viernes, 29 de julio de 2011

Vida de camino al trabajo



Suelo madrugar bastante, después de leer, bucear en la historia del XIX y escribir mis cosas para este blog, toca prepararse para ir a currar. Antes, con el coche, entrabas en una carrera de autos locos, algunos todavía dormidos al volante no identificaban bien si iban a derecha o izquierda, y ninguna de estas maniobras entendían que precisaba del uso del intermitente; otros con prisa en las venas se lo tomaban como una carrera en la que la posición en la que llegas a un semáforo es lo importante.

Por contra, ahora con la bici, no piso el asfalto, y desde casa me acompaña el río Gállego, antes de llegar no es raro que algún conejo, un poco dormido todavía, cruce por el camino corriendo, unos conejos preciosos, un poco pardos y con una cola en forma de ardilla.


Al cruzar el puente sobre el Gállego, los patos son los dueños del río, viajan en competiciones "pateras" de un lado a otro con algún pato que lleva el "cuac" cantante. Dejan las marcas de sus giros sobre el río en el que se refleja el cielo de la mañana. Los pájaros, de fondo, ponen la banda sonora a la mañana y alguno suicida pasa por delante de la bicicleta como diciendo: "mira como te esquivo".


Al otro lado del río el puente de Montañana, sobre el Gállego, sus aguas transparentes, ahora, reflejan todo lo que tienen en su interior, pero por desgracia no se ven muchos peces, por no decir ninguno. Algún pájaro realiza vuelos de orilla a orilla, cruzándose con otros, en viajes que parecen tener una colisión inminente.

Después sigo por el camino en el que río me acompaña todo el viaje hasta llegar al Ebro, por la vereda en la que voy con la bici, gatos y picarazas, pasan con disimulo mañanero, contemplando a los que a esas horas tan tempranas, recorremos su hábitat natural.


Al llegar al Ebro, los patos y garzas se juntan en bloques, camuflándose en las muchas isletas que forma el río, puntos negros sobre un gris plata. Cruzando el puente, cada vez te encuentras con más gente, perros que llevan a señores, madres que hacen footing en cámara lenta y abuelos madrugadores que uniformados con pantalón corto y camisa corta por dentro, enfajada en un cinto de colores y sobre la que se marca la camiseta de tirantes blanca, inician su paseo mañanero.

Por la orilla del otro lado del Ebro, por desgracia te puedes cruzar con alguna rata, pero hasta éstas, se muestran limpias y lozanas. Debajo de algún puente, los mendigos duermen todavía entre mugre y simulacros de camas, a dos pasos, un grupo de madres amigas, con sus mejores ropas deportivas, se disponen a dar sus clases de natación en el Alberto Maestro. Ya sólo me queda cruzar el parque Bruil para llegar al trabajo y los pájaros vuelven de nuevo a poner la banda sonora, a un camino en el que la vida se te cruza y te hace sentir más vivo.

jueves, 28 de julio de 2011

Somos cierzo, somos como el viento



Como cuando abres una ventana el viento ha penetrado en mi, rujo hacia un lado y hacia otro, lo muevo todo a mi alrededor, pelo, ropa, alma, todo lo muevo. Luchar contra mi, en vano esfuerzo por pararme, es querer parar lo imparable, nazco desde todos los sitios y mi torbellino todo lo arrastra. Ser así me ha hecho duro, responder al cierzo de cara es plantar batalla a la naturaleza en un escenario ya perdido, en una guerra individualista, donde cada uno pelea a su manera y a su forma, en una lucha sin cuartel de quejosos y echados para adelante. Por más que sople yo aguanto, por más que me irrite yo me río de lo que se lleva por delante. Sólo eres viento, y yo también.


Hoy sopla el viento, hoy nada se queda quieto, hoy la ciudad habla, hoy mi mente no quiere estar quieta.

Me gustaría poner la canción de Proscritos, "somos viento", pero no la he encontrado así que os dejo esta  "pobres sueños", que buenos recuerdos, y de regalo "nueva vida" y "la pócima del amor" de Mestizos, que grandes grupos nos ha dado el cierzo.

miércoles, 27 de julio de 2011

La operación de Narcellino García Nuñoz



Hace diez días, Marcelino García Muñoz, mi padre, tuvo que pasar por el taller de la salud para que le instalasen una prótesis de hombro a su maltrecha articulación superior, el otro hombro no es que esté mucho mejor, pero por alguno hay que empezar. Sus brazos no habían parado de moverse en toda la vida, su dura vida de niño en un pueblo casi sin agricultura, como era Anguiano, obligaban a tirar de mallo para romper piedras y hacer la carretera hacia Valvanera, de serrucho al estilo trontzalari o a volar por las copas de los chopos para eliminar las ramas molestas. Su vida fuera del pueblo tampoco fue menos dura de picar en obras se salvó pronto al espabilarse y aprender algo de contabilidad y así pasar a ser listero, que es ser más listo tirando de lista. Pronto enfocó su oficio definitivo, el de representante, y así se pasó toda la vida, de llevar maletas pesadas cargadas de muestrarios, a mantas pesadas cargadas de ropa.

