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lunes, 18 de noviembre de 2013

Pedro Hip y Coll



Hoy Pedro Hip cumple 70 años. Lo de Hip le viene de Hipólito, lo de Coll creo que es evidente. Lo conocí hace casi 25 años y aunque el aspecto físico nos afecta a todos por el paso del tiempo en su interior poco ha cambiado. Abuelo de cuatro nietos, alcalde frustrado, electricista con flotador y bello durmiente son algunas de sus habilidades que nunca ha dejado de fomentar y cuidar.


Pedro Hip es un hombre de humor variable, aparentemente te está contando algo con una seriedad pasmosa y hasta con genio, pero si le aguantas un poco ya se está riendo con la inocencia de un niño. Casi siempre le conocí canoso, sino contamos el episodio que le hizo vivir su mujer al insistirle que se echara aquel fantástico producto que se llamaba Grecian 2000 y que le obligó a llevar el pelo amarillo durante una temporada.


Pedro Hip es un hombre de gafas adosadas y costumbres fijas. Sólo unos pocos sabemos que pasa si se ducha temprano por la mañana. Recuerdo que las primeras veces que me quedé a dormir en su casa había que ser rápido por la mañana para entrar en el baño, como por unos segundos se adelantara Pedro Hip ya te podías vestir rápido y bajar al primer bar que encontrases. Pedro es de los que no entra en el baño, se queda a vivir una temporada dentro de él.


Pedro Hip es un grande para intentar escaquearse lo más posible de las tareas domésticas y de todo aquello que implique más trabajo del necesario. La comodidad para él es una virtud más que una necesidad. Todavía recuerdo cuando dejaba a Zamorita un compañero de trabajo esperándolo en la plaza de su casa, dentro del coche, mientras Pedro Hip comía en casa y se aprovechaba de una siesta rápida encima de la mesa.


Los chistes y dormir son dos de sus grandes habilidades. Lo de los chistes no tiene desperdicio, a algunos nos ha tocado convivir con el chiste de Anselmin durante muchos años, y os aseguro que lo mejor no es el chiste, pero ver cómo se ríe mientras lo cuenta no tiene desperdicio. Lo de dormir es algo fuera de serie, sentado, tumbado o de pie, es capaz de conciliar el sueño sin ningún problema.


Con Pedro Hip te puedes reír un rato largo. Amante de los placeres mundanos, de un vinito y de una buena comida picante, es el compañero ideal para las fiestas familiares. El único secreto, aguantarlo despierto en el antes y en el después. Hoy suegro cumples 70 años, disfrútalos y no te olvides nunca del chiste de Anselmín, por favor.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Los otros mercados y la paciencia



Pues sí, hay otros mercados que no especulan con nuestro futuro, que no se dedican a producir poco de unas cosas para subir el precio de las que quedan y que bien al contrario de dar disgustos nos alegran las mañanas o las tardes de los veranos, o durante el año, rebuscando entre ellos cosas que teníamos ya olvidadas o caprichos simples que no podemos evitar. Los llaman mercadillos, pero yo creo que el diminutivo les pega más a lo que llaman grandes mercados en los telediarios.


En los mercados buenos, los vendedores se tunean y disfrazan sus puestos negando el tiempo de los mismos. Se dejan llevar por los sueños medievales y por un día se sienten los señores feudales de la localidad. El día pasa y sobre sus toldos mitigan los calores que muchas veces se hacen insoportables poniendo a disposición de la plebe anillos, bolsos y todo lo que entre en unos pocos metros cuadrados. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Los collares y pulseras de vivos colores se cuelgan por todos los lados llamando la vista de los viandantes, que caen hipnotizados por los rayos de luz que refulgen con gran fuerza de la bisutería. Y a la gente le encanta pararse, mirar, tocar, volver a mirar, volver a tocar y preguntar si tienen el único color que no hay de todos los que hay, para pasar al puesto de al lado y repetir la misma acción. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


