Concluyo este primer recuerdo merecido hacia Leache-Leatxe, que siempre he considerado como el pueblo de mis orígenes. Nuestra casa, la blanca con una franja gris de cemento, era un antiguo corral que estaba junto a la casa de Valentín Goñi y Nemesia Moriones, justo la que está a la derecha y que ahora es de casa Salaverri. Ese corral lo heredó la Visitación, una de las hermanas de mi abuelo, arregló la casa y allí vivió junto con su hermana Paulina y Félix cuando volvieron de Argentina. La casa pegada a la izquierda era la casa que construyeron mis abuelos y que ahora es de casa Martinillo. La fachada era toda de piedra, y un verano, mientras rabiábamos mi hermano y yo, por no poder ir a la piscina, nos tocó subir calderetas de hormigón arriba y abajo para arreglar el tejado y rebocar toda la fachada.
La puerta sigue siendo la misma que tenía la casa de la Visi, con la gatera semi-tapada para evitar que entren animales en nuestra ausencia. En el frontal de la puerta todavía aguanta un cristo bendiciendo la casa, que tras capas y capas de pintura se disimula sobre un color marrón. Veo la puerta y me parece oír su ruido al abrirse y cerrarse en un no parar en casa. Beatriz me recordaba el otro día pintando la puerta y cantando "Angelitos negros" de Machín, para risa de toda la chiquillería del pueblo, que acudían a esta puerta buscando nuevas aventuras mientras sus padres los echaban de casa para poder tener una siesta tranquilos.
El suelo lo reformó mi padre, en origen eran unas planchas de cemento, en alguna parte se agrietaban y poco a poco se iban levantando, mi padre también colocó escayola en toda la casa, con un esmero y esfuerzo que recuerdo mientras nosotros no le ayudábamos y disfrutábamos entre la piscina, el frontón y el atrio, allí abandonábamos al hombre que llegó a un grado de perfección con las placas digno de elogio, siempre disfrutaba trabajando, no sabía lo que eran unas vacaciones sin hacer nada.
De la planta baja se abrían a la izquierda el corral y al fondo la bodega con los silos para el trigo. En el corral todavía se conservan las paredes de piedra, una encima de otra y arrejuntadas con barro. Mucho tiempo hace que en la casa no hay ni mulas ni gorrinos, pero tengo recuerdos de pequeño cuando veníamos a visitar a la familia de Leache y esa oscuridad y olor especial que desprendía la pocilga y los cerdos, y como me sobrecogía a un niño de ciudad, al ver como se lanzaban a por la comida cuando la Visi les echaba un pozal con patatas malas y peladuras de fruta, asomaban sus morros por fuera y gruñían como locos mientras devoraban la comida en segundos. Todavía sobre alguna pared queda algún azadón que ya hace mucho tiempo dejó de tener un sentido y un fin.
Las escaleras conducen hacia el primer piso, siempre me encantó la baldosa que las cubría, sus colores y el trampantojo de su perspectiva me atraían en un incipiente origen de diseñador. Sobre los peldaños se rematan unas tablas de madera, que en nuestro ímpetu juvenil de subir las escaleras de dos en dos y a ser posible de tres en tres, en más de una ocasión hemos catado con los dientes. Miro las escaleras y me veo bajando como un loco, agarrándome con el brazo derecho a la baranda y haciendo palanca en su parte final conseguía realizar el giro mucho más rápido, aunque se quedaban temblando todas las varillas y en más de una ocasión tambaleaban, no sé ni como aguantan todavía en pie.
En el rellano de las escaleras del primer piso nos espera uno de esos regalos horrorosos que se hacen en el fragor de la juventud para celebrar el día de la madre. Es un plato de cerámica que posa vertical sobre la pared, con un centollo en una base de arenilla y al pie de un mejillón abierto, todo bien colorido y realista, lo miro ahora y me imagino la cara de alegría que se le quedó a la dependienta del Corte Inglés cuando mi hermano y yo lo compramos para regalárselo a mi madre, en un esfuerzo ímprobo tras rascar y rascar de la paga de fin de semana. Mi madre con mucha educación lo aceptó y mostró su alegría, me imagino que más por el detalle que por el regalo en sí mismo, durante un tiempo nos acompañó en la cocina de casa de Zaragoza, pero en cuanto se pudo se le condenó al exilio en la casa de Leache.