Sus brazos y hombros le pasaron factura, y en un día de aspaviento con mi madre, en un hombre que siempre es tranquilo, movió en demasía sus brazos y uno le hizo "crack", desde entonces hace ya unos diez años, sus articulaciones empezaron a bajar, y sus aspavientos también. Ya no podía levantar casi el brazo, para afeitarse lo tenía que hacer realizando un movimiento lateral con el brazo hasta conseguirlo ascender, ya que verticalmente era imposible. La lesión de uno de los hombros pronto se mimetizó con el otro, que un poco de envidia también quiso empezar a fallar. Ni infiltrando, ni con medicamentos había ya solución, así que hace poco cuando fue a un médico y éste le comentó que las prótesis inversas de hombro daban buen resultado se apuntó rápido a la lista de espera para operarse, eso sí, June tenía que nacer antes, y una vez así fue, en pleno San Fermín decidió operarse.


Se operó en la Clínica Quirón vieja, donde había nacido yo curiosamente, las habitaciones estaban completamente renovadas, y las enfermeras y enfermeros eran muy atentos, pese a que el ser extranjero a alguno le causó algún problema a la hora de escribir su nombre en la pulsera que tenía que llevar para quirófano y de ser Marcelino García Muñoz, pasó a ser Narcellino García Nuñoz, operado por el Dr. Nartínez. Mi padre ingresó por la mañana y le operaban por la tarde, se mostró tranquilo todo el día, tranquilo en exceso, mientras todos estábamos algo intranquilos, él mientras esperaba a que se lo llevasen se durmió varias veces.

Finalmente se lo llevaron por la tarde a quirófanos, y tras unas dos largas horas recibimos una llamada en el teléfono de la habitación, lo cogió mi cuñada Carolina, siempre presta a estos menesteres, y yo que estaba al lado, pude ver como tornaba su gesto y lo ocultaba, contestaba escuetamente, todo, seguramente para evitar que mi madre, todo lo contraria que mi padre, nerviosa en exceso, se preocupase. Colgó y nos dijo lo más tranquila que pudo que había salido de la operación pero que lo habían tenido que ingresar en la UCI por algún problema con el corazón. La tensión se palpó en la habitación 305, todos en cierta manera nos tensamos y mi hermano, el médico de la familia, tomó la responsabilidad de la situación, con un intento de tranquilidad que no reflejaba su rostro.

Bajamos a la UCI, y después de esperar un rato vimos entrar a mi padre en la camilla, dormido y con goteros, en una visión que al no tener información me preocupó por dentro, enseguida apareció la anestesista, visiblemente preocupado, y preguntó por los familiares de Narcellino, al que ella inexplicablemente llamó Marcelino (es lo que tienen los médicos que entienden su mala escritura). Nos dijo que mi padre tenía el pulso muy bajo, que entró con 50-55 y en la operación estaba con 50-55, le entubaban y 50-55, le hacían el corte y 50-55, cuando lo que ocurre con cualquier paciente es que suben las pulsaciones y es su misión bajárselas, cosa que no era el caso. Le ponían ¿? (aquí mencionó el nombre de un medicamento que por supuesto he olvidado) y no reaccionaba, de tal forma que se asustó y ante el temor de que una bajada de pulsaciones no podría subirla al no responder la medicación prefirió por cautela dejarlo en la UCI. En el fondo nos quedamos tranquilos, la primera noche mejor la pasaría allí que en la habitación y mi hermano nos tranquilizó después de que habló con el Dr. Martínez (Nartínez para la enfermera) y le dijo que la operación había ido perfecta y que sólo había sido por un recelo muy receloso de la anestesista el llevarlo a la UCI.

Cuando nos dejaron entrar, sólo de dos en dos, cedí mi puesto a mi madre y a mi hermano, y después entré yo, mi padre se encontraba rodeado de cables, monitores y pantallas al estilo matrix, y estaba tranquilo, cómo no, me fijé en un monitor y sus pulsaciones estaban entre 55-60, algo habíamos ganado, me tranquilizó verle los ojos abiertos, aunque era todo un susto cuando abría la boca y mostraba los efectos de llevar dentadura postiza. Los efectos de la anestesia todavía eran evidentes, pero lo grave tornó a ser menos grave, pero nadie se quedó más tranquilo que mi padre en aquella UCI de Quirón.


A la mañana lo subieron y todo estaba perfecto, mi padre ya era mi padre y al colocarle la dentadura postiza, su imagen ganó bastantes puntos, pese a tener que llevar sus gafas para las cataratas de sus ojos que le confieren un poco el aspecto de Mortadelo por el grosor de sus cristales, pero con un brazo vendado es difícil ponerse las lentillas. La segunda noche se quedó mi hermano y la pasó relativamente bien, la tercera me tocó a mi, y mi padre se pasó toda la noche levantándose, y si se hubiera levantado normal, pues no pasa nada, pero se levantaba electrizado y con un hombro recién operado tenía la impresión de que iba a ver un capítulo nuevo de "Walking dead" antes de que empezara la nueva temporada.


