He estado hablando en estos días de las vacaciones en Asturias, pero todavía no os había hablado de Villa Goñi. Fue en junio de 2005 donde vimos por primera vez los planos de lo que ahora es nuestra casina asturiana, todo un sueño que llevábamos soñando desde la primera vez que en 1990 visitamos Asturias, este año hace precisamente 20 años en los que conocimos nuestro paraíso particular. Aquel año Ana y todas sus amigas de Vitoria veraneaban en el camping El Brao y yo fui para pasar los primeros días de mis vacaciones, llegué a Asturias con mi Opel Corsa Luxus que sólo tenía cuatro marchas, desde Zaragoza a Asturias me costó casi doce horas llegar, paré a recoger a Tó y a Bego en Vitoria y en Bilbao pillamos un atasco de los que se montaban entonces ya que no había autovía, algún día os contaré la historia completa, pero de quien me acuerdo mucho es de Elena y la eterna sonrisa que tenía aquel verano en Asturias
Aquí podéis ver a Ana que había ido en busca de Titán para que no se escapara, al ver la foto me he acordado de las numerosas sidras que han caído estas vacaciones, a mano hasta que llegó Pedro y con la maquinita, una vez que con sus manos de árbol la tocó y funcionó.
La distancia que tenemos con la carretera es la justa para no escuchar a los coches que circulan, tan sólo se oyen algunos trenes que pasan y que te hacen recordar que no estás en el paraíso y sí que estás en la vida terrenal, pero lo que si molesta es el gallo que nos han puesto en la casa que tenemos enfrente, debe ser un gallo que está sincronizado con el horario de más de veinte países, ya que se pasa cacareando una hora tras otra.
Tal vez alguno os estéis preguntando porqué se llama Villa Goñi nuestra casa y tal vez lo achaquéis a mi egocentrismo, pues tengo que deciros que tal vez tengáis razón, aunque fue una decisión consensuada con Ana. A nosotros lo que nos pasa es que compartimos el primer apellido, tanto Ana como yo nos apellidamos García, ante lo cual optamos por potenciar nuestros segundos apellidos -no se lo digáis a Marcelino ni a Pedro Hipólito- que son Goñi y Quintanar, dado que el pueblo en que tenemos la casa es Quintana, no molaba mucho llamarlo Villa Quintana, así que sin mucho regañar acepté y aceptó Ana que se llamara Villa Goñi, aunque lo que es más cuestionable es que dado el tamaño de la casa le llamemos Villa, pero así somos nosotros.
La campana es uno de los clásicos del verano y si no preguntárselo a los UU o a cualquiera que ha osado levantarse más tarde de las diez de la mañana en Villa Goñi.
En la parte de atrás está la barbacoa y la caseta de los gatos, enfrente no tenemos más que los vecinos de un caserón grande que no dan casi mal, no sabemos que hará el mexicano que ha comprado el terreno que tenemos justo al lado, espero que no nos quiten muchas vistas.
La caseta de los gatos en verano en invierno nos sirve para guardar el cortacésped y la leñera queda toda ordenadita, la leñera y el tejadito adjunto a la caseta lo diseñé y lo monté el año pasado, ¿a qué me quedó genial?
El cielo y nuestras madreselvas van creciendo poco a poco, las hierbas malas nos han invadido un poco el jardín y hemos hechado veneno justo antes de venirnos para aquí, ya veremos que nos encontramos cuando vayamos para allí.
Desde la tumbona totalmente relajado puedo mirar a mi alrededor y os aseguro que la vistas son realmente relajantes y que uno se olvida de todos los problemas que surgen del día a día. Aquí lo podéis ver de día.
Y aquí cuando anochece que todavía es más espectacular, ahora mismo me estoy viendo en la tumbona y "me se ponen los pelos como escarpias".
Yo no tengo palabras para describir lo que siento cuando estoy en Villa Goñi pero para que me entendais un poco es como tocar con los dedos de la mano el cielo. Y la paz, alegría y tranquilidad que siento allí no la encuentro en ningún otro lugar así que cuando estoy un poco triste recuerdo mi casa en Asturias y me cambia el gesto rápidamente.
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