En la cocina todavía aguanta la cocina económica de leña de marca Orbegozo, con sus dos fuegos, en invierno todavía la pone a prueba mi padre y sigue tirando con cariño y nostalgia. Su tiro pintado en blanco se camufla con la baldosa y sobre la placa los discos que me hipnotizaban de pequeño cuando veía como mi padre los abría con un gancho metálico e introducía en ellos papel de periódico y astillas para que prendiera rápido el fuego, luego de ellas salía un calor acogedor y de su agujerito pequeño surgían pequeñas llamas de fuego que recordaban lo que pasaba debajo. Sobre ellos mi madre aprovechaba cacerolas y pucheros para mantener la comida caliente.
En el frontal, la puerta que daba acceso a la leña para mantener el fuego caliente, con la medida exacta para los tronchos de madera que salen de partir un tronco mediano en cuatro partes. Debajo la puertecilla en la que se iba recogiendo la ceniza, era lo que mis padres nos permitían hacer de pequeños, con una pala a medida rascábamos hasta el fondo, para limpiar bien los restos que quedaban de la madera carbonizada. Todas las mañanas, con el frío en el cuerpo era todo un rito ver a mi padre preparando ese fuego vestido con capas y capas de ropa en una casa que se enfriaba tan rápido como se calentaba.
A la derecha aguardaba el horno, con su capa de pintura plata reluciente, no recuerdo de usarlo nunca, pero la Visi si que le tenía tomada la medida y cuando éramos pequeños nos hacía un bizcocho que nos sabía a gloria, recuerdo que además nos preparaban relleno frito en rodajas con tomate casero natural, el relleno es un producto que se hace en la zona a base de huevos con arroz y especias y que se embute como si fuera una morcilla, curada queda de un color amarillo y sabe exquisita. Félix que no tenía gaseosa y de pequeños nos daba rabia, nos decía que en Argentina tenían otra cosa, que eran los "polvos de Birbiloco", que no era otra cosa que los sobres de gaseosa "Tigre" y que veíamos como los echaba sobre el agua y producía un producto como la gaseosa, nos imponía tanto el resultado mágico que dudábamos hasta de probarlo.
En uno de los laterales todavía guarda su marca, semioculta, entre tanta mano de pintura para ocultar el óxido y el paso del tiempo, y reza: "Nº7 Tipo Bilbao E. Orbegozo, Zumárraga". La fábrica de Esteban Orbegozo desde los años 30 del siglo XX suministraba cocinas a casi todas las casas del norte español, pasando del puchero en la chimenea al puchero sobre la placa, un claro antecesor de nuestras cocinas modernas. Parece mentira, pero la cocina económica o de leña todavía sigue ahí, recordándome los quemazos que me llevaba, cuando con torpeza la tocaba, y ella me avisaba de esta forma que estaba allí y que era intocable.
Al fondo, en un hueco sacado a la pared, todavía aguanta la despensa, con su pestillo de madera, todavía más al fondo se puede ver la puerta de la fresquera, el frigorífico de otros tiempos. En la despensa ahora reposan los productos de primera necesidad que mi madre amontona, por si aparecemos y queremos comer algo, allí se van acumulando alimentos, que con el paso del tiempo, algunos se convierten en verdaderas joyas culinarias. Sobre los laterales todavía aguantan algunas puntas donde se colgaban los embutidos que curados en el alto, se iban trayendo aquí para su consumo diario.