Lo de sus pastillas también fue otro mundo, mi padre es de los que considera que los medicamentos están para usarlos cuando los necesitas, hasta hay bien, el problema es que el es el que se los auto prescribe, San Clamoxyl lo protege permanentemente cuando tiene un ligero catarro, dándole igual si el origen es un virus o sino lo es, de las pastillas para el azúcar, pues un día toma media y otro entera dependiendo de lo que haya comido. Mi hermano al enterarse se subía por las paredes y ciertamente no es para menos, el le lleva su medicación y comprueba su estado creyendo saber lo que se medica pero gracias a la operación se dio cuenta que iba por libre. A día de hoy puedo decir que se le ha acabado el chollo a Narcellino, mi hermano a tomado el poder y controla toda su medicación.


Por la mañana nos tocó ver el último encierro de San Fermín, un clásico en estas fechas que aunque sea en un hospital es sagrado. Ahora ya está en casa y parece un crío de 14 años, en lugar de estar paciente y dejar que todo se consolide bien, hace los ejercicios de movimiento que le han indicado como si lo tuviera ya perfecto, dando miedo, ya que parece que en cualquier momento podamos ver el estreno en exclusiva de la tercera temporada de "Walking Dead" que todavía ni se ha rodado. Así que ya lo sabéis, si un día vais por la calle y os encontráis un brazo en el suelo, no os preocupéis, es el brazo de Narcellino.

martes, 26 de julio de 2011

22 años, 192.720 horas soñando contigo



Hace ahora 22 años que te conocí en una noche de julio calurosa de fin de fiestas en Anguiano que abría paso al día de Santiago. Hace ahora 22 años que mi vida cambió.

Por la mañana me encontraba preso en un pueblo en el que no teníamos amigos y los veranos se empezaban a hacer largos estando todo el día juntos mi hermano y yo, además eran tiempos en los que a cada uno nos apetecían cosas diferentes. Aquella mañana del 24 de julio, aburrido y harto del ruido de las calles en plena de fiesta de Anguiano que apenas me habían dejado dormir, me marché a andar un rato dirección a Valvanera, y andé, y andé, pensando en mis cosas, pidiendo para ver si se me daba algo, y entre tanto pensar y andar, sin darme cuenta llegué al Monasterio de Valvanera, lo visité, me relajé y emprendí el camino de vuelta, pensando y jugando con los sueños.

Después a comer a casa en una mañana gastada en paseos, estaban mis primos y mis tíos de Fuensalida, y eso lo hacía todo más fácil. La tarde y la noche se echaron encima, y pese a mi reticencia salí con Sandra a dar una vuelta. Camisa blanca, pantalones negros e inmaculadas playeras blancas, los bares estaban casi vacíos comparados con los otros días, ya sólo estábamos la gente del pueblo. Serio contemplaba como se divertían en el pueblo al compás de la orquesta haciendo el baile de la escoba, que difícil es entender ciertas acciones cuando no estás integrado en ellas. Una cerveza aquí y otra allí, para acabar como siempre en La Herradura, mi prima y yo. A esa hora ya sólo quedaban todos los jóvenes del pueblo, mucha testosterona, sudor y cerveza en vasos de plástico sobre una noche estrellada que se recortaba entre los riscos del pueblo.

Allí estábamos sentados Sandra y yo, hablando a lo nuestro, y yo con más talante serio que divertido, no me sentía agusto en ese ambiente. De repente una chica de color que estaba enfrente nuestra, que portaba dos guantes amarillos sin dedos, que resaltaban todavía más su color de piel, se acercó hacia nosotros, y mirando a Sandra le preguntó: ¿oye, éste es tu novio? El éste debía de ser yo, Sandra me miró perpleja, pero respondió ante el temor de una respuesta incorrecta, "nooo, nooo" titubeó. La chica al oirlo, se volvió para atrás y les hizo un gesto a sus amigas diciendo: "¡chicasss!¡qué no es su novio!", y así empezaron a venir una detrás de otra para presentarse, dos besos por aquí, dos besos por allá, todas decían sus nombres, compuestos en el mayor de los casos, que se me olvidaban al segundo. Una vez realizadas las presentaciones nos obligaron a levantarnos e ir hacia su grupo a un lado de la barra. La música continuaba y por suerte alguna vez sonaba "Héroe de leyenda" de Héroes del Silencio, curiosamente entre los chicos que allí había estaba Cachi, locutor de Zaragoza y gracias a él había conocido a Héroes y otros tantos grupos que empezaban en Zaragoza, el resto de chicos comenzaba a estar en un estado más lamentable que honorable.

Tras pasar unos minutos y mantener conversaciones vagas con alguna de las chicas, que hábilmente nos habían separado a mi prima y a mí, me di cuenta que a mi espalda había una chica que no se había presentado entre toda la marabunta que me había atacado minutos antes, me sorprendió, la miré y me miró, tenía unos ojos oscuros preciosos y un color moreno envidiable, seguía aguantando la conversación con una chica sin hacerle apenas caso, y mirando fugazmente a esa morena. Finalmente me acerqué a ella, le pregunté por qué no se había presentado y su contestación orgullosa me encantó, desde ese momento empezamos a hablar y parecía que nos conocíamos de siempre. La gente empezó a desaparecer y Sandra se marchó a casa.