A veces las tendencias de la calle se ven en los mercadillos. Lo que antes se llenaba de viseras y gorras, ahora se llena de sombreros, de los de antes, de los de los abuelos. Gorras, sombreros y viseras se colocan en hileras ante la mirada curiosa de la gente que no puede evitar probarse alguna y enseñarle al que tienen al lado como le queda para esbozar unas risas. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Si en el puesto se venden también pañuelos, no te venden ni uno, ni dos, los tienes todos en hilera, por gamas de colores, como si conocieran a la gente perfectamente y supieran que que si lo tienen rojo se lo pedirán verde, y si lo tienen azul, se lo pedirán amarillo. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Pero si hay algunos que tenían que ser clasificados como peligrosos, son los que tienen comida. Huelen desde metros a harina bien tostada o a embutido ahumado del que te entra hambre aunque estés recién comido. Hogazas y tartas de tamaños enormes compiten en glotonería y a determinadas horas la gente se planta enfrente y sacan a pasear sus lenguas por la boca mientras se relamen con gusto. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Por otro lado los dulces también tienen su hueco para atraer las miradas de los niños. Por suerte estos mercados tienen golosinas naturales y son muy apreciadas por los padres para dárselas a sus niños. Hay mercados que se hacen eternos, otros pequeños, pero todos tienen ese encanto especial a deseos rutinarios, a placeres mundanos. Viéndolos, uno no entiende por qué no son estos los que dirigen nuestro mundo. Cuánta paciencia tenemos los mortales.

jueves, 17 de octubre de 2013

Felicidades hada madrina



Aunque un poco tarde, no quiero dejar de felicitar a mi tía Loli, en un año tan especial como este en el que por fin se jubila y en unos tiempos en los que esa palabra suena con un retintín de miedo muy particular. En septiembre llegaba a esa cifra que algunos jóvenes de hoy en día sueñan y otros temen, y para a los que les llega simplemente supone un punto final a una etapa en la que nada más cambia, pero se rompen todas las rutinas que antes parecían odiosas y después se convierten en maravillosas.


Mi tía Loli siempre fue de un carácter muy peculiar, para mi encantador, ella siempre ha tenido cierta debilidad por mi humor y no en vano fue mi hada madrina el día de mi bautizo. Nació en Leache y siempre fue la pequeña de casa Matías, un padre al que pudo disfrutar poco y al que seguro hecho mucho de menos. Se crió a la sombra y a la luz de sus hermanos. Maribel, mi madre, era la mayor, y era los pies en el suelo. Jesús, el de en medio, los sueños y las puertas abiertas a un mundo distinto. Cuando se instalaron en Zaragoza su vida cambió, dejó atrás un pueblo por el que nunca ha sentido ni la más mínima atracción, habría que saber que recuerdos infantiles dejó allí enterrados.


Se casó, tuvo tres hijos y nunca paró. Su energía y dinamismo siempre le han acompañado. Las ideas claras y voz de mando nunca le han faltado, al igual que un odio terrible a que le toquen el pelo. Muchos años han pasado ya desde que nos conocemos, pero siempre la he sentido igual, con su media sonrisa, con sus ganas de reírse, pero no de parecerlo, con ese brío acompañado de una queja, y con esas ganas de saber cosas, mientras no para de hacer otras.


Pasa el tiempo, las fotografías lo recuerdan, pero dentro de uno mismo siempre se tiene la sensación de que las cosas tampoco cambian tanto, y que en mi tía que hace poco ha cumplido años y jubilación, queda mucho todavía de aquella niña que aguantaba la sonrisa con su pelo bien peinado con una trenza por detrás. Pasará el tiempo, pero no para tí hada madrina.

viernes, 14 de junio de 2013

Mitad y mitad



Hoy, en la casi mitad del mes. Hoy, en la casi mitad del año. Hoy, en la casi mitad de mi vida, es mi cumpleaños. A mi espalda, 45 años. En frente, espero que lo mismo, por lo menos. Podría ser el momento de hacer balance, pero es la mitad de acuerdo. Una mitad me dice que desde el niño que fui al que soy hay poco que contar y mucho que disfrutar. La otra mitad me dice la vida se hace poco a poco y que no he hecho más que empezar.

En la mitad de la mitad, me encuentro tan soñador como apasionado, tan triste como payaso, tan padre como hijo, tan feliz como una infinita sonrisa. Tan sólo una media persona que tiene media vida por delante para conseguir el amor que he conseguido en la otra mitad.

Amigos, amigas, compañeros de camino, padres, hermano, familia y más familia, y a mis tres amores, os regalo la mitad de un abrazo, la otra mitad será un abrazo de los de verdad, de los de piel con piel, de los que no se cuentan, se sienten.