Si salimos de la cocina se abre otra puerta hacia lo que llamamos "el cuarto de la teja", en el que las tejas siempre nos han dado mucho mal, todo sea dicho de paso, por las goteras y el viento, no hace mucho tuvimos que arreglarlo ya que las lluvias habían conseguido abrirse paso en su techumbre de madera. El cuarto de la teja es un cuarto oscuro, con una luz que entra desde una claraboya artesanal, y que en la oscuridad se alumbraba con una bombilla de 25 watios que daba al recinto un aire sepulcral y místico. Esa luz se encendía desde la puerta con uno de esos interruptores antiguos en los que se giraba una palometa para hacer el contacto, y allí sigue todavía, activando, ahora con una bombilla de más voltaje, la luz del cuarto de la teja.
Sobre una de las paredes, de piedra en unos lados y de adobe en otros, ligeramente rebocada y encalada, la Visitación apuntaba el día que sus gallinas ponían, y lo hacía escribiendo en el trozo blanco así: "anpuesto el 27 de Mayo" tal y como se puede apreciar en la imagen. Todavía la pared guarda los secretos más íntimos de las gallinas y la falta de escuela en aquellas mujeres de entonces que tenían el día copado con unas tareas domésticas muy laboriosas y sacando tiempo para ayudar en el campo, pese a ello, tanto a la Visi, como la Paulina, las recuerdo en una mesa redonda que todavía sigue en la cocina, con un brasero debajo, la toquilla sobre los hombros, en una de sus manos un misal y en la otra un rosario de piedras negras, que cuidadosamente repasaban con los dedos sin perder ninguna cuenta.
En una de las habitaciones todavía perdura un antiguo lavabo, el lugar que debía de ocupar el cántaro con agua, lo ocupa unas flores de esas de plástico, que tanto le gustan a mi madre por no tener que regarlas nunca, pero hay que reconocer que no envejecen con decoro. A su lado un jarrón, estratégicamente girado para no ver el destrozo que de niños hicimos con él, en alguna de nuestras correrías, haciendo que le falte parte de su boca. Ahora el lavabo antiguo se ha convertido en un contenedor de objetos y en un curioso objeto que persiste al paso del tiempo. La tarima de madera es la original de la casa, abrillantada y barnizada en exceso para parecer más moderna, ya que su tono original lo recuerdo más mate y apagado.
Si subimos hacia el piso superior, las escaleras se tornan de madera, con una carpintería cuidada y con peldaños pulidos por el tiempo. Subir a este piso de pequeño, siempre me producía cierta curiosidad, como la que siempre me han producido los altos de las casas, en Leache éstas parecían conducir hacia un pasado reciente pero lleno de misterio. En el descansillo ya se dejaban ver un antiguo baúl de madera y a la derecha un taquillón de madera robusta, cruelmente tratado por el tiempo, de cajones imposibles y recovecos misteriosos, forrado en su base con papeles que esconden recibos de uva entregada por mi bisabuelo y que oculta tras de sí, un escondite que llevaba al altillo de la habitación, cuyo motivo o uso nunca he podido descubrir.
El arcón baúl aguanta solitario sobre la tarima de madera, es uno de los baúles que Paulina y Félix trajeron desde su emigración a Argentina, desconozco si fueron los que ya emplearon para salir desde su Leache natal. Félix era de casa Bernabe y se casó con Paulina, hermana de mi abuelo y de la Visi, en aquellos tiempos en que muchos españoles emprendían las Américas en busca de fortuna, se emplazaron en un viaje a Buenos Aires en busca de algo mejor, y allí marcharon los dos, el con su corpachón y esa risa socarrona, ella con su delgadez y sus misales, aquello no debió de ser lo que esperaban y pasado los años y el intento, volvieron a su Leache, recordando Félix en innumerables ocasiones aquella ciudad tan grande que era el Distrito Federal de Buenos Aires y que como siempre repetía, hasta los astronautas la veían por la noche de las luces que tenía, y nosotros como niños nos quedábamos obnubilados escuchándole y mirando su pequeña boina y ese curioso grano con pelos que le surgía de una mejilla.