Salimos a la terracita del bar La Herradura, de techo las estrellas, de sonido un altavoz que distorsionaba, y de compañía dos ojos negros. Los nervios me hacían beber y beber una cerveza tras otra conforme las acababa, suerte de mi aguante. Recuerdo que nos reímos mucho, si le decía una verdad no se la creía, si le contaba una mentira le parecía la mayor verdad del mundo. Sobre el cielo ya empezaba a amanecer y los bares cerraban agotados, vendiéndome la última cerveza por buen cliente. Marchamos hasta la calle mayor para ver si en algún bar nos dejaban papel y boli para anotar nuestras direcciones, pero la gente no estaba por la labor, alguna amiga suya hasta le dijo que para qué quería la dirección si me tenía allí. La acompañé hasta su casa en el barrio de Eras y me dijo sus datos, mi mala memoria los intentó retener y allí la dejé, en la puerta de su casa sin darle un beso que era lo que más hubiera deseado en ese momento, pero ella era especial.

Nada más dejarla, repetía en mi mente su dirección de Vitoria y su código postal, lo repetía y lo repetía, no lo quería olvidar, y mientras iba camino a casa, todas las cervezas ingeridas hasta entonces me hicieron unas horribles ganas de mear, apreté el paso mientras repetía la dirección y cruzaba las piernas, por fin llegué a casa, tomé un papel y un boli, escribí la dirección y me fui corriendo al baño, no recuerdo cuantos minutos estuve meando, pero mi madre bajó asustada pensando que mi estancia en el baño se debía a otro estado menos natural. Miré el reloj y eran las 7 de la mañana, preparé mis cosas y me marché a coger el autobús que me llevaría a Logroño, y que salía a las 8 de la mañana, de Logroño me iba a Zaragoza ya que yo trabajaba el día después de Santiago en mi primera agencia de publicidad. Tomé el autobús, miré al pueblo mientras con su ruido de motor viejo abandonaba las últimas casas y sentí que algo diferente me había pasado. Al llegar a Logroño, un poco cansado y renunciando al sueño, me compré unas cuartillas en la leve parada hasta coger el autobús de Zaragoza y le escribí a esos ojos negros mi primera carta, mis primeras palabras que salían del corazón.

Veintidós años después, sigo mirando a esos ojos negros y sé que es lo más bonito que me ha pasado en la vida, y más ahora que me ha dado lo segundo más bonito de mi vida, nuestra hija June. Te quiero Ana del Mar.

lunes, 25 de julio de 2011

Amanece en la ciudad



En un instante el negro estrellado se transforma en azul oscuro y los primeros rayos de luz inundan la capa celeste. Amanece en la ciudad, las calles vacías, repletas de sueños y luces mágicas, se abren en todas las direcciones, en todos los caminos sin obstáculos ni problemas. Comienza un nuevo día, que sea único o vulgar depende de la suerte, que sea mágico y especial depende de uno mismo.


Los árboles se cimbrean sobre los tejados de los edificios y apagan las luces de las últimas farolas que han resistido a la guardia de la noche. La última semana de julio comienza con viento y frío, con los últimos coletazos de trabajos y cruzando los dedos para que no entre ningún marrón de última hora. Uno ya sueña con vacaciones, con estar pronto en Asturias, con que nos vayamos por primera vez los tres a nuestra casita asturiana. No sé si es la cercanía de este momento, o tal vez el cansancio acumulado, pero tan sólo espero y deseo que esta semana sea únicamente de cinco días.

Amanece en la ciudad, y yo, ya estoy pensando en las vacaciones.


viernes, 22 de julio de 2011

Anguiano y su danza en 6 tiempos



Este año la paternidad nos impide ir a fiestas de Anguiano, y entre trabajo e imprevistos ya van dos años que no vamos para julio, pero no por eso quiero dejar de acordarme de sus fiestas y de su rito de la danza y la bajada de la cuesta con zancos, todo un rito preciso, sencillo y arcaico, entre el hombre y el más difícil todavía, entre la religión y la fiesta, una danza que te lleva al túnel del tiempo y que te hace reencontrarte con tus antepasados, una danza que se fragua en seis tiempos:

Primer tiempo: Concentración y cuerdas
Mientras en la iglesia se realiza la misa, fuera se inicia el rito de los danzadores de acabar de vestirse con sus chalecos multicolores de la Rioja y sus faldas amarillas. Sentados sobre los muretes del atrio de la iglesia, en una esquina, en su esquina, toman posiciones, los danzadores con los que les ayudan a atarse los zancos. Es el turno de antiguos danzadores, nadie mejor que ellos sabe anudar y colocar las almohadillas en la rodilla y atar las cuerdas de esparto con la presión precisa sobre los recién salidos zancos de haya de la carpintería artesana. Atan y estiran la cuerda con unas manos gruesas y curtidas, su pleno esfuerzo contrasta con la cara del danzador entre tranquila y concentrada, cara que varía mucho entre veteranos y primerizos. Acaba la misa y sale la gente apresuradamente y mientras acaban de santiguarse se colocan, algunos en el atrio y otros tomando posiciones en la cuesta. A un toque preciso, los danzadores se levantan y se colocan de pié frente a la puerta de la iglesia y realizan algunas pruebas para comprobar como llevan los zancos, al toque de una nota de dulzaina todos toman sus posiciones y se concentran, perfectamente ordenados esperan el ritmo de la música que acompañan levantando las piernas y sus zancos hacia atrás y acompasando las castañuelas de sus manos al ritmo popular, cuyos ecos todavía perduran de años en años.


