sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz 2012 amigos, un abrazo en la distancia



Este año se nos acaba, un año en el que nos han pasado muchas cosas, cambios, recambios en el trabajo, crisis personales, crisis nacionales y crisis mundiales, ajustes, hospitales, médicos y remédicos, operaciones, disgustos, recuperaciones, sufrimientos, esfuerzos, de cortarse la coleta,… pero también de sonrisas, de grandes sonrisas, de nuevas llegadas, de grandes abrazos, de cercanía en la distancia, de amigos que siempre están ahí, de ver crecer la vida a cada segundo y querer plasmarla, de seguir soñando y aprendiendo, de inundarse de cosas nuevas, de dormir poco para soñar más. En el ecuador de una vida clara y un futuro incierto, sólo me quedo con dos cosas, con los abrazos que me dan mis amigos que me llenan de fuerza y con la sonrisa con la que empiezo el nuevo año, un año que estará cargado de alegrías, os lo aseguro.

A todos mis amigos, a los que puedo tocar y a los que no, que este mes han vuelto a crecer batiendo récord, con más de 11.724 visitas mensuales, a todos Feliz 2012, gracias por estar siempre a mi lado.

Feliz aniversario, feliz 2012



Hoy mis padres celebran el 47 aniversario de su boda, físicamente no estaré con ellos pero siempre en el lugar tan grande que ocupan en mi corazón. Ellos son los sanos culpables de mucho de lo que soy hoy en día, de cómo me enseñaron a amar viéndolos a ellos, de cómo hay que mirar a la gente sin abrir los ojos y escuchando a las miradas, y de tantas cosas que se aprenden desde que eres muy pequeño.

Los miro en esta foto de novios y me transmiten una gran fuerza, mi madre plena de sonrisa con su moño perfecto, sus pendientes de perla y el collar de la señorita Pepis, que queda apagado por una dulce sonrisa y dos grandes ojos, que pugnan por dejar atrás a la niña que fue hace poco. Mi padre, inmaculado, con fina corbata y el tupe justo, acondicionado con brillantina en pomada, mirada a lo James Dean con un gesto, que denota toda la intención del mundo y un poco más.

Poco sabían que a los años ya tendrían dos niños en sus brazos, que mi padre tendría que trabajar más que nunca para intentar darnos lo mejor, que crecieron con nosotros privándose de mucho y dándonos lo que podían, que nos vieron volar con nuestras personalidades y ritmos apoyando todos nuestros pasos, y que ahora disfrutan de sus dos nietos con una alegría y una mirada similar a esa foto de más de 50 años.

Feliz 2012 padres, os quiero, os envidio.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Fiestas en Quintana III: Bailes y panes a Santa Olaya



Al día siguiente la fiesta continúa, todas con sus trajes de llaniscas, bordados y telas en conjunción de collares y zarcillos de colores que bailan al compás de las panderetas y el tambor, acompañando al ritmo de cantes antiguos, de cantes cadenciosos, casi tanto como el domingo de diciembre que se celebraba.


Santa Eulalia ocupaba el lugar de honor que la noche anterior compartían orquestas con cantantes de todo en uno y otros artes festivos. Coros celestiales, flores y devotos vecinos en una misa popular con el bar al fondo.


Los hombres, como casi siempre, en el bar, sorteando a las personas para pedir las rondas familiares, seis manos resultan pocas para llevar tantas rondas de botellas y vasos. De acompañamiento en la barra aceitunas gordales, patatas picantes y aceitunas tamaño estándar, algún plato vuela entero en busca de grupos de gente que no quieren competir sobre la barra del bar.


Los cánticos y bailes prosiguen en el centro, con niños que acompañan y adornan la mañana festiva con su luz, su color y sus mejillas sonrosadas de vergüenza infantil.


Tras los bailes regionales se procedió al sorteo de los panes del ramo, que por supuesto catamos, esperando la bendición santa, tras ingerir tan ricos panes.


Los corrillos empiezan a crecer junto al bar, que el resto de los días actúa de parada de bus y ahora se convierte en improvisada parada de cervezas y alcohol, desde luego no hay mejor parada posible.


El vecino, desde arriba, no se perdía nada, desde aquí un saludo, paisano.

Fiestas en Quintana II: arriba la hoguera



Al grito del voceru todos empujan, son las fiestas de santa Olaya o Eulalia, en Quintana de Llanes, las gaitas acompañan la plantación de la hoguera, acompasadas por ruidos de niños y los coches que pasan por la carretera, como todos los años todo el pueblo al prau a estar unidos.