Gracias por estar ahí, por verme y escucharme, a pesar de estar aún a medias de hacer, a mitad y mitad, pero intentando hacer un todo, que cada día, me ayude a ser un poquito mejor persona.

jueves, 14 de marzo de 2013

Postales de abuela



Tal día como hoy la abuela Matilde habría cumplido 105 años, y como siempre su recuerdo sigue en mi corazoncito muy vivo. Me hubiera gustado tanto que el tiempo no se la hubiera llevado y que así pudiera haber conocido a June y a la que viene en camino, para que pudiera disfrutarlas y recordar a su nieta de pequeña. Rescato en su recuerdo aquellos momentos que vivíamos de pequeños cuando en mitad del veraneo en la playa escribíamos una postal repleta de bañistas y color a nuestros abuelos.


Siempre comenzábamos con un "Querida abuela:", con esa letra tan redondita y acompasada que nos granjeaba tan buenas notas en dictado y ortografía. Todo consistía en intentar poner en trece o catorce líneas todo lo que nos estaba pasando aquel verano, uno no sabía si hablar de helados, de cangrejos capturados en las rocas o de las olas de un mar que eran más bien escasas.


Ana del Mar, su nieta, lo tenía bien claro y así le decía:
Querida abuela:
Supongo que ya te habrá dicho mamá que estoy en Alcoceber, pero yo te voy a contar más cosas, me lo estoy pasando muy bien, me estoy poniendo muy morena y hace unos días espléndidos. Bueno abuela ya no sé que contar aquí me despido con un beso.
Ana del Mar.
Hay varias cosas muy graciosas, la primera que le explique a su abuela que es ella la que está en Alcoceber, como si ella con pocos años tuviera ya una vida independiente, y la segunda, que le quiera contar un montón de cosas, para después de pocas palabras confesar, que ya no sabe más que contar.


Y así acababa la postal, un poco más larga que cualquier tweet de los de ahora, con una nieta recordando a su abuela que estaba en el pueblo y a la que veía desayunando en su pequeña cocina o masticando pequeños trocitos de pan que troceaba con sus dedos gastados. Ya sólo faltaba firmar con el mayor de los besos y que sus padres compraran un sello para mandarla, pero había dos problemas: el primero que la nieta no había puesto la dirección y ya no cabía ponerla, y el segundo, consecuencia del primero, que aún poniendo un sello jamás llegaría a un destino sin dirección.


Así que aquella postal jamás se separó de Ana del Mar aquel verano en la urbanización Las Fuentes de Alcoceber, regresó a Vitoria oculta en algún lugar de una maleta repleta de bañadores con sal y toallas con todavía arena. Mientras, Matilde había seguido en su pueblo comiendo sus trozos de pan y sin saber, por no haberlo visto, ni tan siquiera lo que es el mar. Al menos ahora, aunque un poco tarde, te llega esta postal de tu nieta para felicitarte, un año más, por haberte podido conocer. Me despido con un beso y dándole al botón "Publicar" aunque una vez más te la tengo que mandar sin conocer la dirección donde estás, pero sé que esta vez te llegará.

martes, 19 de febrero de 2013

Anatomía humana y otros



Descubriendo una exposición en Vitoria sobre la historia de los juguetes, uno se da cuenta de que las canas que los peines intentan domar cada mañana tienen su motivo y su razón. Dentro de esos juguetes antiguos estaban dos que me trajeron al presente un montón de recuerdos con olor a infancia, bocadillos de Nocilla y pijamas de mañana de domingo. Los juguetes eran "Anatomía humana, desmontable y articulada" y "Microscopio 2002".


Un día, después de haberlo pedido durante mucho tiempo, las navidades nos trajeron a casa, a mi hermano y a mi, el juguete de "Anatomía Humana". Cuando lo tuvimos en nuestras manos, he de reconocer que esperábamos mucho más, su foto de la portada nos parecía que en el interior aguardaba una maravilla escondida que luego se convirtió en trozos de plástico del que sólo salvamos al esqueleto para que peleara contra nuestros Geyperman.


Y es que después del impacto inicial de recibir el regalo, montar las tripas una y otra vez, guardarlo ordenado la primera semana, el destino que le aguardaba al personaje de Anatomía Humana era el cubo de detergente donde guardábamos todos los juguetes. Su esqueleto y sus tripas compartían descanso con indios y tanques desmontables, pistolas alemanas y alguna maqueta de aviones. Pronto las dos mitades del hombre músculo ya no encajaban, se le habían roto alguno de los puntos de anclaje y el páncreas y el hígado se perdieron debajo de algún sofá, al esqueleto se le rompió alguna tibia y el tiempo los hizo desaparecer por completo en una revisión materna alegando que sólo guardábamos "mierdas".