A la izquierda se abre una puerta, decapada por el tiempo, abandonada a múltiples capas de mala pintura, con cerrojos antiguos que no se han eliminado todavía por no dejar su huella, y con otros que curiosos perduran en su forma y ruido. Cuando entras en estas estancias hasta los pasos marcan un ruido diferente, entre cabeceros de forja viejos amontonados, cubos para las goteras y en tiempos algún somier de los de muelles incorporados, se abre el altillo, cubierto de vigas de madera en cruces imposibles, que atestiguan la improvisación de la construcción de la casa, aprovechando maderas antiguas y reutilizando todo lo que se podía.
A la derecha de esta habitación se abre el palomar, al que se accede tras un pequeño escalón. El cuarto es oscuro y todo se recrea entre sombras y luces robadas. En sus paredes, techos y suelos se puede apreciar el paso del tiempo, desde paredes de adobe hasta ladrillos que han conseguido levantar la estancia hasta una altura más propicia para las aguas vertidas. Al fondo se acumulan mesas viejas, cedazos, botijos y jarrones de barro que acompañan a otro de los baúles que llegaron del otro lado del mar.
Junto al baúl, y sobre la madera carcomida de la mesa se aposenta una vieja plancha de hierro que se calentaba entre brasas y ayudaba a la Visi y a la Paulina a alisar sus vestidos negros estampados de figuras geométricas, pequeñas y repetitivas, cuyo color más claro era un gris oscuro. A su lado pesas de antiguas romanas, un jarrón infiltrado con alto relieves egípcios que delata su origen urbano, acompañando a los cántaros y tinajas de barro que en algunos casos se usaban para conservar lomo o costilla de cerdo en aceite.
Sobre el otro frontal se puede apreciar el escalón, la gastada tarima del suelo y la pared de adobe con una viga negra, por un incendio que sufrió la casa de un antiguo horno de leña, y sobre ella los ladrillos modernos que aseguran un tejado semi-arreglado del que huecos dejan entrar la luz. Ahora esta habitación está recogida y limpia, pero cuando éramos pequeños por sus paredes se amontonaban las cosas viejas y en desuso, y tapadas con sabanas viejas que se alumbraban por una bombilla de muy bajo voltaje, daban al cuarto un aspecto tan oscuro y siniestro como el del cuarto de la teja.
Y allí queda en esta, mi última entrega de momento hasta mi próxima visita a Leache, nuestra casa, en la mitad de la calle Mayor, en una ligera cuesta que nos conduce hasta casa de Orden y el frontón iglesia, de frente al antiguo corral de Lucio, recibiendo el sol de la mañana, arropada entre recuerdos de otros tiempos, de paredes que se sacan historias a cuentagotas, y con recovecos y cosas curiosas que me llevan a otros tiempos de infancia y juventud. Leache-Leatxe, un pueblo que nunca he olvidado y del que siempre llevo muchas cosas dentro, y para sus gentes, mis amigos de ayer y todos los que siempre te responden con un saludo familiar, gracias por haberme dejado vivir tan buenos momentos con vosotros. Gora Leatxe Taldea.
Considero que tú eres parte de nosotros.
ResponderEliminarEl hecho del nacimiento no identifica a la persona con un lugar. Sólo el amor a la tierra, a un paisaje, puede unirlos, y es evidente que en tu espíritu, vive Leache.
Todos los que lo sentimos y amamos, somos y ejercemos de Leache.
Muchas gracias, por que las múltiples imágenes de tu joven memoria, han escarbado una parte opaca, de mi ...digamos,... más " adulta " memoria.
¡ Espero la segunda parte !
Gracias por tus palabras, se agradecen y mucho. Nos vemos pronto.
ResponderEliminarY la bici que se estampó contra el GS de Pedro?
ResponderEliminarNo la tienes guardada? Porque tiene que tener más kilómetros que la Veloz Sangüesina, je je je...
Era una G.A.C. Motoretta? Verde?
A ver si encuentras una foto, yo he visto unas en internet pero no sé si son esas...
Allí estaba la última vez que estuve, bastante maltrecha, ya que en la última judiada que le hize le cambié una rueda por otra de la de mi hermano y mil perrerías más, así se había quedado la pobre, esquelética y abandonada. Pero gracias por recordármelo por que le dedico un post inmediatamente.
