martes, 6 de julio de 2010

What's the chinchimina



Hablar de chinchiminas me retrotrae a otros tiempos. En una primera fase, me lleva a fiestas de San Lorenzo en Huesca, mis primeras fiestas oscenses, calor de agosto sobre las camisetas, pañuelo verde -todos al cuello, yo en la muñeca por llevar la contraria-, Josema a mi lado y el resto de amigos de la cuadrilla, Jesús, Felix, Tin, Santafé…, y todos los que se encontraban por el camino -en Huesqueta cada dos pasos saludan a alguien-, mucho machote suelto para una ciudad en fiestas, en la mano una jarra con bebida que se acaba y era sustituida por otra, la noche llena de gente, mucha gente, chicas guapas sudorosas rodeadas de moscones pegajosos, bailes en los bares quedándome con la peña bailando por Michael Jackson, en otros me ponen Itasku de los Combays y me entra la vena sentimental, me lo paso bien y estoy como en casa. Las mañanas son duras, se duerme poco y al salir el sol le mete una bofetada a los ojos y éstos doloridos se niegan a abrirse, almuerzo reponedor, paseo por el parque, muchas risas y vuelta a empezar.


Y es aquí el segundo día de mi primer San Lorenzo donde tuve mi primera experiencia paranormal, después de comer y de gran sobremesa para empezar la segunda noche me llevaron a un sitio típico de Huesca a probar sus famosas chinchiminas, al principio creía que estos vacilones oscenses me querían tomar el pelo, pero les seguí la corriente. Me llevaron a un bar entre callejas, que ahora buscando en la red creo que era el bar El Pasaje -me lo confirmas Josema-, era un bar que recuerdo pequeño, con madera en las paredes y que todavía estaba vacío de gente y bullicio, primero nos pedimos los carajillos para hacer la digestión, todos los pidieron normales o de Bayleys y el yo carajillo de tequila, por eso de llevar la contraria, una vez tomado ya nada nos podía sentar mal y pasamos a la chinchimina -que ciertamente existía- en un vasito para cada uno el del bar vertió un líquido oscuro marronáceo que tras acabar, hizo un gesto con la cabeza diciendo "venga, p'alante" y eso tuvimos que hacer mientras el camarero nos miraba como quien mira al que se va a suicidar y no se quiere perder nada, es de esos momentos cuando beben juntos los amigos en los que aunque lo que te bebas sea gasolina pura en tu cerebro sólo se repite una frase "mariquita el último". Y calló p'dentro la chinchimina, no era malo, pero era dinamita pura, nadie sabía lo que era y de que estaba compuesta, pero lo mejor era que nadie lo quería saber. Y de repente un inconsciente dijo la pregunta equivocada en estas situaciones: "¿otra?", y un grupo de inconscientes dijo la respuesta equivocada en estas situaciones: "venga". Así salimos del bar, como motos y dispuestos a comernos Huesca en otra maravillosa noche de amistad.



La segunda vez que probé las chinchiminas, o mejor dicho txintximinas, fue en Gasteiz, Vitoria para los amigos, ya salía con Ana y parecía el pastor de su grupo de amigas, eso parecía por fuera, si alguien conoce a esas vitorianas -algunas de Adurtza para más señas-, de ovejitas nada, eran ovejitas pura sangre, de las que no te dan un beso si no te conocen por si acaso, de las ovejitas que pillan a la ovejita Dolly -recién ha cumplido su aniversario- y mientras está pastando han hecho dos chupas y un gorro de lana y han dejado a la pobre Dolly como un científico la trajo al mundo. Esas noches en Vitoria eran más frías que las de Huesca, pero cálidas en risas y sentimientos, eran noches de sorpresas y de imaginación constante, de mucha gente en los bares, de cuadrillas, eso si, ellos por un lado, ellas por otro lado y yo en medio, eran noches de música alta y con grandes dosis de rock-metal-hard-duro-radikal-vasco, con pequeñas y maravillosas canciones de Doctor Deseo en el Xavier o en el Okendo, de reggae en los cantones, de sandwich en Los Arcos, de recorrer la Pinto, la Kutxi, la Zapa, de rula, rula, rula, de cuestas, de aceras mojadas, de zuritos y marinitos, de pocos malos momentos y muchos buenos, de esperar el autobús de madrugada y de soñar. En este grupo de locuelas gasteiztarras había dos bandos, las borrokas y las no-borrokas, eran y son geniales, en una misma calle todos juntos charlando y de repente unas al bar de la derecha y otros al bar de la izquierda, la diferencia entre los dos, las pintas de la gente, la música, el nivel de luz y me imagino otra forma de ver la vida siendo buenas personas en ambos casos.


