Sobre la plaza una telaraña de lucecitas apagadas se estira desde un poste cargado de regalos de mentira, los balcones cansados de mirar navidad tras navidad, miran con asombro la nueva decoración, una pena no poder verla de noche, y poder contemplar un cielo cargado de estrellas de colores.
En los paseos a las farolas les han salido brazos cargados de estrellas blancas, las casas del puerto con sus paredes rojas y amarillas, llenan de color durante el día lo que por la noche las luminarias descubren.
Por suerte, pocos más adornos navideños que no estén en tiendas y en ngocios, las casas con sus balconadas de madera y paredes de azulejos siguen, como siempre, recibiendo el sol de la mañana, mientras sus habitantes se desperezan.
Frente al nuevo puerto, dos torres de casas se levantan frente a las demás, de balconadas descoloridas por el sol, algunas con cristales rotos y luminosos áticos, contemplan a sus pies, las nuevas lonjas de los pescadores que a la mañana suman sus tareas de tierra firme.
Otras casas comienzan a crecer frente a las viejas, nuevas, pero a imitación de las veteranas, que la miran, con recelo y envidias, intentando adivinar su acabado final.
Gatos y perros viajan errantes en busca de sol y pillerías, los dos se evitan, donde los dos habitan.
Sobre el antiguo puesto de la Cruz Roja un aparato antiguo y añejo mide la temperatura y la presión, muchas veces pasé por ahí, y pocas lo vi, hoy me estaba esperando, por un momento miré por detrás de mis pasos y lo encontré.
La castañera mira hacia el nuevo puerto, pausada y elegante, como una buena mujeruca, recatada, plegada y obediente, esperando que se terminen de hacer las castañas a la orilla del mar.
Desde el mirador, al otro lado, las gentes alzadas contemplan la villa de Llanes y la frontera del mar, tierra frente a agua con sal, hombre frente a naturaleza, en el horizonte, todo se disipa.
Por la calle hasta los maniquíes ríen, más bien se parten, viendo pasar a la gente que les contempla con cara de amplia sorpresa.
Al pie de restaurantes, escanciadores de leche junto a cartas de menú y ofertas de día y de noche, algunos ya se aprestan al sol de la mañana a los primeros tragos cortos.
Al final del camino un paseo de árboles trenzados, calvos ahora, con melena en verano, se abrazan entre sí, mientras me abro paso a las luces, los belenes y los árboles de navidad.
Como siempre, me encanta lo que cuentas de Llanes y me encantan las fotografías. Y lo que más me sorprende es que después de tantos años, sigas teniendo ese "olfato", esa "vista" y ese "don" en general para contar y mostrar todas estas cosas como si fueran nuevas, con la misma ilusión del primer día. Me encanta
ResponderEliminarGracias Ana, me encantan tus palabras, que tu me digas que lo miro todo con ojos nuevos, me ilusiona y me ilusiona mucho.
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