Caminar por Oviedo es un puro placer, en sus calles las esculturas habitan como tesoros incógnitos que el día a día hace casi desaparecer. Sus bronces se dejan iluminar por los primeros rayos del día creciendo en tonalidades al paso de las horas y aguantando estoicamente carros y carretas. Ni la lluvia, ni los viandantes perturban su paz. En Oviedo detrás de cada esquina te espera una sorpresa con forma de escultura, en este post muestro sólo algunas de ellas, las que me fui topando en mi caminar vago por sus calles, pero son más de 100.
La mañana amanecía fresquita en la ciudad, y los primeros rayos de sol alumbraban los carasoles de los fantásticos edificios neoclásicos que dan al Parque de San Francisco. Aparcar el coche y disfrutar de las vistas fue rápido y fugaz. En seguida llamaron mi atención algunos bronces brillantes que refulgían al contacto de la temprana luz.
En el Paseo de los Álamos, en el mismo parque, se podía ver el monumento a Fernández Campo, obra de Víctor Ochoa Sierra (Madrid, 1954). La obra de bronce refleja al general Sabino Fernández Campo y fue realizada en 1997. Ochoa durante sus estudios universitarios también se dedicó de manera habitual a la fotografía, el ensayo, la zoología, la anatomía,… y un gran número de inquietudes. En 1979 obtuvo el título de arquitectura y un año después la beca de dibujante naturalista en las Islas Galápagos. Durante 1981 reside y trabaja en París, Londres y Nueva York, para ingresar en 1982 en la Universidad de Bellas Artes de Barcelona, donde realiza su primer encargo, un busto en bronce. En la ciudad de Oviedo también se encuentra el busto de Ricardo Vázquez Prada.
El rostro nace de un medio busto sin definir para dejar paso a un retrato cargado de emoción y contención. Sabino Fernández Campo fue un militar nacido en Oviedo y que desempeñó una importante labor como Secretario de la Casa Real, de la que nació una gran amistad con el Principe de Asturias.
Un poco más adelante, en la calle Milicias Nacionales, del centro de Oviedo, te topas con la escultura de Woody Allen, obra en bronce de Vicente Martínez-Santarúa Prendes, más conocido por Santarúa (Candás, 1936). De sobras es conocido el cariño que le tiene a la ciudad el famoso actor, guionista y director estadounidense, de la que dijo: "Oviedo es una ciudad deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada; es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera… Oviedo es como un cuento de hadas", y en agradecimiento la ciudad le dedicó esta escultura. Santarúa es un escultor y pintor asturiano, que ha sabido plasmar perfectamente la esencia del actor. Por desgracia las gafas ya casi han desaparecido y habitualmente es objeto de vandalismo, pobre Woody.
Justo delante del Teatro Campoamor, en la calle Pelayo, se encuentra la escultura de Esperanza caminando, obra en bornce de Julio López Hernández (Madrid, 1930). La escultura muestra como una estudiante abrigada camina por la calle despreocupada de todo leyendo un libro. Julio López Hernández es un escultor que se cría entre padre y abuelo orfebres, en sus estudios entabló amistad con Antonio López García y Lucio Muñoz. Ha sido premiado con el Premio Nacional de Artes Plásticas en España en 1982 y elegido académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en 1986. Es autor de una innumerable obra y autor del Lorca que posa enfrente del Hotel Reina Victoria en Madrid.
Cerca de la vía principal de la capital asturiana, está la escultura en bronce de Botero “La maternidad”, en la Plaza de la Escandalera. Esta figura, de una mujer con un niño en brazos, destaca por las formas, de grandes dimensiones y su profundo y brillante color negro que contrasta con el verde de los árboles y el gris de la ciudad. Fernando Botero Angulo es un pintor, escultor y dibujante colombiano nacido en 1932, y que es considerado el artista vivo originario de Latinoamérica más cotizado actualmente en el mundo. La estatua mide 2,46 metros y pesa más de 800 kilos de un bronce redondeado y pulido.