Segundo tiempo: La escalera y a lo que caiga
A un compás de la música sale el primero del grupo, girando sobre sí mismo, y buscando la salida del atrio que acaba en unas escaleras que ganan la altura de la calle. El danzador se concentra en tomar la dirección, el cómo caigan los zancos en las escaleras es cuestión de suerte, si pisan bien la bajada es espectacular y al recepcionar su cuerpo sobre la gente, el aplauso espontáneo casi apaga la música, si pisa entre dos escaleras lo más probable es que pierda el equilibrio y la gente salte en su ayuda para evitar una caída desde esa altura. Para los danzadores es lo más difícil de la danza, dependen de la suerte para ejecutar bien esta suerte.


Tercer tiempo: cuesta abajo
Al acabar las escaleras y avanzar unos veinte pasos, comienza la cuesta que va en dirección a la plaza, su suelo todo de piedras de río, del tamaño de peras, romas y redondeadas, una junto a otra sin un dibujo específico y encementadas al suelo. Esta alfombra de piedras da un firme a la cuesta irregular e impreciso, hasta bajar andando con un calzado normal se hace difícil, bajar corriendo te medio garantiza un buen tortazo. Pero los danzadores se colocan y siguen bailando al ritmo de la música, mientras la gente que ha estado viendo la bajada de las escaleras sigue descendiendo y colocándose sobre la calle el primer danzador inicia sus giros y se lanza en dirección a la plaza, todos se apartan a su paso, al ritmo de la música baja la cuesta, cuando llega abajo, se lanza el siguiente.


Cuarto tiempo: mantener la recta
Bajar dando vueltas e intentar mantener una línea recta no es fácil, con zancos menos, con zancos y en una cuesta empedrada casi imposible. Los danzadores se tiran con la mirada fija en un punto, intentando rectificar si en la vuelta siguiente pierden el norte, sus compañeros que suben después de haber bajado se apartan dejando paso al compañero, mientras la música de dulzainas y tamboriles va descendiendo en pequeños pasos haciendo la cuesta cada vez más corta, detrás de los músicos, las fuerzas vivas del pueblo y la gente que mira desde arriba como bajan los danzadores.


Quinto tiempo: ya casi llego
Los metros finales se hacen duros, unos bajan a ritmo acompasado con la música, marcando los tiempos con sus castañuelas, mientras la falda amarilla se acampana ayudando a mantener el equilibrio de alguna forma desconocida, otros bajan a toda velocidad, a lo que les da su cuerpo, giran y giran lo más rápido que pueden, acelerando sus cuerpos en los metros finales como si fueran peonzas, la gente de los laterales aplaude o ayuda si el danzador se va hacia las paredes, recibiendo en muchos casos un buen golpe de zanco que les acompañará durante parte de julio y agosto con un buen moratón.


Sexto tiempo: al final me tiro
Si todo ha ido bien, el final se acerca, después de muchos metros girando sobre sí mismos, se llega al final de la plaza, donde la gente (y en este caso yo con la cámara) los recogemos en un movimiento en el que los danzadores levantan los brazos dejándose coger por la gente y cesando sus giros. No es lo mismo, por tanto, la llegada de alguien que baja al ritmo que la de alguien que baja a toda velocidad, es este sitio sólo recomendable para gente que sepa recibir golpes o que sienta muy dentro la fiesta. Una vez recepcionado y con el eco del aplauso de la gente, vuelta a subir y a empezar de nuevo.


Suben y bajan hasta que los músicos acortan tanto la cuesta que ya no hay espacio y por un día más de un año más la tradición se perpetúa, en el ambiente muchos años de historia, muchos años de tradición, muchos danzadores que dejaron grandes momentos o alguna herida en una mala caída, no es fácil bajar una cuesta donde no se puede ensayar nunca, el que la baja por primera vez lo hace a suerte o verdad, como tantos lo hicieron antes, pero una vez que acaban las fiestas está deseando volver a repetir en las fiestas de Gracias en septiembre o al año siguiente.

