martes, 24 de agosto de 2010

Una noche mágica



El verano realmente comenzó una semana antes de irme de vacaciones. Raúl y Natalia nos invitaron a cenar a su casa y mientras los tejados se impregnaban de negro y de fondo surgía la luz como si fuera el telón de un teatro al compás de la gente que hace de la calle el salón de estar de su casa, nosotros nos metíamos entre pecho y espalda una barbacoa y de postre un chuletón, bien regado, eso sí, con los mejores vinos de Pradorey. Reímos y reímos, soñamos y creímos, en la terraza jardín-macetero que da a unas vistas espectaculares del Teatro del Mercado, en un barrio que tiene tanta vida fuera de casa como dentro.


Raúl es un tipo grande, aunque yo le doble el tamaño -de ancho por supuesto-, generoso y buena gente, muy físico y espiritual en gran progreso, es una bomba para lo bueno, es capaz de alimentarse de cualquier cosa y a la vez disfrutar del manjar más preciado con la misma cara, comedor de picante y sudor en la frente, es mi parte izquierda de la mesa y la que me ayuda a no cojear, es un gran amigo y mal cantante de falsete heavy. Natalia es un encanto de escarola por pelo, de sonrisa eterna y pura, y nariz con enganche, es de abrazos energizantes y manos sanadoras, es intuición y presencia a partes iguales, es una chica encantadora en el amplio sentido de la palabra. Juntos son una gran persona y una perra.

Esa noche fue el pistoletazo hacia el verano, un verano ansiado y necesitado, gracias por ayudarme a iniciarlo.

2 comentarios:

  1. Me uno plenamente a todo lo dicho.
    Pero te has olvidado del postre-postre, ese que no volverá a repetirse nunca más porque ni Raúl sabía muy bien qué ingredientes llevaba.
    Sí que lo pasamos bien, sí....

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  2. Joder, se me había olvidado ese postre en el que Raúl cual chef se mete en la cocina y toma de aquí, de allá, del más allá y de repente te saca un postre imposible de catalogar en cualquier escuela de cocina.

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