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miércoles, 25 de diciembre de 2013

A las 8 en el Arrantza



Así comenzaban las tardes de viernes de muchos años en Vitoria-Gasteiz. Así el grito de quedada con mis amigas de Vitoria para prepararnos antes de quemar a risas las calles del casco viejo. A esa hora mágica, unas antes y otras después, todas acudían a la pared de ese bar que servía de parapeto de sueños y albergue de devenires. En los días de frío la espera siempre se hacía larga, las manos se encogían y los abrazos entre abrigos se agradecían.


En frente la ciudad y la torre del Celedón, la noche incipiente que en invierno era plena y desde donde se veía pasar a las almas perdidas que buscaban en la noche amparo y derecho de pernada. Había días en que la humedad lo llenaba todo y la fachada del Arrantza se convertía más en un refugio que en una parada esperando la salida. Me encantaba ese sabor a la noche que comienza y que nunca sabes como puede acabar. De los bares comenzaba a salir música a borbotones.


Poco a poco las amigas comenzaban a llegar. Saludos y risas, intercambios de historias breves para ponernos al día, anécdotas semanales y repaso de lo que vendrá. Era la magia de las 8, esa hora pura de transición entre la tarde y la noche, el momento de comenzar algo y acabar lo anterior. Me sentía arropado entre rizos, palestinos y cazadoras hasta la nariz. Me sentía acompañado antes de empezar la ruta de zuritos y kalimotxitos.


Curiosamente aunque a las 8 quedábamos en el Arrantza, pocas veces tomábamos algo dentro. Nunca lo entendí, pero había cosas que no había que entender, la mayoría mandaba y bastante me aguantaban siendo el único chico que iba en su grupo. A las 8 en el Arrantza comenzaba siempre una nueva noche.

miércoles, 30 de octubre de 2013

De arroces y otras brasas



El otro día revisando las fotos de estas vacaciones me topaba con estas fotos que me provocaron un estallido de realidad virtual más allá de lo conocido hasta ahora. Me llegaron sabores y olores que me trasladaron a los días de playa y sol que habíamos vivido este verano. Ambientes de brasa, cerveza y vino, hambre saciada y ganas de repetir. Ciertamente se merecían ser recordadas.


Los arroces de este verano fueron espectaculares, desde los hortelanos con mucha verdura y carne en la que el arroz compartía todos los sabores y estaba casi más rico que todo lo demás, y es mucho decir.


Hasta un arroz con bogavante del Cantábrico que hicimos cuando vino Josema y Cris a visitarnos que no estaba espectacular, estaba lo siguiente. Algunos disfrutaron chuperreteando a los pobres bogavantes que tuve que asesinar antes de que cayeran en la paellera, yo disfrute con un arroz que estaba sabrosísimo.


Y por supuesto no faltaron las barbacoas y los chuletones a la brasa, carne asturiana que se deshacía en la boca. Tostada por fuera y hecha por dentro (lo siento para los que les guste la carne poco hecha) pero muy tierna y nada jasca. Lo siento si os he dado hambre, pero que sepáis que a mi me ha entrado mucha nostalgia gastronómica y de la otra.

lunes, 21 de octubre de 2013

La ciudad se oscurece



Por delante me aguarda una noche larga de trabajo y creatividad. Por detrás todo un día de duro trabajo y cansancio. En medio una ciudad que se despereza entre las luces de las farolas y un sol que se esconde disimuladamente entre las nubes. En las casas pocas luces, o todo el mundo está fuera o ya duermen entre los abrazos de sus televisiones que todo lo adormecen. Algún coche circula despacio como para no hacerse protagonista de la noche incipiente.


El cielo recorta la silueta de una ciudad, el museo Pablo Serrano desdibuja sus formas y se convierte en algo más compacto como el resto de los edificios. En los pisos puntos amarillos sobre negro como cuando dibujaba de niño la noche llena de estrellas. Antenas y grúas desafían al silencio. Por un momento la naturaleza y la vida son más fuertes que mi día a día, me relajan y me atraen a partes iguales.


Poco a poco, coincidiendo con el adiós del sol, las luces intensas surgen de las casas, algunas con gran potencia, casi como si fueran un escenario en la noche. Unas amarillas, otras blancas, otras verdes-azuladas, el resto grises casi negras. Fachadas que se desdibujan, familias que descansan, habitaciones que no duermen, sueños que comienzan y un cielo que se apaga.


Mientras la ciudad se oscurece y empieza a dormitar, yo me despierto y recuerdo lo que me queda por delante y lo de menos es el sueño. Dejo la ciudad libres de mis pensamientos y vuelvo a la vida virtual, que la real, la he tenido por un momento delante mío.

viernes, 18 de octubre de 2013

Parecidos razonables 001: De Virgin a Viryin's



Paseando el otro día por la calle Pilar Lorengar en Zaragoza me topé con este singular bar-café-pub con el sugerente nombre de Viryin's en unos sitios y Viryin en otro. No me pude reprimir a tirar unas fotos e inaugurar una nueva sección en el blog de "parecidos razonables", y es que algunas marcas o empresas hay que reconocer que tienen mucha guasa.