Felices fiestas Anguiano. Felices fiestas familia.

jueves, 21 de julio de 2011

Aquel julio que nació la Vane



Era julio de 1979 cuando mi tía vino de Fuensalida, Toledo, a Zaragoza en el embarazo final de una niña que quería que naciera en la ciudad maña, al igual que sus dos hermanos anteriores, hacía mucho calor y a primeros de julio me marchaba de campamentos por primera vez, había acabado quinto de EGB, con 6 notables y 6 sobresalientes en junio, no me lo podía ni creer, acababa una parte de la EGB en la que cambiábamos de planta, nos mudábamos a la planta superior donde estaban "los mayores", acababa una etapa. Durante todo ese año con los scouts de Salesianos habíamos hecho diferentes acampadas de fin de semana y aquello me aportaba gran libertad y aprendizaje. Aquel año nos mandaban por primera vez a campamentos a mi hermano a mi, recuerdo los últimos días de junio comprando cantimploras, platos metálicos, fiambreras metálicas, cubiertos que se sujetaban con un abridor, saco de dormir y mochilas en una tienda de Conde Aranda para lo que era nuestra primera salida de casa por más tiempo que de un fin de semana, cuanta tranquilidad para mis padres. Mi tía se quedaba con ellos en espera de dar a luz cuanto antes.


Así que nos marchamos una mañana de julio desde el patio de Salesianos, todos bien vestidos y uniformados con camisa caqui con pañoleta al cuello, de diferentes colores según el grado, boina enroscada sobre una lengueta en el hombre, pantalón corto de pana, medias blancas y calcetines rojos perfectamente doblados y con unas botas perfectamente limpias el día de la partida. El nerviosismo inundaba el patio de un colegio, de tantas tardes de juegos y protegido por una barandilla hecha de tubos de hierro en las que más de uno había dejado su dentadura por ir más deprisa de lo debido. Aunque iba con mi hermano desde ese momento, hasta que volvimos del campamento no tengo ningún recuerdo de él, parece mentira que fuéramos hermanos.

El autobús salió de una Zaragoza todavía templada hacia Villanúa, el campamento se encontraba a la entrada y el primer día se fundió entre montar tiendas de campaña y hacerse con dónde estaba cada cosa. Así pasaron días de julio imborrables, con cuatro amigos más en una tienda de campaña canadiense azul con interior naranja, con un ábside donde se amontonaban las mochilas y el calzado maloliente de las caminatas de todos los días. Risas y amigos, con días que empezaban aseándonos en el río, para luego desayunar cazuelas de leche coloreada y galletas, después carreras de pistas, buscando señales en el suelo hechas con piedras o tizas, y siempre con la emoción de ganar nada, pateadas y más pateadas con el Collarada de fondo y las vías de tren sobre un puente que acentuaban mi vértigo y aumentaban mis miedos y torpezas.


Recuerdo especialmente una noche que nos tocaba vivaquear al aire libre, nos enseñaron a hacer una cabañita con boj cortado y tras no pensarlo mucho, después de un día de no parar de pruebas y subidas a montes, elegimos un sitio cualquiera, cortamos el boj y nos quedó bastante apañadita la cabaña, después de risa a la luz de las estrellas en una noche en la que nadie quería quedarse dormido y donde los ruidos de la noche daban cierta intranquilidad. Nos calamos sobre nuestros sacos de dormir, tapándonos hasta arriba, como momias y sólo dejando la cara fuera. Así pasó la noche y llegó la mañana, nos fuimos despertando, mientras mis compañeros se limpiaban las legañas, al mirarme expresaron todos al unísono: "pero tío, que te ha pasado en la cara", yo me tocaba y no notaba mucho, tal vez algún bulto y al tocarme algo de picor, "pero como te han puesto", reafirmaban. Habíamos elegido tan bien el sitio que debía estar cerca de un lugar lleno de tábanos y mi cara, que era lo único visible la habían picoteado hasta jartarse, me preocupé un poco y no me quedé tranquilo hasta que llegué al campamento y me vi la cara toda hinchada y llena de granos, así que me pasé el resto de campamentos con la cara llena de Fenergán para aliviar los picotazos.

Por las noches nos reuníamos junto al fuego, mayores y pequeños, cantábamos, actuábamos, hacíamos imitaciones, contábamos chistes y nos sentíamos importantes. Nunca encontrábamos momento de marcharnos, hasta que los mandos nos levantaban, nos hacían cruzar los brazos juntándonos las manos y cantábamos una canción de despedida hasta la llegada del día siguiente.


Aquel mismo verano, el 12 de julio se incendiaba el hotel Corona de Aragón de Zaragoza, nosotros nos enteramos al día siguiente, en un tablón de anuncios colocaron las páginas de Heraldo de Aragón, donde salía la noticia, la noticia enseguida corrió de oreja en oreja, y todos nos agolpamos para leer que es lo que había pasado, ese día y los siguientes nos enteramos que habían fallecido más de 70 personas y más de 100 resultaron heridas, recuerdo las fotos en las que se veía saltar a la gente por las ventanas que me hicieron sentir miedo, miedo de no saber si les había pasado algo a mis padres, con 11 años apenas sabía ni donde estaba el hotel, pero me imaginaba a mis padres paseando por debajo en el momento del incendio. Nos dejaron hablar por teléfono con nuestras casas y al oír a nuestras familias encontramos el alivio necesario.