EliminarUn abrazo amigo.
Los golpes contra un GS tardan 30 años en salir , pero no veas cómo salen . . . . .
ResponderEliminarCómo lo sabes, amigo, cómo lo sabes.
EliminarMuy bonito ésto que escribes de Leache , pero me surge una duda : para escribir todo ésto , ¿ qué te estás fumando , tío ?
ResponderEliminarLa vida.
EliminarDespués de éstos temas de rabiosa actualidad ( Leatxe años 40 , años 70 ) ,¿ qué va a ser lo próximo que nos cuentes ? Los Sitios de Zaragoza , la batalla de Las Navas de Tolosa , o quizá cómo era la vida en el Arca de Noé ?
EliminarNo lo sé, espero alguna sugerencia mejor, seguro que alguien que es anónimo tiene muchas cosas que contar.
EliminarQué mal te han sentado las 44 primaveras. Te estás haciendo viejo. Sólo has tardado 3 mensajes en picarte. Qué poco aguante. Tengo que decirte que aún sigo preocupado por el estado en que quedó mi BH.
ResponderEliminarMíralo, por fin aparece, no había más que ponerte un anzuelo y sale la pesca. Sólo me habías picado la curiosidad, y hablando de yayunos, ya veo que aquí estamos unos cuantos. A ver si nos vemos pronto y contamos batallitas del abuelo cebolleta que ya veo que te gustan. Tengo muchas ganas de ir a Leache y prenderle fuego a la noche.
EliminarY por supuesto, un salmo y dos oraciones por tu BH roja, sin frenos y tan mona, pero que en mis manos era una máquina de destrucción masiva.
:)
Muchas gracias por lo de frenar la bici con el pie en la rueda trasera , pero no puedo dejar que mientas. Yo soy muy torpe con la bici y nunca conseguí frenar así. Las únicas que sabían hacerlo eran Elenita y Mª Paz. Yo frenaba poniendo el pie en el suelo. Cómo se desgastaban las zapatillas ! Por cierto , en Zaragoza cómo llamábais a las zapatillas ? Maripís o maripises o algo así ?
ResponderEliminarYo que lo hacía por mejorar tu imagen en la red como ciclista afamado. Ciertamente, Elena y Mª Paz, esta última con sus grandes piernas eran las que eran capaces de pasar el pie detrás y no meterlo entre los radios que es lo que habría hecho yo.
EliminarY sí, aquí les llaman maripís o bambas. Vosotros sistema de frenado alternativo ¿no?
Por fin lunes ! 2 días sin poder entrar en Davidaldia ! Cuánto tiempo sin poder escribirte. Es como una condena. No me extraña que descanses 2 días y escribas 5. Necesitas descansar para recuperarte , porque para escribir las cosas que escribes hay que estar muy tajao.
ResponderEliminarMi madre solía usar el sistema de frenado alternativo para sacudirme en el culo. Se lo sacaba del pie con una facilidad pasmosa y empezaba a repartir a diestro y siniestro.
¿Y lo bien que te vengo como terapia ocupacional? Lo que ves, son los restos de algún balonazo que me debiste de dar en el atrio de la iglesia, así que cuidadín que igual te pido daños y perjuicios ;)
EliminarPero tu madre te aplicaba jarabe de palo con maripís, bambas, alpargatas, zuecos, …? Tal vez ahí se pueda explicar nuestra situación mental actual, ya que mi madre también era de las de zapatilla tomar.
Un saludo
Lo de los balonazos era cosa del TRAKA. Estoy un poco conmocionado porque después de toda un vida recibiendo zapatilla , ayer me enteré de la forma más tonta que fui cambiado al nacer. Que te enteres de ésto después de 44 añazos es muy duro.
Eliminar¿Eso me lo tienes que explicar?
