Mostrando entradas con la etiqueta doctor deseo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta doctor deseo. Mostrar todas las entradas

viernes, 11 de enero de 2013

Más madera que es invierno



Durante estas Navidades tocaba reponer de madera la leñera de nuestra casa de Llanes. Hasta ahora nos habíamos apañado con leña que había ido trayendo desde Zaragoza y algún que otro saco que había comprado por la zona, así que tocó informarme de quien vendía leña, puse la mejor de mis caras y en el primer día de compra le pregunté a la cajera del Alimerka, tras un sí, y un no, y un tal vez, conseguí que me dieran el teléfono de un tal Agustín. La aventura de la leña comenzaba.


- Sí, dígame, contestaron al otro lado del teléfono.
- ¿Agustín?, pregunté.
- Sí, calla que no oigo (parecía que le decía a alguien), Sí, soy yo, contestó Agustín.
- Mira, es que me han dicho que vendes leña, afirmé sin tenerlo claro del todo.
- Pues claro, ¿cuánto necesitas?, me preguntó.
- Pues no sé, ¿cómo la vendes?, pregunté a su pregunta.
- ¿Cuántos metros cúbicos necesitas?, me volvió a preguntar Agustín.
- Ufff, ufff, resoplé intentando recordar cuanto espacio era un metro cúbico.
- A ver, yo tengo una furgoneta y entran unos cinco metros cúbicos, es roble y seca, bien seca, afirmó Agustín al notar mi silencio.
- ¿Y eso cuántos kilos son?, pregunté
- Pues unos 3.000 kilos, más o menos, aseguró con dudas Agustín.
- Eso es mucho, ¿no?, respondí asustado
- Pero es que te sale mejor, pero si quieres te traigo menos, dijo el maderero.
- ¿Y cuánto valen? pregunté
- Son 310 euros toda la carga, dijo rotundo Agustín
- Pues sean los cinco metros cúbicos, respondí con grandes dudas.

Continuamos la conversación dándole los datos de donde estaba, y a las pocas horas, sobre las 12 de la mañana una furgoneta entraba por la puerta y soltaba toda la carga sobre el jardín. Apretaba la mano de Agustín, un gran hombre que también se hubiera podido medir por metros cúbicos y comencé a sudar sólo de pensar la mañana que me esperaba llevando troncos a mano hasta la leñera que se encontraba al fondo, ni una carretilla tenía para ayudarme, así que empecé al grito de más madera.


Abrí el coche, bajé las ventanillas y puse la música a tope. Comprobé que la madera de roble pesaba lo suyo y los troncos tenían su tamaño y peso. Un viaje. Dos viajes. Tres viajes. Cuatro viajes. Miré lo que había hecho, resoplé pensando todo lo que me quedaba delante. Mientras canciones de Doctor Deseo animaban mis pasos.


Continué con los viajes. Los primeros calores comenzaron, la manga corta era ya prenda suficiente con el abrigo. No se cuantos viajes llevaba y tan sólo había cubierto una de las caras. Ahora tocaba comenzar a rellenar con troncos la parte de adelante. Resoplé al compás de una canción de Bunbury que hablaba del final cuando yo no había hecho más que comenzar.


De la leñera a los troncos, uno en una mano, otro en la otra, otro en el antebrazo y otro apoyado sobre el que apoya en el antebrazo, ahora camino a la leñera intentando llegar en equilibrio, aceleré los últimos pasos, soplido de alivio, pero demasiado prematuro. Uno de los troncos se resbala y cae directamente sobre los dedos de mi pié. Grito con insulto contenido mientras el sudor cae y Amaral canta a los chicos de su barrio. Cómo duele el pié.


Otra vez para aquí y otra para allá. Paro un segundo, ya he conseguido acabar una parte. Me pregunto cuántos metros cúbicos llevaré. Miró con el ojo libre al montón de leña y observo a mi pesar que poco ha bajado de volumen. Me entristezco y paso de sacar cuentas, Enrique Urquijo canta y me hace cantar,  por suerte en voz baja, que no quiero que llueva.


El sudor hace acto de presencia y los primeros dolores de brazo, la corteza de los troncos también hace lo suyo. Un buen sorbo de una botella de agua y a seguir, no sin antes resoplar un par de veces volviendo a ver el montón de leña que queda. Ahora Quique González me anima con el estribillo de la ciudad del viento, una buena manera de enganchar otros troncos.