Cuando acababa el campamento y los padres nos visitaban, en el día que había puertas abiertas, todos saciamos nuestra necesidad de información. Aquel día nos fuimos a comer con nuestros padres de picnic, rodeados de cerca por otros amigos con sus padres, sobre mi cara todavía quedaban restos de algún picotazo que se había vuelto altamente resistente al Fenergan. Les hicimos una función en nuestro espacio de reunión junto al fuego, allí hacía de maestro de ceremonias y contaba chistes, junto con otros que cantaban o se disfrazaban de la abeja Maya. Después se marcharon y nos dejaron allí pocos días más antes de volver, el último día recoger todo, bueno, amontonar todo en la mochila, ropa sucia con limpia, junto con algo de comida y las botas sin limpiar.

Desde el autobús ya montados pegábamos las narices al cristal mirando por última vez aquel lugar en el que habíamos pasado ese verano del 79. Al llegar al mismo patio del que partimos en el colegio Salesianos de Zaragoza, los que no se habían marchado ya para sus casas, nos juntamos en la pista haciendo un gran corro, cruzamos nuestros brazos y juntamos las manos y entonamos todos juntos la canción de despedida: "llegado ya el momento, de nuestra separación, formemos compañeros, una cadena de amor…"


Cuando llegamos a casa, cansados, maltrechos y llenos de ropa sucia, que costó más de una
reprimenda por parte de la mater. Nos dijeron que ya no estaban mis tíos, que habíamos tenido una prima y que se llamaba Vanesa, que nació el 20 de julio y que todo había ido bien, pero que ya se habían marchado para Fuensalida. Hacía un día muy caluroso y me costó dormir aquella noche.

Desde entonces cuando venían mis tíos a visitarnos a Zaragoza, la Vane era muy especial, su carita de niña traviesa y risueña, hacían buen honor a su carácter, desde muy pequeñita le encantaba saltar encima de las camas y con un micrófono que teníamos, de esos que venían en los radiocasetes de antes, se ponía a cantar y no había manera de pararla. Pasaron los años y quitando lo mala que es para comer, Vane sigue siendo alguien muy especial, llena de humor, de genio Goñi y de mucho carácter, muy suya, pero muy buena gente, gran trabajadora, con mala suerte para algunas cosas, pero no te preocupes que todo vendrá, incansable y temeraria cuando se junta con su amiga Aroa. Tiemblan ahora en Londres cuando a primeros de agosto viajan para allí a una residencia, con el fin de mejorar su inglés y pasar del "hello my friend", aunque realmente van para hacer una dieta de régimen carcelario de comida inglesa, más vale que Vane pase por el aeropuerto con un jamón bajo el brazo y Aroa con distraiga al aduanero. Estaremos atentos, ya que en cualquier momento podrá estallar un conflicto internacional.

Vane, ayer cumpliste años, unos cuantos años ya, y aunque no te conocí cuando naciste, no me gusta que pase mucho tiempo sin que nos veamos. Felicidades prima.

miércoles, 20 de julio de 2011

Un paquete bomba



Te pueden llegar paquetes de correo con algo bueno, o te pueden traer una bomba en la etiqueta. Nada más ver lo que había escrito en este sobre casi me da un mal, lo de David G., perfecto, pero lo de Toñi, de dónde se lo han sacado, yo que llevo mi apellido Goñi muy alto y de hecho escribo: David G. Goñi.


Un error tipográfico poco acertado ciertamente, en la oficina todavía creo que se están riendo con el tema, que conste que he estado casi dos noches sin dormir del disgusto. Si lo viera mi amiga To se partiría de risa, y con razón.

martes, 19 de julio de 2011

Adurtza, otro año será



Este año no hemos podido ir a las jaiak de Adurtza, este año no hemos podido hacer gaupasa hasta que abriera la Marian y comprarle unas bombas de crema recién hechas para que ayudase o acabase de rematar un estómago malherido por la cerveza y el kalimotxo.


Los viernes en fiestas de Adurtza, siempre apuntan bien, después de una dura semana de trabajo poder encontrarte con los amigos y a base de Voll-dams, kalimotxo y cerveza sin identificar, resolver el mundo y contarnos nuestras vidas, reírnos de todo y de algo más, escuchar los conciertos, ver pasar a la gente, ver como se va transformando la gente con el paso de las horas en las txoznas, acabar los conciertos para continuar la música enlatada que surge desde las cámaras frigoríficas y las barras donde la gente se agolpa, intentando pedir sus remesas de alcohol, todo con la esperanza de llegar a esa hora mágica donde el día todavía no conquista a la noche y la gente se empieza a torcer y surgen balones (al menos antes) de sitios insospechados y tienes que andar esquivándolos con arte y cuidado.


Casi me parto de risa cuando he visto en el programa de fiestas de este año el anuncio del Potxi, igual llevo viendo este mismo anuncio veinte años, desde luego lo podríamos clasificar como publicidad engañosa, ya que difícilmente se puede ver a alguien jugando a los dardos con tanta tranquilidad y mucho menos al billar. El Potxi es nuestro punto de reunión por excelencia, y muchas veces en fiestas hay casi más ambiente que en la zona de las txoznas. Gran refugio y santuario de la Voll-dam.