A las siguientes navidades, posiblemente, nos quedábamos parados en los escaparates de las jugueterías viendo el Microscopio 2002, al que por supuesto le habían puesto esos dígitos apuntando a lo que era el futuro más futuro de los futuros. Al ser un juguete educativo enseguida cayó en nuestras manos. Cazábamos moscas y bichos para poder verlos con sus, en teoría, formidables aumentos. Pegábamos nuestros ojos al visor, y no veíamos nada, sólo tras acostumbrarnos y entrecerrar los ojos conseguíamos ver algo, pero era poco más que el doble o el triple como mucho de la mosca que habíamos atrapado.


Cualquier cosa que pillábamos y que era pequeña la llevábamos al microscopio. Un pelo sobre el sofá, lo llevábamos como un tesoro, lo colocábamos, lo impregnábamos con un líquido sobre un trocito de cristal y a mirar, pero por más que le dábamos apenas veíamos algo más que una línea negra. Tanto girábamos la ruleta de arriba a abajo que ya el microscopio dijo basta y se caía siempre para abajo el visor. Finalmente acabó en el cubo de detergente junto con el musculoso de Anatomía humana y el resto de indios, compartió alguna batalla haciendo de cañón de ultra-alcance, hasta que un día llegó mi madre y ya sabéis el final de la historia.

viernes, 15 de febrero de 2013

Ramillete de regalices



De pequeños estudiamos. De pequeños no entendemos por qué estudiamos. De pequeños nos piden que hagamos un esfuerzo y nos concentremos en unos libros mientras en la televisión emiten a las Monster High. De pequeños nos marchamos enrabietados a nuestro cuarto y abrimos el cuaderno de los deberes muy a pesar nuestro. De pequeños estudiamos y al final, por unas buenas notas nos regalan un ramillete de regalices que saben al mejor de los regalos.


De pequeños estudiamos y perdemos muchas cosas por el camino, pero lo que no perdemos es esa lucha constante y ese esfuerzo que nos lleva a conseguir lo que deseamos. Esfuerzo que no siempre es recompensado, esfuerzos que suelen ser en muchos casos desinteresados, esfuerzos que sólo necesitan de un regaliz para compensar el esfuerzo. Felicidades Uxue por tus notas. Felicidades Uxue por tu esfuerzo. Felicidades por ser feliz.

miércoles, 23 de enero de 2013

Alfonso, mi gran hermano



Fue un lunes de un 23 de enero de 1967, hace mucho tiempo ya, tanto que la memoria disipa los recuerdos y vaga la mente, que nacía de una madre primeriza y un poco asustadiza el mayor de sus vástagos. Sonaba el eco del llanto del niño en el quirófano de la antigua Quirón de Zaragoza. Le pusieron por nombre Alfonso Máximo, el primero porque le gustaba a mi madre, el segundo porque lo mandó mi abuela y no se hable más. Nació con sus ojos grandes y con sus pestañas enormes (me detendré ahí con lo de los tamaños grandes y partes del cuerpo para no herir susceptibilidades). Su cara siempre fue la de niño bueno, y la realidad también.


Yo llegué sin haber pasado 18 meses de su llegada, si sacáis la cuenta descubriréis que mi padre no se quedó parado ni un momento, y a partir de ahí comienzan mis recuerdos con mi gran hermano. De pequeños competíamos en casi todo, él aludía a que era el mayor y le tenía que hacer caso, yo aludía, sin ninguna argumentación, que yo no era el pequeño, ante esta dialéctica sin fundamento, al menos por mi parte, sólo quedaba pelearnos sobre el sofá para a los dos segundos competir a dar volteretas sobre el sufrido tresillo. Con tan poco tiempo, pocas cosas compartimos y yo lo único que heredaba eran los libros de texto de un año a otro, aunque muy a mi pesar.


El siempre venía más alto y más guapo, así que durante toda mi infancia tuve que desarrollar otras técnicas, donde la pillería y la malicia acentuaron mis dotes creativas, él por suerte y en su bondad sólo se dedicaba a ser niño bueno y buen estudiante, que para eso tenía buenas cualidades. Durante más de 25 años hemos convivido juntos compartiendo berrinches y grandes momentos, viendo películas, compartiendo comics, escuchando distinta música, jugando con distintos juguetes, jugando a baloncesto juntos para que siempre me ganara, jugando al frontón juntos para que siempre me ganara, jugando a lo que fuera para que siempre me ganara, y es que ciertamente la competitividad era uno de sus principales rasgos, tenía que dejar claro que él era el primero, y en nacer lo era.