Poco a poco la leñera va subiendo. La parte de atrás va desapareciendo, pero todavía queda mucho. June me ayuda llevando alguna ramita que encuentra en el suelo a la leñera, no puedo por menos que reírme. Paro a atarme los cordones, todavía me duelen los dedos del tronco que me ha caído antes. Aprovecho y bebo un poco de agua. El sudor ya es considerable y desde las ventanillas del coche Manolo García se apodera de la mañana que ya se ha convertido en mediodía.


Sigo a lo mío reconociendo que los brazos cada vez pesan más. June sigue con sus ramitas. El hambre comienza a aparecer pero no quiero parar hasta acabar. Los viajes cada vez son más lentos y la leñera parece enorme. Me paro un momento y creo que ya llevaré algo más de la mitad, pero el montón de leña no parece decir lo mismo, para mi que cuando me doy la vuelta vuelve Agustín y me hecha otra carga de metros cúbicos de regalito.


Sin embargo ahora cada vez los viajes se notan un poco más, parece que lo empiezo a tener controlado. Para a beber un poco de agua y me llaman a comer, pero no quiero parar, sólo quiero acabar. Mis riñones no piensan lo mismo, un cuerpo acostumbrado a la silla de ruedas y a mirar un ordenador y libros casi todo el día, tiene poco que ver con llevar troncos de un lado a otro.


Por fin he conseguido acabar. Ahora ya sé que cinco metros cúbicos no llenan toda la leñera todavía me entrarían dos más. Por suerte la furgoneta de Agustín sólo era de cinco. Contemplo la leñera con los brazos en jarra, sujetándome los riñones y sacudiendo el polvo de los pantalones. Es diciembre pero el día es estupendo o yo he conseguido calentar bien los motores. Me marcho a comer que me lo he ganado. En la chimenea los primeros troncos de roble arden calentando el salón.


Después de varias horas salgo a ver la leñera. La miro y la miro alegrándome del trabajo ya hecho. Barro un poco el suelo y me acerco a cerrar el coche que se había quedado con las ventanillas bajadas. Horror, horror, horror. El coche se ha quedado sin batería, a la vez que tenía puesta la música me había dejado las luces en automático. Ahora me viene a la cabeza que dejé de oír la música de repente. Horror, horror, horror. Llamar a la grúa y esperar.


Después de un día tan duro, miro las hojas que el otoño ha dejado sobre el césped y que me tocará recoger mañana. Las miro y mientras espero la salvación de la grúa me digo a mi mismo que mañana lo haré sin música. Es invierno, pero no lo parece, más madera para el coche.

lunes, 9 de julio de 2012

Doctor Deseo VI: epílogo para entendidos y perdedores



El concierto se intuye que toca a su fin, las últimas canciones, entre viejas y nuevas se desgranan en un climax que ha ido in crescendo desde que comenzó el concierto hace ya unas horas. Unas melodías balsámicas comienzan a surgir de las guitarras de los doctores, las luces se apagan un poco más y sobre una rueda y a dúo, Francis y Virginia comienzan con Nola ez duzun inoiz ulertu… (Cómo nunca has entendido…), una canción cargada de sexo y de pasiones, bailando entre la ambigüedad y la ensoñación, pero sencillamente magistral.


"Amets batetik heldu zinen zu desioaren lurrinen mezu. Ni bezelako neska bat aixa blai esnatu dezakezu… (Llegaste desde un sueño como un mensaje de los aromas del deseo. Eres capaz de, fácilmente, despertar empapada a una chica como yo…)". Los sueños son ese territorio donde no hay fronteras y hasta el deseo se abre paso con pureza y sin restricciones morales, tan diferente a la vida real.


Que comience el amor, el sexo y el placer, a partes iguales y sin cortapisas, que los límites sólo los imponga el cielo abierto: "Nahi bat, gezur bat, bi sexu, mihiak sabelpean muxu, zure Venus mendian su, plazer malko bat darizu… (Un deseo, una mentira, dos sexos, lengua que besa el vientre, arde tu monte de Venus, emana de ti una lágrima de placer…)".


Finaliza la canción, con un verso espléndido de ambigüedad y dobles sentidos, entre la ensoñación y la realidad, en el despertar de un sueño que uno no quería que hubiera acabado nunca: Nola ez duzun inoiz ulertu ezin uler nazakezu, baina esnatu egingo zaitut berriz tentatzen banauzu. (Cómo nunca has entendido, no puedes entenderme, pero te despertaré si vuelves a tentarme)".