Hay que reconocer que la "g" de la marca original según se mire también se podría interpretar como una "y", y el parecido con Viryin de Virgin no es pura casualidad. Para que no faltara detalle el color también es semejante y hasta el rabito izquierdo de la V se ha cuidado.


En el letrero de arriba pone Viryin aunque a la derecha lo pluralizan, sólo los autores conocerán tan profundo secreto. Viryin, toda una marca cañí.

martes, 15 de octubre de 2013

Fiestas de Gracias en Anguiano III: una cuesta de vértigo



Parecía mentira pero los días pasaban muy rápidos, después de un sábado fulgurante entre danzas, comidas de familia y conversaciones de amigos, el domingo se presentaba irremediablemente con el sabor de la última copa y el sonido de la casi última canción. Por delante un nuevo día de fiesta, de zancos y familia que había que intentar estrujar al máximo.


La mañana amaneció fría, pero enseguida el sol se hizo dueño y ahuyentó a las temidas nubes que habían fastidiado un poco la danza del sábado, convirtiéndola en un desafío a la razón. Las calles de Anguiano poco a poco se comenzaban a teñir de gente, con turistas y vecinos de otros pueblos que se acercaban al sonido de las dulzainas y las castañuelas. En un segundo la plaza ya era todo un hervidero, la fiesta estaba por comenzar.


Mi hermano, su mujer y mi sobrino Daniel se encontraban bien apostados en una de las esquinas del atrio de la iglesia. Los saludos se repartían por un lado y por otro, mientras los danzadores ajustaban sus zancos a sus tobillos y rodillas por los más veteranos. El ambiente era puramente familiar, la fiesta de momento no era protagonista y todo se desarrollaba con una enorme tranquilidad.


Alguno de los danzantes hasta silbaba para pasar el rato. Sorprende su tranquilidad ante lo que les viene encima, ya ninguno se acordaba de lo pasado ayer, su juventud no es acorde con su personalidad cuando se calzan unos zancos y se visten como sus antepasados, parecen imbuidos por una gracia especial que los hace diferentes.


Poco a poco en la plaza todo estaba por comenzar. A mi este año me tocaba ver la danza desde una perspectiva un tanto diferente, con mi hija a los hombros intentaba tomar las fotos como podía y había optado por seguirla desde detrás, viendo la cuesta hacia abajo, algo que no suelo hacer.


El tambor comenzó a sonar y el silencio se hizo a las puertas de la iglesia, todos, todos, danzadores y público se comenzó a colocar en su sitio, como si todo estuviera preparado. Los nervios comenzaban a aflorar y la tensión se palpaba. Después uno a uno comenzaron a saltar sobre las escaleras ante los ánimos de la gente y los felices brazos receptores.


Al llegar abajo, un pequeño descanso para dar tiempo a que la gente comenzase a bajar la cuesta y colocarse en cualquier hueco. La música no dejaba de sonar dando un aspecto de banda sonora a lo que estaba por venir. Un último baile al pie de la cuesta y todo se comenzó a acelerar.


Colocado desde arriba es difícil ganar posición para hacer buenas fotos, y menos con un niño sobre los hombros, y más no siendo el único, pero lo que si es cierto es que impresiona mucho más ver la caída de la cuesta sobre la que se lanzan, el vértigo es tremendo y la cuesta se hace infinita.


Los danzadores se iban colocando de espaldas a lo que les esperaba, intentando llevar el ritmo de la música y mirando una última vez para ver si la calle estaba despejada. Sin pensárselo dos veces se lanzaban al vacío, como peonzas que inexplicablemente siguen un camino recto. Unos más rápidos, otros más lento, pero todos con un valor que impresiona.


Poco a poco íbamos descendiendo con ellos. Ver sus caras de frente cuando ellos tenían la cuesta a su espalda, con ese desafío en cierta forma arrogante a lo que está por venir, impresiona un montón. La música sigue, la gente chilla y todos buscamos en el punto final de la cuesta un feliz desenlace. Hasta que finalmente ya casi estamos tan abajo que todo termina con un suspiro de alivio por parte de todos.




Ahora ya sólo quedaba ir de rondas por los bares, comer en familia y lamentablemente marchar para casa con el cuerpo agotado, pero deseando que pronto ya vengan las fiestas de julio y volvamos a repetir un rito que nos hace diferentes.

29/09/2013

Fiestas de Gracias en Anguiano I: danzando bajo la lluvia
Fiestas de Gracias en Anguiano II: Piñarrada 2013

lunes, 14 de octubre de 2013

Fiestas de Gracias en Anguiano II: Piñarrada 2013



Una vez más los Piñarras se volvieron a reunir por Gracias, lo que comenzó como una petición graciosa al calor de una noche de verano en fiestas de julio, hace ya unos años, entre bar y bar, y cerveza y cerveza en una petición a José Félix como el más veterano de los Piñarras, todos nos volvimos a juntar con una sonrisa en la boca y con ganas de contarnos cosas y vernos las caras sin las prisas del día a día. Una buena excusa para juntarnos y recordar que todo lo bueno hay que cuidarlo.