Por la mañana los del pueblo han salido a buscar la hoguera, un eucalipto de 30 metros aproximadamente que seleccionan y limpian de ramajes y corteza, lejos quedan ya las hogueras de chopo o aliso de otros tiempos, ahora reemplazadas por este árbol invasor.


Alrededor de las cinco de la tarde, eliminada previamente la hoguera del año anterior, cavado su agujero y sobre la quima colocadas las banderitas y alguna moneda para traer suerte, todos se colocan en sus posiciones, unos preparan, otros empujan y fijan con los soportes de madera y el voceru continúa marcando el ritmo, de fondo los voladores surcan el cielo rompiendo el barullo.


La gaita y el tambor suenan marcando el ritmo del trabajo, tonadillas que llenan el ambiente de una magia especial, arropada de ese gusto antiguo del hombre por los físico y la demostración de la fuerza de la unión de todos.


Al otro lado los vecinos, los niños, los recién llegados tiran de las cuerdas que se han sujetado con unos tornos en la quima, aguantan los empujones y clavan sus pies en el barro del prau.


Otros mientras rellenan con tierra y piedras el asentamiento de la hoguera, con la precisión que sólo da la experiencia, con la seguridad que sólo da haberlo hecho toda la vida.


Un esfuerzo y la hoguera se alza unos metros más, el atardecer es cada vez más evidente, y siempre hay fugas y reemplazos para tirar de las sogas, al fondo las chimeneas de las casas sueltan humo de hogar en la tibia tarde.


Esfuerzo y descanso se compensan, todo se hace poco a poco, con seguridad, la hoguera no se puede romper, y el voceru se encarga de que todas las pulsiones vayan al mismo ritmo.


Los soportes cada vez se acercan más al punto de gravedad y todos se agolpan como una piña en el centro, paisanos con foráneos, todos juntos, todos revueltos, todos esperando el siguiente esfuerzo.


La tarde cada vez se oscurece más y los montes cercanos hacen de muralla al prau, no hay prisa, sólo hay un objetivo.


Siempre hay alguien que hace algo y un montón que miran, luego los que miran son los que han hecho y los espectadores los que hacen, a cada uno su momento. Los soportes hacen su trabajo y permiten el descanso humano, antiguamente se reemplazaban por escaleras mucho más endebles y peligrosas.


Pero ahora las máquinas ayudan a acelerar el proceso, ahora rellenan con tierra lo que antes eran hombres a paladas empujando tierra y piedras al unísono.


Desde abajo el maestro de ceremonias indica bien hacia donde hay que empujar, la hoguera debe entrar recta y asentarse bien para asegurar su estancia anual, firme y segura.


Arriba le escuchan y obedecen, y a sus órdenes, empujan más hacia un lado o hacia otro en el próximo envite.


Otro esfuerzo más y los soportes casi se agolpan sin sitio, ahora los que sujetan las cuerdas realizan más esfuerzo, unos tiran, otros aguantan.


La hoguera está a punto de alzarse, el voceru grita más que nunca, la gente se abriga a sí misma con el frío que trae la noche cercana.


La hoguera ya está arriba, aplausos y vítores a las ramas que quedan en la quima, coronada de banderas patrias, últimos empujones de tierra y golpes que asientan piedras, allí reposará la hoguera hasta el año que viene.


Ahora es el turno de panderetas y cánticos a la santa y a la hoguera, por desgracia, parece sólo tarea de mujeres, en un fiel reflejo de lo que fue y tal vez no debería de ser.


A la orilla del prau los coches han seguido pasando, desde Balmorí a Posada, todos los vehículos frenan y miran mientras se alza la hoguera, nadie puede evitar la mirada.


Al otro lado, pegada a la carretera y a la iglesia de santa Eulalia, la carpa de fiestas espera, mientras se sube la hoguera, nadie toma nada, compañerismo que no falte.


Dentro la hoguera arrecia, la temperatura se agradece, el escenario abanderado patrio aguarda a orquestas por la noche y el camarero aguarda con sus tercios de Mahou, bien fríos, si puede ser.