Casi sin acabar una canción comienza la siguiente, y unas notas conocidas se transforman en unas notas mucho más acústicas, son los acordes de una canción rescatada en 1987, es El Perdedor (Un as en el bolsillo), se añoran los comienzos de la antigua, pero el nuevo toque más acústico enlaza muy bien con una canción cuya letra se encuentra muy ligada a los tiempos que corren actualmente, un boxeador que después de un duro combate llega al final de los asaltos.


Cada uno de los boxeadores se retira a su esquina, doloridos, agotados, pero con la seguridad de que tal vez hoy sea el día de la victoria: "La campana sonó por última vez. Un silencio precario. Mil gritos que han de esperar. Seis pasos que dudan llegar hasta el rincón. Una leve sonrisa no oculta el dolor. Un gesto cansado dibuja con sangre huellas de una lucha que aún no se acabó".


Pero no, hoy no es el día, hoy tocó de nuevo perder, pero nadie le podrá quitar al perdedor la esperanza de ganar mañana: "El juez levantó un puño que no es el tuyo. El golpe más duro, haber perdido. Aunque hoy te tocó perder, tú sabes que mañana, escondes un as en el bolsillo, la suerte te sonreirá".


La noche ponía fin a los sueños, el concierto tocaba a su fin en una velada mágica que tal vez no había hecho más que empezar. Pensar que fue un concierto al que por un momento no podía haber asistido, me hacía valorar más todavía los sueños que había vivido. Allí quedaban los ecos de un nuevo disco, que si bien, no es el mejor de Doctor Deseo, ya que para mi gusto faltan más guitarras y algo de diferenciación en las canciones, sigue siendo un disco maravilloso en las letras. Gracias Doctor Deseo.





El Perdedor en la versión de su primer disco:




viernes, 6 de julio de 2012

Doctor Deseo V: al amanecer… viento y marea



El concierto sigue, los Doctores continúan desgranando canciones de su nuevo disco Al amanecer… serguir soñando y viejas joyas en forma de canción que se llenan de recuerdos y voces a coro, como si fueran oraciones que se recitan con auténtica devoción. En el ambiente humo e intimidad cabaretera mezclada con un patio de ir por casa, en las guitarras, mucha mala leche y sueños de esperanza.


Otra canción comienza, con un estribillo que invita a tararear la canción y que te pone de buen rollo desde el principio, son los primeros acordes de Contra viento y marea: "Hoy hace sol, mañana lluvia y pasado también. Hoy sopla el viento acaricia mi piel, mañana anuncian un vendaval". La vida en sus dos caras, lo que un día nos parece perfecto, al otro lo maldecimos, sin darnos cuenta que seguimos siendo la misma moneda.


Un día nos parece que no podemos vivir sin los que están a nuestro lado, y nos aferramos como arañas sin querer soltarnos, aunque eso nos cueste sufrimiento y dolor: "¡Oh, no! Hoy toca explorar el subsuelo, menudo batacazo desde el cielo hasta aquí. ¡Qué difícil es aprender que se puede vivir muy bien contigo y sin ti! Tanta gente en el mundo y tú tan sola en la luna. Dame la mano, seremos valientes, apostaremos al rojo ¡Gloria y, si no, ambulancia!". Hay que arriesgar sin mirar hacia atrás para poder ganar sin miedo a perder.


Es el momento de luchar contra todo y contra uno mismo, aunque sea contra viento y marea, la curiosidad nos hará levantarnos de nuevo: "Desde el suelo, ocupando los sueños. Aprendiendo a volar. Y cuando todo va mal, es el momento de dar lo mejor de mí. Desde el suelo, ocupando los sueños. Aprendiendo a volar. Y cuando todo va mal, es el momento de dar lo mejor de ti. La curiosidad, contra viento y marea".


Entra de nuevo el viento en escena, el ambiente se carga de magia, unos nos hacen soñar y el resto nos dejamos convencer, comienzan los primeros versos de la canción que da título al nuevo disco del Doctor Deseo, Al amanecer… seguir soñando: "Perdido como un gato de noche en la autopista. Como un niño en una casa en llamas, buscando una salida entre las ruinas, cuando las luces sólo sirven para deslumbar. Perdido, como un pobre en un supermercado. Como un diablo atrapado en el paraíso".