EliminarNo tiene mucho misterio. Al día siguiente de nacer , se supone que yo estaba en el nido ése que ponen en la Maternidad para que estén los neonatos. La enfermera cada cierto tiempo saca al bebé del nido y lo lleva a la cama con la madre. En lugar de cogerme a mí , cogió a otro y se lo llevó a mi madre. Y ésta , aguda donde las haya , dijo : Noooooooolllll ! ! ! ! ! Éste no es mi higo. Parece que el otro era un monstruo de feo. Ayer conocí a una señora que dió a luz el mismo día que mi madre y me contó ésa anécdota. Mi madre asegura que no le dieron gato por liebre , pero fíate y no corras.
ResponderEliminarTe parece poco, la historia se las trae, yo de todas maneras miraría los nacidos en ese día y en ese hospital, igual resulta que eres hijo de multimillonarios y tú sin saberlo, aunque me fío más del criterio de tu madre.
ResponderEliminarMe ha encantado lo de "Éste no es mi higo", así debía de ser de feo el colega, like a higo :)
Un día me desperté y vi que todo había cambiado. Las calles eran afluentes , las avenidas eran los ríos que llevaban al personal hasta el centro comercial. ( Voy a cambiar de tercio que parezco el borbón en el discurso de navidad. ) Una palabra para el vacabulario : TARAMBÁN. No sé qué significa , pero Lucio la utilizaba para referirse a ti. Saludos desde la capital de la Val de Aibar.
ResponderEliminarJa, ja, casi me parto cuando te he empezado a leer, hay que reconcer que has estado muy bien, lo de tarambán ya ni me acordaba pero te garantizo que va para el vacabulario. Saludos para la Repúblika independiente de Leatxe
EliminarNo sé si entra mucha gente en éste blog. Me parece que sólo escribo yo. Y menos mal , porque cualquiera que nos lea va a pensar que tenemos una avería del kopón. En Zaragoza no sé cómo estará la cosa , pero en Navarra tenemos un centro en Villava con un tejado verde en donde internan a los que están como nosotros. Incluso mejor que nosotros. Hoy no se ha caído ningún español de la bici en el Tour.
ResponderEliminarLeer aún lo leen unos cuantos aunque pueda parecer mentira por las absurdeces que se me ocurren, pero eso desvela que no somos un caso de tarambanes únicos.
EliminarEn Zaragoza nos ponen al sol y esperan que nos sequemos :)
Acabo de darme cuenta del toque sentimental que le das al blog. Los márgenes están directamente inspirados en el papel de las paredes de las habitaciones de casa la Visi. Muy bonito ése papel que se ponía en los 70.
ResponderEliminarPor favor José Javier, no compares, la Visi tenía mejor gusto.
EliminarMenos mal que por fin lo reconoces. Estás colérico perdido. Ya decía yo que algo te tenía que pasar. En otro orden de cosas , ya llega Agosto y con él las fiestas del pueblo. Te veremos éste año por aquí , o tampoco ? No me seas como Julio Iglesias que le gusta mucho España y por eso vive en Miami.
ResponderEliminarAhora que ya sabes que soy un colérico, ten cuidado no te muerda. Respecto a lo de las fiestas, ardo en deseos de ir para allí, tengo la impresión de que la liaríamos buena. La verdad es que tenemos una casita en Asturias y pasamos allí casi todo el verano, y es muy difícil bajar unos días para Leatxe, pero prometo ir, más pronto que tarde y tenemos que montar una cenita o algo ¿no?
EliminarAsturias ? No había otro lugar más lejos para comprar una casa ? Lo de la cena está hecho cuando quieras. Muy bueno lo de la gimnasta. Éstas chicas tienen un mérito tremendo. Sólo por aguantar a ésos energúmenos de entrenadores ya tienen el cielo ganao. Y la de horas y horas que se pasan entrenando. Un aplauso para Eider.
ResponderEliminarPues sí, ya ves, conocí Asturias hace mucho tiempo y me enamore de su mar y sus costas, aunque estaba entre Asturias y Australia, por lo de la distancia, pero al final nos quedamos con el sitio más lejano.
