martes, 15 de mayo de 2012

Comuniones de ahora



Treinta y tres años separan la foto del post de ayer con la del post de hoy, ambas son dos fotos de primera comunión, llenas de ilusión, de novedad, sin ningún cambio en las sensaciones, ni en las emociones, pero con muchos cambios en lo externo y en las pomposas parafernalias. Unax, ahora hace un año que hizo su primera comunión, vistió su primer traje de hombrecito, con corbata y chaleco de mayor, y todo rodeado en una ceremonia de salto de infancia que rebosaba dentro del mar de crisis que se vivía en la sociedad. Todo se había preparado con mimo, la ropa comprada pensando en que valga para algo más, aunque luego si no hay bodas de por medio resulta difícil, la sesión de fotos ya realizada y pagada, y las incombustibles catequesis a las que ahora obligan a ir a uno de los padres tocaban a su fin.


El gran día había llegado, pero ya no se convocaba como antes a toda la familia, primos y demás parientes, ahora tan sólo los más directos, hermanos y padres. Ya no se queda en las casas, ni se dan los regalos en las mismas, ni el padre tiene que salir a tomar unos vinos para entretener al paisanaje recién llegado. Ahora todos nos juntamos en misa, y es el atrio de la misma escenario de encuentros, gritos de ¡guapas! y ¡guapos! a derecha e izquierda conforme van llegando los soldaditos y las damiselas que están dispuestas a recibir la primera comunión. Ocupamos los primeros bancos para intentar no perdernos nada de lo que suceda y segundos antes de que comience todo, el interior de la iglesia es un auténtico hervidero, nadie calla, y más parece que va a empezar un partido de fútbol que una misa de comunión.


Todos los protagonistas se exponen ante los presentes, unos tan sólo vestidos de domingo, otros con traje de domingo, algo grande, pero más vale que dure un tiempo. Los más clásicos de almirantes y de marineros, y ellas como auténticas princesitas de cuento. La misa comienza y los ruidos persisten, todo el mundo habla como si estuviera en el jardín de casa, los flashes de un lado para otro recorren a los protagonistas que intentan estar pendientes para escenificar la mejor de las sonrisas. El cura manda silencio más de una vez, no se sabe quienes son más chiquillos, si los hijos o los padres. La ceremonia sigue sus ritos, con preguntas de Evangelio, que los comulgantes responden tras las prácticas de la catequesis, hasta algún padre intenta responder por ellos.


La ceremonia concluye, el escenario se invade, cual campo de fútbol, por todos los familiares, todo el mundo se hace las fotos de rigor, pero ya nadie lleva fotógrafo contratado, en la familia, tíos, primos y padres ejercen de paparazzis con mucho gusto. La gente se saluda, se besa, se rebesa, vuelven los gritos de ¡guapa! y ¡guapo! por todos los lados, y poco a poco la gente se arrejunta en grupos familiares a la espera de remojar gaznates y atiborrar tripas.


Todos juntos, pero en coches diferentes nos dirigimos hacia el centro, después de unas bebidas confortables a los primeros soles de mayo, nos vamos hacia el restaurante, los críos siguen corriendo de un lado a otro, poco importan los nuevos atuendos, el traje de almirante, o el vestido de princesa con zapatitos de tacón. La comida es en la plaza del machete de Vitoria, una sala sólo para nosotros, padres, hermanos e hijos, lejos del boato de las bodas pero mucho mejor en contenido y alimento. Unax posa con su coleta trenzada que difícilmente habría superado los estrictos controles de las comuniones de antes.


Al final de la gran comida y mejor bebida, los regalos salen de un lado y de otro, los abuelos siguen siendo unos clásicos y optan por las opciones de siempre. Los tíos, resabiados por los regalos inútiles de sus comuniones optan por opciones más atractivas para los comulgantes: cámaras de fotos, videojuegos, libros de superhéroes, comics,… y todo aquello que en el fondo hubiéramos querido recibir nosotros en nuestra primera comunión, lo malo es que todo el mundo pensando lo mismo, es muy fácil caer en repeticiones.


Uxue mientras posa y enseña el album de fotos de su hermano, orgullosa de él, pero también buscando un poco el protagonismo que nota que le falta ese día. Corre de un lado a otro, y más con la llegada de algún amigo a los cafés y los postres.


Los recuerdos imborrables se suceden ese día, recuerdos que permanecerán en la memoria de ellos, como quedaron las nuestras en el tiempo. Fotos que marcan un momento de alegría y de superación, de rito consumado y nuevas etapas, de comienzo de madurez con pensamientos de niño.


A los postres todo son juegos, los críos juguetean con las cámaras de los mayores, en un día en el que pueden hacer de todo, por suerte ya no se puede fumar en el salón del restaurante, y los cigarrillos no son moneda de cambio. Mientras en la calle la vida sigue, con sus problemas y sus pocas alegrías, aunque por unos momentos, al menos para los niños, es uno de los momentos más importantes de su vida, y acabada la primera comunión, ya preguntan, cuándo vendrá la segunda.

2 comentarios:

  1. Sin palabras me quedé ayer cuando me vi en portada hace treinta y tres años, con ese horrible vestido verde que sustituía al de princesa que me había probado varias veces y que no pude vestir ya que los curas de mi parroquia prohibieron llevar vestidos de comunión "porque quitaba protagonismo a la ceremonia", también recordé que cuando nací me tuvieron que llamar MªTeresa porque en aquellos tiempos estaba prohibido poner nombres "BASKOS", y mi trabajo y varios intentos me costó cambiármelo.Por suerte, años después, pude elegir el nombre de mi hijo y él pudo vestir el traje que quiso en su primera comunión.
    Muchísimas gracias cuñao porque estás inmortalizando tantos recuerdos para nosotros y los que vienen por detrás.

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