La tristeza es un proceso solitario del que tan sólo nosotros mismos nos podemos escapar, dejémonos llevar por un viaje en el que nosotros tenemos todas las respuestas y las llaves para desentrañar nuestros enigmas: "Tantos trenes saliendo de la estación. Sin billete sentado en el andén. En la espiral de las preguntas sin respuesta. Niña, ven esta noche a pintar milagros, mojarnos en lluvia de primavera, que por las venas circulen los sueños. Al amanecer seguir soñando".


Al amanecer romper rumbo a la esperanza, sin despertar de nuestros sueños, esperando que el sol nos ilumine con la fuerza necesaria, o sino, esperar a que otro día sea mejor, tan sólo nos necesitamos a nosotros mismos y a nuestro amor para viajar a las estrellas: "Hacer que el tiempo vibre en nuestros cuerpos. Atrapar el instante donde todo va bien. Perdido. Ahora que sé: el límite soy yo. Quien más me jode está dentro de mi, en este laberinto sin Ariadna".


Los coros se suman con fuerza a la canción, gritan desde el fondo con voces melodiosas que repiten estribillos y se acoplan perfectamente a la voz rota de Francis, mientras la canción concluye: "Cuando las luces sólo sirven para deslumbar, aquí parado en la encrucijada de los cien caminos. Niña, ven esta noche a pintar milagros, mojarnos en lluvia de primavera, que por las venas circulan los sueños. Al amanecer seguir soñando. Hacer que el tiempo vibre en nuestros cuerpos. Atrapar el instante donde todo va bien". Y no soltarlo jamás.





jueves, 5 de julio de 2012

Doctor Deseo IV: soñar con elefantes que caen de pie



Mientras las canciones se desgranan intercaladas con letras de otros discos que nos llevan a muchos recuerdos y presencias, el clímax va subiendo sin casi darnos cuenta, a mi lado la gente ya canta a grito tendido, sin vergüenzas, sin miserias, sin pudor, al igual que lo hago yo desde lo más profundo de mi corazón.


El viento entra con fuerza, el resto es silencio, sólo un foco ilumina la escena y las notas que salen del instrumento dorado se calan en la piel demostrándonos que estamos ante un espectáculo diferente y en directo. Sonidos africanos llenan de dunas la sala, es la hora de Sueño con niños y elefantes: "La muerte es infatigable. La vida ocupa las calles. ¡Qué cruel nuestro olvido! Toda la sensualidad, el corazón del cambio, en el hombro desnudo de una joven Peul". Comienza una canción cargada de reflexión social, que nos hace ver que las diferencias las marcamos nosotros, y que las apariencias son más reales que lo que muchas veces nos creemos.


"Al sonido envolvente, siguen los versos: "La memoria de las cadenas surcando mares de sangre se transformó en música, en este caos de negros, y sonrisas blancas, andar es el arte, la más bella danza para el encuentro. ¡África!". Todos tarareamos al unísono el nombre del continente, y lo repetimos al son de la música. "Algo perdí en el camino que en esta tierra de ensueño te lo regalan. Toda la sensualidad, el corazón del cambio, en el hombro desnudo de una joven Peul. ¡África!". En mi mente el recuerdo de bellas africanas, que en nada estiman su belleza, con morros pintados de morado y pañuelos de colores sobre la cabeza, encuadrando dos ojos que miran con pureza.


"Estrella polar y cruz del sur. Las dos bailando bajo un mismo cielo. ¡Cuánta magia, esperanza y deseo en esta gente, en esta tierra! ¡Es tan grande la noche en la sabana! Desaparezco. Sueño con niños y elefantes. Desparezco. Sueño con niños y elefantes. ¡Mali! ¡África!" y así nos quedamos todos tarareando el nombre de África, estirando sus vocales en un baile que amansaba nuestros cuerpos y nos llenaba de calma y paz.


Ante esas notas Francis nos convocó a un descanso, a dar paz a nuestros cuerpos y vicios para los más necesitados, se bajó el telón y las luces lo inundaron todo, fue como romper un momento de intimidad pero seguramente fue necesario. Miradas hacia atrás y hacia delante comprobando a los compañeros de magia, a los viajeros de este tren del deseo. Casi sin darnos cuenta, la luz se apagó de nuevo, la oscuridad lo llenó todo, y al poco sobre el telón un foco iluminaba con un círculo perfecto su centro, de allí surgieron Francis y Joe, y de nuevo versos de canciones viejos iniciaron la magia que por un momento se había pausado.