La brasa se prepara para el amagüestu, sana tradición del otoño y justo fin para las castañas recogidas que asadas se comparten entre todos, acompañadas de sidra, como era antaño, o como cada uno quiera. Al final del día, la hoguera se queda sola en el prau, mientras el amagüestu se celebra a pocos metros, la soledad le espera hasta el año que viene que se vuelva a juntar todo el pueblo de Quintana.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Fiestas en Quintana I: banderitas de diciembre



Cuando comienza el primer fin de semana de diciembre las calles de Quintana en el concejo de Llanes de Asturias, amanecen plagadas de banderitas de Asturias y España, atadas a hilos que se anudan, viajando de poste en poste como si adornaran un velero.


El viento las mueve, las marea, las bandea como banderas que son, arrojando color en un cielo azul puro en un diciembre muy templado.


Las gallinas y gallos que apuntan a la mañana, sin horario, son espectadoras de lujo de la fiesta de Santa Eulalia o Santa Olaya para los asturianos, entre paseo y paseo se asustan con los voladores o cohetes que sin previo aviso impactan sobre el cielo.


Los coches frente a las banderas desde la protección de sus casas parece que se prestan a la salida en cualquier momento, mientras la tarde de diciembre comienza a plegarse poco a poco.


Por cualquier lugar que pasees, por encima de los muros y de sus hierbas rebeldes, apuntan banderas regionales y nacionales en un recuerdo frío del verano.


La noche ya está cayendo, pronto las farolas alumbrarán el día, mañana será día de fiesta en Quintana, mañana será otro día más en Asturias.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Entre visillos



Agazapados tras las ventanas, protegidos tras sus batas de boatiné o albornoces, allí están, entre visillos y cortinas observando, disfrutando de lo que ven fuera y sufriendo por lo que viven dentro, escondidos en su almena defensiva, robando momentos a amantes, derrapes a borrachos y curiosidades matutitanas. Hoy te he visto, hoy me has visto, nos hemos pillado, tú, detrás de tu castillo, yo a cámara descubierta, tú, entre visillos, yo, entre post y post.

martes, 27 de diciembre de 2011

Paseo navideño en Llanes



Sobre la plaza una telaraña de lucecitas apagadas se estira desde un poste cargado de regalos de mentira, los balcones cansados de mirar navidad tras navidad, miran con asombro la nueva decoración, una pena no poder verla de noche, y poder contemplar un cielo cargado de estrellas de colores.


En los paseos a las farolas les han salido brazos cargados de estrellas blancas, las casas del puerto con sus paredes rojas y amarillas, llenan de color durante el día lo que por la noche las luminarias descubren.


Por suerte, pocos más adornos navideños que no estén en tiendas y en ngocios, las casas con sus balconadas de madera y paredes de azulejos siguen, como siempre, recibiendo el sol de la mañana, mientras sus habitantes se desperezan.


Frente al nuevo puerto, dos torres de casas se levantan frente a las demás, de balconadas descoloridas por el sol, algunas con cristales rotos y luminosos áticos, contemplan a sus pies, las nuevas lonjas de los pescadores que a la mañana suman sus tareas de tierra firme.


Otras casas comienzan a crecer frente a las viejas, nuevas, pero a imitación de las veteranas, que la miran, con recelo y envidias, intentando adivinar su acabado final.


Gatos y perros viajan errantes en busca de sol y pillerías, los dos se evitan, donde los dos habitan.


Sobre el antiguo puesto de la Cruz Roja un aparato antiguo y añejo mide la temperatura y la presión, muchas veces pasé por ahí, y pocas lo vi, hoy me estaba esperando, por un momento miré por detrás de mis pasos y lo encontré.


La castañera mira hacia el nuevo puerto, pausada y elegante, como una buena mujeruca, recatada, plegada y obediente, esperando que se terminen de hacer las castañas a la orilla del mar.


Desde el mirador, al otro lado, las gentes alzadas contemplan la villa de Llanes y la frontera del mar, tierra frente a agua con sal, hombre frente a naturaleza, en el horizonte, todo se disipa.


Por la calle hasta los maniquíes ríen, más bien se parten, viendo pasar a la gente que les contempla con cara de amplia sorpresa.


Al pie de restaurantes, escanciadores de leche junto a cartas de menú y ofertas de día y de noche, algunos ya se aprestan al sol de la mañana a los primeros tragos cortos.


Al final del camino un paseo de árboles trenzados, calvos ahora, con melena en verano, se abrazan entre sí, mientras me abro paso a las luces, los belenes y los árboles de navidad.

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