El tiempo ha hecho que fuéramos creciendo y aunque de aquellos niños queda mucho, de estos grandes queda todavía más, y pese a que cuando estábamos juntos las riñas infantiles y ecosistemas diferentes, acordes a nuestras distintas formas de ver la vida, eran el pan de cada día, ahora, pasado el tiempo y la competencia, cuando lo miro, más que ver al que nació primero, veo a mi gran hermano, un hermano que siempre está ahí y al que he tenido la suerte de conocer casi todos de sus 46 años de vida.
Felicidades.

jueves, 17 de enero de 2013

Los sobrinos son los reyes



No hay nada como los regalos de reyes, esa magia imborrable de los ojos de un niño desgarrando con avidez un papel de regalo que oculta lo que espera sea su sueño. Los niños que hemos tenido suerte y hemos vivido los regalos de reyes sabemos lo que es estar en los dos lados de la magia, la del niño es lógica, la del adulto, o como se nos quiera llamar, maravillosa.


Los primeros reyes cayeron en Zaragoza y con mi sobrino Daniel, le pilló de sorpresa y por eso sus ojos se dilataron más que nunca, necesitó hasta ayuda para romper el papel de regalo. Su madre enseguida atisbó lo que era y esbozó una gran sonrisa. Daniel intentaba ver entre huecos de papel la caja que contenía su regalo. De repente surgió un Gormiti gigante y su cara se convirtió en asombro y alegría a partes iguales.


Se lanzó sobre el maxi Gormiti y todos los que estábamos alrededor desaparecimos, nadie más existía en su mundo que él y su nuevo juguete. Lo tomó entre sus pequeñas manos y lo puso a prueba en la mejor máquina de test que pueda existir, giró sus brazos de un lado a otro, hasta que se oyó un ligero crack, luego la cabeza hasta parecer la niña del exorcista y así con todas las partes de su cuerpo. Luego le tocó irse al colegio, agarrado a su Gormiti y soñando con batallas que sólo en su imaginación caben.


Después marchamos a Vitoria a continuar con la ronda de magia que los reyes habían dejado en la casa de sus tíos. Primero le tocó a Uxue, que no necesitó ayuda para romper el papel, sus ágiles manos sabían ir al celo y sacar el tesoro con una maestría absoluta. Del paquete surgió un pijama de las Monster High, de la Draculina Xoxo, y mejor no hacer ningún comentario.


A Unax, buen estudiante donde los haya, le tocaba un regalo un poco más útil de futuro, y así se le concedió un pequeño gran diccionario enciclopédico actualizado y online. La magia de sus ojos no fue tan brillante como cuando te regalan unas pistolas o un videojuego, pero el tiempo pondrá cada cosa en su sitio.


Por suerte, todavía había más, los paquetes de regalo surgían y los tres niños que allí estaban los miraban con ese encanto de lo oculto que está a punto de ser descubierto, eso sí, se concede el derecho de ruptura de papel al propietario de regalo, pero las miradas de envidia sana no tienen desperdicio.


Unax retiró con avidez su nuevo regalo, que nuevamente era un libro, algunos somos así de pesados, esta vez un libro ilustrado sobre los Guerreros, libro que abrimos y estuvimos leyendo juntos con la misma ilusión, Unax leía con ilusión, miraba las ilustraciones y se fijaba en los detalles. Yo le acompañaba con la misma emoción que si el regalo hubiera sido para mi mismo.


Finalmente quedaba el segundo regalo de Uxue, una gran caja, casi más grande que ella y que a pesar de su habilidad le costó destripar del papel de regalo. Una vez conseguido surgió un paquete de manualidades de las Monster High, rotuladores, dibujos y un montón de artilugios artísticos más.


El resto del tiempo se gastó como se suele gastar las horas después del día de reyes, aprovechando y estrenando los regalos. Mientras uno seguía leyendo el libro de los Guerreros, la otra ya se había puesto con los rotuladores y aplicaba su arte a los dibujos de las Monster High. Y al resto que estábamos allí, nos quedaba una sonrisa gigante y la certeza de saber que realmente, los reyes, son los sobrinos.

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