No pudieron estar todos, pero es difícil juntar a un clan que precisamente pequeño no es. Nos juntamos en la Cabaña, nos prepararon un ambiente muy agradable y tranquilo, todo un salón para nosotros con una mesa que recordaba a la de una boda (que se lo digan a Pedro y Maite que parecían los novios) en forma de "U", pero luego ya nos encargamos todos de movernos de un lado a otro para vernos todos.


Además de las generaciones directas cada año, por suerte, se suman los más jóvenes y van haciendo piña o piñarra con los más veteranos. Así fue un placer contar este año con Raúl, Ana, Andrea y Elena, que se encargaron de tomar una de las esquinas de la mesa, reírse mucho y charrar de sus cosas.


Por el otro lado de la mesa José Félix, Magdalena, Tito, Maite, Richar, Raquel, Lucía y Lidia, entre otros. Todo un grupo donde las botellas de vino no faltaban y Richar no hacia otra cosa que mirar por la ventana aguantando la maldita lluvia que presagiaba una bajada de la cuesta complicada, aunque reconoció que haciendo pronósticos es mucho mejor Rapphel que él.


Por la otra esquina Lidia, Marino, Dani, Estela, Chini y Esteban cerrando la esquina. Les tocó aguantar un poco la ventana y el fresco que entraba por ella tras la lluvia que estaba cayendo. Esteban aguantaba como podía después de tener una inflamación considerable en la boca por las malditas muelas.


Justo en el centro de la mesa presidencial Maite y Pedro Ignacio, que aunque aquí parezcan algo separados pudieron disfrutar de una segunda celebración matrimonial, al grito de ¡viva los novios!, aunque los padrinos de las esquinas tampoco se pudieron librar.


En la otra esquina Chuchi, Justo Luis y Begoña todo un clan que junto con Pedro Ignacio hacían un cuarteto de miedo. De la comida como podéis ver tan sólo dejaron los restos, de una comida, que por cierto, estuvo muy bien y servida toda en su momento.


Justo enfrente mío y al lado de justo, para ser justos, Fernando custodiaba a David o al revés, junto a ellos la madre, Raquel y Ana con June y Naia. June duró poco, ya que como se aburría, me la llevé para dejarla con sus abuelos. Con Raquel tuvimos la suerte de poder charlar y comentar cosas que la distancia no nos permite.


Aquí podéis ver como los padrinos se besaron con mucho cariño y fervor, para desgracia de la muela de Esteban y calorcito de la nuca de Justo Luis. No os perdáis al pequeño David como se pica de envidia y le regala un besazo a Raquel.


Pasamos un gran rato juntos, entre platos que iban y venían, botellas de vino que se vaciaban y cotilleos, muchos cotilleos. No faltó la anécdota de ultramar y cómo las redes sociales a día de hoy no perdonan ni las mentiras ni los secretos, la pena es que al final se haga protagonista de una historia a gente que no tiene nada que ver con nada y no saben ni lo que es el "feisbus".


Otra de las grandes protagonistas de la comida fue Naia, la última incorporación de los Piñarras. Naia aguantó un buen rato dormida, pero cuando se despertó y tomó el menú particular de su madre, todos se peleaban por tenerla entre sus brazos, y ella con lo buena que es, no se quejaba para nada.


Raúl nos demostró que es capaz de tener un bebé entre sus brazos, aunque cuando le dijeron que se había cagado se encargó con rapidez de endosarle el paquete a otro, pero por suerte era una falsa alarma, esperemos que Naia no te lo tenga muy en cuenta en el futuro.


Elena también se dejó convencer por el instinto maternal y se hizo con Naia, para sorpresa y risas de sus compañeros de mesa. Por suerte, hechuras no le faltan.


Lucía, una anguianeja de pro, se hizo con Naia con su naturalidad y su sonrisa. Las dos parecían estar pasándoselo de maravilla.


Su tía Maite no se quiso quedar atrás y aunque parezca que su tío Esteban no hacía mucho caso, no es verdad, también le dedicó sus buenos mimos a su sobrina.


Y así pasamos un rato maravilloso, que como siempre se nos hizo más corto que largo, con un montón de Piñarras disfrutando de una herencia de la que pueden estar muy orgullosos, y en la que los nietos y los hijos de los nietos encuentran la excusa perfecta para pasar un buen rato juntos.


Ánimo que ya queda menos para el año que viene. Por suerte en esta última foto pudimos pillar a la pequeña Raquel, que encantadora con los niños, viajaba de un lado para otro y casi consigue no salir en ninguna foto, lo mismo que me pasó a mi, pero ese día los protagonistas son ellos, los Piñarras.

28/09/2013

Fiestas de Gracias en Anguiano I: danzando bajo la lluvia
Fiestas de Gracias en Anguiano III: una cuesta de vértigo

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