Este año para los conciertos del sábado estaban Sorkun y Vendetta, buenos conciertos ciertamente, a Sorkun no la conocía casi, salvo sus colaboraciones con los Negu y su brillante voz, a los Vendetta un poquillo más, y sus ritmos skas acelerados desde las cenizas de Skalariak, pero me imagino que en concierto, ambos estarían brutales.


Sorkun fue integrante del grupo de rock Kashbad en los 90 y ha colaborado en numerosas ocasiones con Negu Gorriak y Fermín Muguruza. Preciosa voz la de Sorkun que explota en algunas canciones mejor que en otras, hasta ahora ha editado tres álbumes en solitario: Onna (2002), Duna (2005) y Sorkun & Vice Presidentes (2008).


Los Vendetta tienen a sus espaldas una larga trayectoria profesional, de la última etapa de Skalariak nace este ska, punk a ritmos pachangeros en el 2009. Han editado dos discos que han bañado con dos giras internacionales: "Vendetta Tour 2009" y "Munster Tour 2010". El 1 de marzo editaban su segundo album, "Puro infierno", plagado de ska y con nuevos ritmos, es un disco más elaborado y cuidado.


Me imagino que el concierto en la calle de Adurtza sería vibrante, toda una pena no haber podido estar allí.


Os dejo con unos vídeos de una batukada que se hizo por las calles de Adurtza y con vídeos de Sorkun y Vendetta para que los que no estuvimos en las fiestas también lo podamos disfrutar. Hasta el año que viene Adurtza, espero no faltar.

lunes, 18 de julio de 2011

Tarta de quesu: paso a paso



Si tenemos un postre estrella en Villa Goñi es la tarta de quesu o de queso (a mi me gusta más con el toque asturiano de la palabra, para que se vea su origen), nos costó mucho dar con la receta exacta pero tras mucho probar dimos con ella, dejo aquí la receta paso a paso, para que la disfruten todos los golosos (y los que no los seáis tanto, no es muy dulce) y a los que no la hayan probado se la recomiendo cuesta poco tiempo hacerla y queda espectacular:


Ingredientes: 1 litro de leche / 1 litro de nata / 2 tarrinas de queso Philadelphia o similar  de 200 grs (si es de 220grs. o más no pasa nada) / 1 vaso de azúcar moreno (o blanco si se quiere más dulce) / azúcar vainillado / 2 sobres de cuajada / caramelo líquido / galletas rectangulares de toda la vida / las marcas las que vosotros queráis.


1. En una cazuela poner a calentar la leche sin que hierva, no echar toda la leche ya que reservaremos un poco para mezclarla con los dos sobres de cuajada.


2. No parar de remover la leche con una varilla, siempre evitando que hierva


3. Cuando ya esté templada la leche, añadir una de las tarrinas de queso.


 4. Con la varilla revolver hasta que quede disuelta.


5. Una vez que ha quedado mezclada, verter la otra tarrina y repetir la misma operación con la otra tarrina de queso, hasta que quede una masa compacta, si hace falta bajar el fuego para que no hierva la leche.


6. Añadir el litro de nata sin parar de remover, poco a poco todo empezará a tomar una textura más cremosa.


7. No parar de remover evitando grumos.


8. Añadir los dos sobres de cuajada batidos en la leche que habíamos reservado previamente o directamente en la cazuela, pero procurando que no se hagan grumos y seguimos removiendo.


9. Preparar un vaso de azúcar y una cucharada de azúcar vainillado.


10. Añadir el azúcar moreno y la cucharada (o dos cucharadas dependiendo de si os gusta más dulce o menos) de azúcar vainillado y remover.


11. Continuar removiendo lentamente sin que empiece a hervir.


12. Preparar previamente un envase bajo o medio y ancho (puede ser de cristal preferiblemente) y se baña ligeramente con caramelo líquido de tal forma que quedé los laterales y el fondo cubiertos de caramelo, pero sin exceso.


13. Seguimos removiendo.


14. Continuar removiendo lentamente hasta que quiera empezar a hervir y se noten algunas pompas.


15. Verter sobre este envase la crema de quesu de la cazuela, con cuidado de que no salpique.


16. Dejar enfriar a temperatura ambiente, y cuando ya no esté caliente guardar en el frigorífico.


17. Al día siguiente (hay que dejar que la cuajada haga efecto, o de la mañana a la tarde) mojar las galletas una a una ligeramente en café con un poco de moscatel, o licor de café o si la van a probar niños chocolate o cacao como en la fotografía..


18. Colocamos las galletas conforme las vamos mojando sobre la superficie hasta cubrir completamente el envase.


19. Quedaría algo así, dejamos enfriar un poco más o podemos desmoldar directamente.


20. Para servir con otra bandeja más grande le damos la vuelta con cuidado, en un movimiento rápido, de tal forma que las galletas quedarán en la base y os quedará algo como lo de la foto.


21. Y ahora ya sólo os quedará probarla y ya me contaréis que tal os queda.

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