cruzamos la ciudad, abandonando sus casas para ir en busca de Luis, el hijo de Rafa que salía del colegio en breve.


Al paso rotondas con pavos reales construidos de señales y otros objetos que dan color al mediodía, frente a un sol que se ha hecho dueño y ha tomado ya la ciudad. Vamos rumbo al colegio como los niños buenos.


Sobre un corte en la carretera apreciamos la obra de Miguel Ángesl Belinchón y José Ríos, autor de los pavo reales, que aprovechando la obra civil del Distribuidor Norte, han recreado y reconstruido en ella los restos del lagarto que en otros tiempos cuentan las leyendas había en Jaén.



No os perdáis el vídeo de cómo se hizo, merece la pena el ver como nace un lagarto de donde antes no había más que piedra y hormigón.

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