Jamás he visto un brillo más grande en los ojos que el que tienen los niños cuando abren los regalos, regalos que en este caso eran los de navidad y les llegaban a mis sobrinos vitorianos, casi con dos meses de retraso, pero eso daba igual, diría que hasta era mejor, lejos de la borrachera y saturación de regalos navideños, éstos parecían más nuevos y frescos.
Les faltó tiempo para romper los malditos papeles que los envolvían, tanto cuidado en que los regalos se vean bonitos, para luego ser destrozados sin piedad. Unax, que acaba de cumplir el pasado sábado 10 años y ha inaugurado las dos cifras en su edad y pronto ya necesitará de los dedos de los pies para mostrar los años que tiene, se quedó anonadado viendo las pistolas galácticas que venían en la caja. Su madre tuvo que ir a por pilas y estuvimos toda la tarde batallando por los pasillos a tiro láser por los pasillos y las habitaciones, no dudéis de quién se lo pasó mejor.
A Uxue tampoco le duraron mucho los envoltorios que tapaban su primer ordenador, un juguete básico pero interesante que la introduce en el nuevo mundo tecnológico. Parece mentira, pero a nosotros nos regalaban conjuntos de pluma y boli para garabatear en los cuadernos, y a ellos ya les tocan las nuevas tecnologías de cerca. Estaba para comérsela con su portátil rosa y sus lecciones de inglés, parecía una pequeña ejecutiva sin apuros.
Así pasamos la tarde, entre disparos fugaces y teclas educadas, con cuatro ojos de niño que seguían brillando sin descanso y con alguno que nos volvimos casi tan niño como ellos por un momento. La ilusión de un regalo, aunque sea tarde, siempre es única.
P.D. Felicidades Unax por tus diez años
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