lunes, 9 de abril de 2012

Sobre los recortes



"Había una vez una vez un hombre que vendía mesas en el mercado, acudía a un humilde taller artesano, era el mejor cliente del taller, y juntos preparaban cientos de mesas, con los gustos de los compradores del mercadillo y el buen hacer de los artesanos del taller. Realizaban mesas de todos los tamaños y todos los estilos, todas adaptadas y personalizadas a las necesidades concretas que existían y que se imaginaban, por que la gente necesitaba mesas, unos eran altos, otros bajos, unos eran muchos en casa, otros eran pocos, unos eran de gustos clásicos, otros de modernos,… cada uno tenía su aquel.


Juntos, el vendedor de mesas y el taller artesano fueron creciendo, él vendía mesas, y los otros hacían mesas, él entendía y valoraba los esfuerzos del taller y los artesanos pensaban en cómo hacer que él vendiera mesas. Fueron tiempos de duro trabajo, pero también de sonrisas y de respeto mútuo. Ambos fueron creciendo, adaptándose a las necesidades de sus compradores de mesas.

Pero llegaron tiempos oscuros, la gente ya no tenía dinero, el trabajo escaseaba, y la gente ya no era tan remilgada, los que las querían altas, las seguían queriendo altas, pero más baratas; los que las querían bajas, las seguían queriendo bajas, pero más baratas; los que las querían clásicas, las seguían queriendo clásicas, pero más baratas, y así todos los demás. Se juntó el vendedor de mesas con los artesanos, la alegría se había transformado en nerviosismo, ya habían bajado todo lo que podían sus precios, pero seguían sin vender, nadie entendía lo que pasaba, pero juntos llegaron a una idea, algunos avisaron del peligro que suponía, pero otros apuntaron a que era el único camino, decidieron quitarle una pata a la mesa para abaratar su precio.

Salió el vendedor de mesas a venderlas seguro de que el mercado aceptaría su producto, si no tenían dinero, que más les daría una mesa con tres patas o con cuatro, se repetía a sí mismo para no dudar, pero el mercado no lo debió de entender y volvió todavía más nervioso al taller con todas sus mesas de tres patas. Gritó y gritó en la reunión, argumentando que la rebaja de precio no era suficiente y que había que quitar una pata más, con dos la mesa aún aguantaría, los artesanos pusieron el grito en el cielo, era una locura, pero llevaban varios meses sin vender una mesa, así que serraron la tercera pata y le entregaron al vendedor sus mesas de dos patas, a sabiendas de que ya de mesas tenían poco.


Y pasó, lo que tenía que pasar, aquellas mesas tampoco se vendieron, pero aún volvió el vendedor a grito pelado al taller exigiendo un nuevo recorte en una de las patas, —es imposible— le decían en el taller, pero acabaron haciéndolo, aunque sólo fuera por que ya no tenían otra opción. Desde aquel día, el vendedor ya no vende mesas y los artesanos tuvieron que cerrar su taller, sin saber que hacer por que ya dudaban de si hasta sabían hacer mesas. Y colorín, colorado, el cuento de los recortes se ha acabado".


Recortar, por recortar sólo conduce al camino del no crecimiento, una cosa es eliminar lo blanco del papel, lo sobrante, lo que no tenía sentido antes, y otra es meter un tijeretazo en las piezas del recortable. Si nos cargamos a la niña o a sus trajes, tal vez ya no tenga sentido nada, ya nadie jugará a poner vestidos y quitarlos, cuando sólo tiene uno para usar y una niña a la que se le han recortado las piernas.


Pero nuestros políticos insisten por esa vía, y se van a cargar casi todo el sustrato empresarial de pymes en España, se está recortando y cercenando el consumo, y por lo tanto se está recortando la existencia de multitud de productos y servicios en el mercado, que por otra parte, tal vez sea lógico, pero esa es otra reflexión posterior acerca del sistema actual, si es viable o no, pero esa no es la reflexión de nuestros políticos, ellos intentan salvar el barco arrancando las maderas que lo hacen flotar. El problema, una vez hechos los recortes del papel blanco sobrante, son exclusivamente financieros, las empresas necesitan dinero para reconvertir sus negocios con productos viables al nuevo mercado, las empresas no pueden recortar sus productos, sólo pueden inventar nuevos productos adaptados, pero para eso necesitan liquidez que les ayude a sobrevivir mientras realizan los ajustes. Señores políticos recorten ministerios, recorten diputaciones, recorten lo que no es necesario para vivir, pero no recorten a las empresas, así se recortan a ustedes mismos.


Y eso es justo lo que no se está haciendo, y a empresario muerto, no hay empresario puesto, hay trabajadores muertos. Las empresas que tengan necesidad de vender para sobrevivir se hundirán sin financiación extraordinaria, sólo a una empresa desesperada se le ocurriría recortarle patas a una mesa. Los gobiernos, independientemente de su color, son cada vez más títeres en un teatrillo en el que manos oscuras los manejan como quieren, rescatan a una banca, que no rescata a las empresas, y a ellos que lo que quieren es crecer, asisten como meros espectadores a una muerte con recortes, y sin salir al rescate de las empresas. Con tanto recortar, sin ayudar, corres el riesgo de quedarte sólo con las tijeras.

1 comentario:

  1. Yo ya veo a España con una pata menos y serrando ya otra así que dentro de nada me veo en el suelo y sin poder levantarme porque no tengo apoyo para ello.

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