martes, 5 de febrero de 2013

Eskroto y Patuchas, dos vidas y un mismo final / Parte II




Desfases y crisis


Los conciertos se continuaban para Tijuana in Blue, tocaban en locales, en tugurios de cualquier tipo, en pabellones y en muchas ciudades, al igual que su implicación con los problemas sociales, participaban en grupos de okupas, manifestaciones y en cualquier acto reivindicativo.


Al éxito le siguió el mismo camino del desfase, raro el concierto en que subían serenos al escenario cualquiera de los dos cantantes del grupo, tanto Jimmi como Eskroto caminaban por la línea oscura sin ningún miedo.


Sus conciertos eran un puro espectáculo, como el que montaron en su última gira en la que recogían frigoríficos tirados de la calle y los llenaban de vísceras, cabezas de cerdo y desperdicios de animales que luego lanzaban al público. En el atrio de la iglesia de Durango realizaron un espectáculo de magia negra y luego lanzaron vísceras de atunes enormes.


Cantaban igual gratis en una plaza de un pueblo que en una gira con promotores, la clave era divertirse siempre, disfrutar de la vida al límite. Eran años de gaztexes, radios piratas, fanzines y rock radical vasco, y su anarquía, fiesta y carácter descacharrante les venía como anillo al dedo.



Su intervención en el programa Plastic totalmente borracho y hasta durmiéndose en la entrevista fue muy recordada en su momento, y todavía estaban en el 1989. Escuchar a Eskroto todo un lujo con su franqueza y naturalidad. Un vídeo sin desperdicio que podría ser una historia de Pedro Pico y Pico Vena de Azagra.


El camino sin retorno se había iniciado y pronto diferencias dentro del grupo, una bronca del copón como decía él mismo, hicieron que Eskroto se saliera del grupo y emprendiera un rumbo sin destino en solitario, una bajada a los infiernos, aunque como bien decía, "el infierno no es para los rockeros, el lo había vivido en persona (leer la carta). En 1991 Eskroto ponía punto a su recorrido con los Tijuana in Blue.


Pabellón Psiquiátrico llevó su primer disco a todos los escenarios con una puesta en escena paranoica a veces y siempre envuelta en una locura delirante en el que Patuchas se convertía en un puro espectáculo. Todo era una fiesta y los altibajos comenzaban a afectar al grupo.


Los conciertos continuos de un principio empezaron a dejar paso a una decadencia del grupo que le llevó al más absoluto de los silencios, ya casi ni era reconocido por la gente, y los que se habían quedado con el grupo irreverente del primer disco no los encontraron en los últimos.


"Si la vida es un teatro, yo me siento como el chico que no tuvo dinero para la entrada". El grupo había entrado en decadencia y ya las canciones no fluían como antes, la magia parecía desaparecer y ya había muy poco por lo que luchar y mucho por lo que retirarse.


En 1992 Patuchas decía adiós a su grupo de toda la vida, lo enterró y jamás lo despertó de sus cenizas, sus divertidas canciones dieron paso a otras más tristes, canciones que nacían desde mucho más adentro.


Mientras el grupo caía la discográfica aprovechaba para reeditar sus discos y las joyas de su primer disco, aunque ya no volvieron a la primera escena musical.


Patuchas inició desde ese momento su particular bajada a los infiernos, en un intento de reencontrarse de encontrar el camino y el estilo para sus canciones, odiándose por no ser capaz de conseguirlo, aunque él sabía que dentro tenía muchas cosas que contar todavía


Nuevo aprendizaje



A Marco Antonio siempre le había gustado, como buen navarro, las rancheras, y al descubrir la música de Los Tigres del Norte todavía más, ya en su etapa de Tijuana in Blue flipaba con Los Lobos. Por casualidad entra en contacto con un mexicano con el que se compromete a intercambiar música. Marco Antonio quería escuchar a Tigres del Norte, Los Lobos, Miguel Aceves Mejía, Jorge Negrete y música norteña para luego descubrir otros grupos y otras formas de entender las rancheras con letras de compromiso social.


Pronto se marchó sólo para México con un dinero que consiguió ahorrar. Partió desde  Mérida, donde intercambió discos con su amigo mexicano y descubrió a grupos norteños de los que no había oído hablar nunca y los narcocorridos, se compró más de 50 discos el primer día y durante los tres meses que recorrió el país mexicano los arrastró de un lado a otro.







Viajaba con una guía, un mapa y su mochila llena de discos. México supuso para Marco Antonio una huída, en la que encontró su paraíso, le sirvió para poner orden en su cabeza y volver a reencontrarse, un encuentro con las cantinas y esa idea del sentir mexicano de que la vida no vale un carajo, de que las cosas se llevan hasta el límite.


Después de tres meses Marco se sentía nuevo, lleno de ganas y de vitalidad, cargado de música y de una mochila repleta de discos que se lamentaba de no haber comprado el último día. De vuelta creó un nuevo personaje, Gavilán, con un nueva idea de grupo, se volcó en escribir rancheras sociales y llevó toda su experiencia mexicana a la radio con un programa en el que ponía todos los discos que había acarreado en su viaje errante mexicano.


Por otro lado Juan Antonio se trasladó a Granada para estudiar Filología Hispánica, y luego a Madrid, donde retomó sus estudios de Arte Dramático, compaginando sus dos grandes aficiones del cine y del teatro. Nunca dejó de escribir y de componer canciones, y pronto empezó a tomar cuerpo un nuevo proyecto más personal e íntimo, más de cantautor.