En la Plaza de la Escandalera también se encuentra esta escultura de los Asturcones de Manuel Valdés (Valencia, 1942). El escultor y pintor español Manolo Valdés es un artista de prestigio mundial, miembro del Equipo Crónica y Premio Nacional de Bellas Artes, con obra expuesta en Nueva York. A finales del mes de octubre de 2005, y coincidiendo con los actos de entrega de los premios Príncipe de Asturias, se inauguró en el paseo de Los Álamos de Oviedo una gran exposición escultórica suya, con una veintena de grandes piezas en bronce, antes mostradas en París, que son una recreación de Las Meninas de Velázquez. La obra de los Asturcones es una escultura conmemorativa del 125 aniversario de Cajastur, que recrea un grupo de tres asturcones (el tercer está alejado del grupo de dos) a tamaño natural. Los asturcones son una raza autóctona y protegida de caballos, además del logotipo de Cajastur.
Ya en la calle San Francisco, delante del edificio de la vieja Universidad, se encuentra la escultura Mujer sentada de Manuel Hugué (Barcelona, 1872). La escultura de formas redondeadas y en la que se percibe perfectamente su cincelado muestra un movimiento estático casi mágico. Hugué fue un pintor y escultor representante del novecentismo catalán de principios del siglo XX. Su obra, al igual que esta escultura, sintetiza el clasicismo y primitivismo dentro de la modernidad. Fue amigo de Santiago Rusiñol, Joaquín Mir, Isidro Nonell o Pablo Picasso entre otros.
En la plaza de Porlier, camino a la catedral, descansa El viajero, o mejor dicho, “El regreso de Williams B. Arrensberg”, en la que aparece un hombre con su maleta, obra de Eduardo Úrculo (Santurce, Vizcaya, 1938- Madrid, 2003), y que popularmente es conocida como “el viajero”. El propio Úrculo inició su formación en Asturias, aunque Madrid y París fueron las ciudades donde encontró su plenitud. De sus célebres sombreros o maletas de viaje nos queda esta escultura. Úrculo era amigo de Williams B. Arenseberg, escritor arisco, insociable, solitario y viajero. Jamás se dejó fotografiar, ni dibujar con su altura de dos metros, pero sí se dejó esculpir por Úrculo para este recuerdo a todos los viajeros.
Y ya en la Plaza de la Catedral, la estampa será de la protagonista de la obra de Leopoldo Alas Clarín “La Regenta” obra de Mauro Álvarez. Ana Ozores dará vida a esta escultura, situada en pleno casco antiguo. Mauro Álvarez nació en Oviedo en 1945, escultor desde sus comienzos, ha trabajado con la cerámica y diferentes materiales. En 1982 establece su propio taller y sus obras se caracterizan por la búsqueda de la perfección.
Sobre su rostro y en los detalles se puede apreciar el cuidado y exquisito gusto por dar vida al personaje de Clarín.
Finalmente, y tras mucho caminar me topo, en la calle Pelayo, con un culo enorme asentado tan sólo en dos piernas, es el “Culis Monumentalibus”, que no deja a nadie indiferente por destacar esta parte del cuerpo. Se ubica en frente del conocido teatro Campoamor de la ciudad y es obra en bronce de Eduardo Úrculo (Santurce, Vizcaya, 1938- Madrid, 2003). La obra mide cuatro metros con una peana de 80 centímetros, y pesa alrededor de 1.000 kilos. El bronce está perfectamente pulido y más allá de la anécdota recuerda a un totem prehistórico o las venus de Lespugue o de Willendorf.
El paseo concluye con la ciudad llena de luz, las sombras han dejado paso a las luces y Oviedo se muestra brillante, y bronceada especialmente por sus figuras de bronce.
Me encanta Oviedo, me transmite mucha paz y tranquilidad. Es una ciudad muy recomendable para visitar.
ResponderEliminarY aunque ya había visto estas esculturas reconozco que desconocía mucho de ellas y que ha sido muy interesante y apasionante este post.
Como siempre, soberbio, David!!!
Reconoce que lo que más te gusta de Oviedo es lo bien que se come allí, jjjjjjj. Un beso muy grande.
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