EliminarLe paso a Eider tu aplauso
EliminarDespués del descansito veraniego ya estamos aquí de nuevo. Se han acabado las fiestas patronales y ahora toca ponerse a currar. Cómo se encuentra tu padre de salud ? Vuelvo a entrar en el blog porque nuestro público nos reclama. Les servimos de entretenimiento , y ahora hay que hacerles más leve la vuelta al tajo.
ResponderEliminarYo también aquí de vuelta, en el rincón de la casa de la Visi que es el que nos sirve para nuestros ácidos comentarios a distancia. Mi padre ya se encuentra mucho mejor, aunque le ha costado recuperarse. De vacaciones en Asturias, ese punto geográfico que parece tan lejano me encontré en un pueblo y por casualidad, como son las buenas cosas, con un leachugo de adopción, con Oskar de Gorria, así que te puedes imaginar mi sorpresa.
EliminarBienvenido a la tertulia.
Leatxe es pequeño pero no veas lo que da de sí. Te puedes encontrar leachujos en cualquier esquina. La vida en los hospitales es aburrida , agotadora y desesperante. Paciencia y mucho ánimo.
ResponderEliminarY tanto, leachujos hay por todos los sitios, y leachugas en todos los supermercados. Por suerte lo de los hospitales ya pasó, pero cualquier adjetivo se queda corto. Recojo tus ánimos y me los aplico.
EliminarUn saludo amigo!
Me has puesto a huevo el acertijo de las M M M. Es lo que me está pasando ahora mismo. Me voy corriendo al baño porque Me Meo Mogollón.
ResponderEliminarYa te vale pirata. Será por la cerveza que te has bebido en el bar las MMM, y como te mees fuera: Mama Me Mata.
EliminarQué bonita la playa con su sucia arena , sus niños que te pisan , las viejas que te quitan el sitio. Donde esté la piscina que se quite todo. El agua no tiene sal y encima está más o menos caliente , porque el agua del Cantábrico asusta de fría. Menos mal que al final reconoces que lo mejor es el chiringuito con sus cervecitas y alguna que otra vianda de ésas que se comen tan agusto en la playa. MMM : Messi Machaca Merengues. Besitos.
ResponderEliminarPor piscina, te refieres a los depósitos de Leache ¿no? Qué buenos ratos hemos pasado allí, con su escalera permanentemente hundida, sus renacuajos, la paja aventada de la cosechadora, el no saber qué se pisaba, eso si que era un lujo y no las playas del Cantábrico. Eso sí, reconocerás que allí no teníamos chiringuito.
EliminarAdmito las MMM como animal de compañía.
Un saludo mañés.
El agua de la piscina de Leache era de todo menos caliente. Ahora da gusto verla porque tiene una capa de fango de unos 30 cm. y está toda llena de hierbajos que sobresalen por encima de las paredes. Meterse dentro es como adentrarse en la jungla. Yo me refería a una piscina normal , de las que no se te queda el cuerpo congelao cuando la pruebas. Me gustó mucho el post del tiro al plato. Por ése camino vamos bien. Queremos más de ésos. La boca se hace agua. Gran invento el de la barbacoa. Saludos mañiko. ( Vaya repaso que nos disteis el sábado en la Romareda. )
ResponderEliminarVaya, vaya, cómo cuidáis el patrimonio del pueblo, mucho auzolan y la piscina olímpica del pueblo abandonada, jjjjjjjjj
EliminarVenga, ya te haré más post para que te den hambre, pero ver y no catar, no es plato de buen gusto.
Ya siento lo de la Romareda, mira que somos, nos dejamos ganar por todos, llegáis vosotros y os amargamos el día, no tenemos perdón.
Saludos navarrico!
Tranquilo que la piscina nos la va a limpiar Andresillo con la Bobcat. Desde que es empresario tiene máquinas , camiones y de todo. Ya no es aquella piltrafilla que era de pequeño. Y menuda choza que se ha construido junto a la parcela vuestra. Creo que la piscina la ha hecho en vuestra propiedad. Deberías cobrarle por okupación.
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