También se dedicó a componer canciones para otros, como para Alejandra Guzmán a la que le compuso "Como las nueces"y "Guerra fría". Se reconvirtió a si mismo en cantautor y juglar de café, amante de los espacios pequeños y con un repertorio que variaba de un día a otro. Se reencontró a sí mismo entre los libros y sus escritos, compartía confidencias con Martirio y otros artistas que le abrieron a dominar su personalidad para centrarse más en el Juan Antonio músico.





Resurrección


En 1992 se enfundó un gorro tejano, un traje norteño y perilla, al estilo de Chalino Sánchez y tantos otros que se había hartado con gusto de escuchar una y mil veces. Entendió su música, les puso letras de lo que sucedía en Iruñea, en su barrio o lo que le pasaba a sus amigos y fundó  Kojón Prieto y Los Huajolotes, los reyes del Napar-mex.


Se volvió, si cabe, más reivindicativo que nunca, en sus canciones cantó en contra del ejército con el tema de la insumisión mientras alguno de sus Huajolotes ingresaban en la cárcel por ello, defendió el euskera en Nafarroa y cualquier causa que además de apoyarlas con su voz, las apoyó con su presencia y tomó sedes de partidos políticos para reivindicar y protestar por todo aquello que creía.


Detrás de su imagen folklórica había mucho más. El grupo tenía una lista de miembros que variaba según el día, llegando hasta los 24 componentes. En 1993 arrancaba el proyecto Kojón Prieto y Los Huajolotes ralizando tres discos: ¡Agárrense que llegan los reyes del Napar-Mex!, Síganle compadres y ¡Salud cabrones! y un recopilatorio.


En ¡Agárrense que llegan los reyes del Napar-Mex! destacan canciones como Txibato, Pequeño saltamontes, Malditos vecinos, Eres un hada, El hedonista e Insumisión, aunque el resto están también a un gran nivel. Su ruptura con Eskroto y Tijuana in Blue es total, pero sin embargo sabe enlazar con la gente como nunca antes lo había hecho y su música traspasa a todo el estado nacional.











En 1994 contrataca Gavilán con "Síganle compadres", un album continuación del anterior y que contiene grandes canciones como Canción de risa, Como una ola, Txus (versión de la canción de La Pollar Records), El mariatxi y Bilbainada entre otras.











En 1995 ¡Salud cabrones! salía a la luz el último trabajo en estudio de los Kojón prieto, trece canciones que continuaban con el recorrido de los discos anteriores, pero que ya a Gavilán se le hacía largo de nuevo el proyecto y de nuevo se volvió a encontrar cansado y fatigado de ideas. En el disco destacan canciones como Carcelero, Rosa de invernadero y Los kekes, entre otras, aunque es un disco que no se puede comparar con el primero en calidad.









En 1995 Kojón Prieto y Los Huajolotes desaparecía dejando detrás tres álbumes impresionantes


Juan Antonio volvió a la escena en 1996, bajo el nombre de Juan Antonio Canta con un único álbum, "Las increíbles aventuras de Juan Antonio Canta". Grabó 15 canciones en un garaje de forma artesanal, 15 letras cargadas de su personalidad, pero ahora mucho menos visceral y más calmada, pero con una ironía, voz rota, surrealismo y pesimismo en las dosis exactas demostrando la plena madurez de su estilo.


El disco destila susurros e ironía cargados de una profunda tristeza que se asimila con un nuevo look más cuidado al estilo de un cantautor. Destacan joyas como Copla del viudo del submarino, que versionera luego La Cabra Mecánica, Cama roja, Si tú, si yo y La jaula de los monos entre otras.











Presentó estas canciones en el teatro Alfil de Madrid a principios de 1996. Antes, se había hartado de tocar en pequeños garitos de Córdoba, en el Limbo, Madrid y de otras ciudades, acompañado de su tristeza y su guitarra acústica, a pelo en frente de su público.


Aquellos que le pudieron oír antes de que pasara a ser más conocido no habrán olvidado sus conciertos y la creatividad que salía de ellos. Sus "increíbles aventuras" quedaron en forma de canción hablando de la derrota y la soledad, del rechazo de los otros y del amor como motor de vida. Juan Antonio y una guitarra, una guitarra y el público.


Nuevos motes



A Marco le pusieron en el país azteca el nuevo mote de Gavilán, el de Eskroto pegaba poco con el nuevo proyecto de Kojón Prieto y Los Huajolotes. Era un nombre típico de músico norteña, plagado de águilas, buitres y otras aves, pero que refleja bastante bien su nueva filosofía, sus ganas de volar por nuevos mundos musicales, aunque sin perder su fiereza y su casta cazadora.


Para Juan Antonio, Juan Antonio Canta fue su nuevo mote y apodo artístico, que según el mismo contó en una entrevista, nació cuando actuaba en diversos locales de Madrid, en los que actuaba, hacía de camarero y de lo que hiciera falta. Al preguntar alguien ¿Quién actúa esta noche? y ante la respuesta "Juan Antonio", el primero volvió a preguntar "¿Juan Antonio canta?" y la respuesta "Sí, Juan Antonio canta" creó el apodo y así se quedó, con un nuevo nombre que aludía a su cercanía y a lo poco que le gustaba el mundo mercantilista de la música.

Eskroto y Patuchas, dos vidas y un mismo final / Parte I
Eskroto y Patuchas, dos vidas y un mismo final / Parte III

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