Pero en Vitoria también hay chinchiminas y las probé en el Jatorki, en la Pinto, -o al menos eso creo-, era un bar de las no-borrokas, pero de vez en cuando y si no había mucha gente dentro las borrokas accedían a entrar, aunque preferíamos el Extitxu, ciertamente, es que no vi nunca esta actitud al revés, será la tolerancia del lado oscuro-, es curioso pero este bar a diferencia del de Huesca era más grande -tampoco mucho más- pero también estaba decorado con madera, diría que con la misma madera, tenía unas mesas de esas que a las dos de la tarde para el chiquiteo están bajadas y por la noche se pliegan sobre su visagra y se quedan colgadas sobre la pared de piedra como si fueran cuadros de madera, en este bar se llevaba la música del momento, música de radio fórmula pero que te hacía cantar y bailar, y allí volví a a probar la chinchimina, con el mismo aspecto exterior, pero he de reconocer que el recuerdo del sabor de la de Huesca era mejor que esta, tal vez será por que habían usado ginebra Lorios o Bambay o Tonkeray o cualquier producto de Chinatown, pero nos la bebimos, aquí no todos, sólo algunos, y salimos del bar dispuestos a comernos la noche fundando el Komando Etxebarribergalarra o dispuestos a hacer cucarachas en las ventanas de las bares en fiestas de la Blanca, pero esa es otra historia.

Y todavía no he dicho qué es la chinchimina, hay diferentes versiones de composición, pero según he encontrado y por el sabor de lo que yo bebía es ni más ni menos que un 70% de moscatel y un 30% de ginebra, pasa fenomenal por el dulzor del moscatel, pero tómate unas cuantes y verás ddoobbllee, pero si puedes no te prives de pedirla, te traerá un montón de recuerdos.

Os dejo con la canción de Combays "Itasku" y con un clásico de Doctor Deseo "la chica del batzoki",increíble el vídeo y Francis con pelo, más todavía, que de recuerdos por Dios.



6 comentarios:

  1. Como te lo pasas y luego dices el alcohol siempre esta presente, como te gusta joiooo esa mezcla no la ha probado el Alfonsito que es el de las mezclas raras.

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  2. Ja, ja, ja, si la prueba el Alfonso lo tenemos dale que dale por las esquinas. ¿De dónde sacas esa idea de que a mi me gusta el alcohol? pero mira que eres mala.

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  3. ¡Qué tiempos aquellos! Madre del Amor Hermoso, pero que nos quiten lo bailao, no?
    Antes como no había mucho dinero había que beber algo barato y que te pusiera el puntillo pronto y la chinchimina lo conseguía, la verdad.
    Por cierto, para que no se te olvide, otro día tienes que contar algo sobre los tiempos del zig-zag.

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  4. Queda claro que el efecto de la chinchimina te ha nublado la memoria. En la época a la que te remites, el bar de la chinchimina se llamaba el Ballesteros. Después, la persona que regentaba el bar cambió de local y efectivamente se llevó consigo su chinchimina al bar el Pasaje donde durante años siguió sirviendo ese brebaje. En cuanto, a los carajillos, efectivamente nos acompañaban siempre en las sobremesas de San Lorenzo, pero en el Bar la Plancha, un bar situado en una de las callejuelas del casco antiguo que se encentran debajo de la Catedral.

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  5. No me puedo creer que tu aparezcas por aquí, te quiero ver más veces. Efectivamente como has podido comprobar las chinchiminas nublaron ya mi cerebro, con que el Ballesteros, la verdad, que ahora que lo dices me suena, y lo de los carajillos lo confirmo tambíen era en la Plancha, ¿porqué ya no me llevas a esos sitios?, no hace falta que me contestes ya se que vas a decir que por que no voy. Gracias Josema por entrar en este humilde blog.

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