En nada se abrieron de nuevo las cortinas del cabaret, y tras él, un patio de andar por casa, la familiaridad de las sillas y la intimidad llevada a su mejor expresión, boas rosas y el sonido más acústico, para hablar del país de la abundancia, de esta crisis que viven muchos y disfrutan unos pocos, que a veces nos dejan jugar a sentirnos algo, Aprendiendo a caer de pie: "Estúpidos vendedores de humo. Payasos con trajes de lujo. Niños perversos. Se han creído que el mundo es el lugar del juego de su vanidad".


Como meros espectadores asistimos al espectáculo al que nos convocan políticos y banqueros, sentando las bases de su juego en el que nos invitan a participar pero no a crear nuevas reglas: "¡Cuántos corazones rotos! ¡Cuántos más fuera de uso! Es buen momento para abrir las ventanas. Huele fatal en el país de la abundancia".


Las guitarras carraspean más que nunca, y la noche gitana se acompaña de sus cuerdas y del cajón que retumba entre los sueños, es la hora de soñar con sobrevivir: "Cada vez que me miras con esa sonrisa. Cada vez que susurras un —te quiero— en mi oído. Cada vez que vivo y me muero en tu cuerpo. El mundo por un instante parece perfecto". El amor es algo que nadie nos podrá quitar, ni robar.


La canción acaba y repite su mensaje: "¡Otra vez! ¡Otra vez! Bailando en la cuerda floja. Aprendiendo a caer de pie". Las guitarras rugen más que nunca, habría que abrir la ventana, expulsar la basura y todo lo malo, para volver a crear el país de los sueños, y no el de la abundancia.





miércoles, 4 de julio de 2012

Doctor Deseo III: soñar, desear, para seguir temblando



Sin descanso comenzaba de nuevo Francis al ataque, soltando versos a borbotones, y ahora armado con una pistola de burbujas de jabón, el dedo benigno apuntando al cielo, y nuevos sueños por recrear, el público rendido cantando a la par, unas chicas a mi lado extasiadas cada vez que nacía una nueva canción, que se sabían hasta las comas, la noche se abría de par en par entre afilados golpes de guitarra.


La nueva canción me hablaba directamente, nos hablaba directamente a todos los que allí escuchábamos atentos, es hora de Soñar, desear y atreverse: "Soles. Soles de invierno cada madrugada. Buscando flores entre las basuras. Bailo descalzo en los tejados… aunque a veces asusta. Otras disfruto, me gusta. Sigo soñando. Respiro. Miro de frente a cada pesadilla. Ojos de fuego en el país de los miedos. Hay dragones rompiendo la noche. Aunque a veces asustan. Saco la espada… Sigo soñando. Soñar y desear. Atreverse a transformar todo aquello que nos jode". Enfrentarnos a nuestros miedos, a lo que nos duele, a lo que nos jode, no hay que tenerle miedo, sólo hay que mirarle a los ojos, de frente y sólo pelear por nuestros sueños, que son la única realidad que nos mueve.


Jamás olvidar nuestros sueños, nuestros deseos, "Dibujo barcos en el viento, y carrozas en la fiesta. Y no olvido olvidar mi zapatito de cristal. Soñar y desear, atreverse a transformar, todo aquello que nos jode". Grita Francis, grita Virginia, gritamos todos, mientras la música sube en el estribillo para volver a bajar y amansarnos de nuevo.


Y al final el momento del deseo, la carnalidad como triunfo de los sentidos: "Caminito en espiral, dibujado por mis besos, locos por quemarse en el volcán bajo tu vientre, locos por ahogarse en el mar de tu saliva", no hay mejor razón para soñar, desear y atreverse.


Como en una segunda parte de Soñar, desear y atreverse, surgen los versos de Sigo temblando por ti, acoplándose al deseo amado y odiado, pero por eso más deseado, a la distancia que todo lo separa, menos a los sueños que vagan libres dejándose llevar por los más crudos instintos: "Eran tus dedos volcanes, dibujando ríos de lava en mi piel".


Luego para mi unos de los mejores versos que expresan la pasión de una relación, siempre oscilando entre el placer y el sexo, entre lo placentero y lo soñado: "Y cuando hasta la tierra temblaba, todo parecía posible. Primero suave marea, después un ciclón tropical. Las olas golpeando la costa. Espuma, inundación. Todo marinero sabe, qué es mas bella la calma, después de la más salvaje de las tormentas". Sencillamente impresionante.


Aitor Agiriano, Toro, amansa su guitarra, intentando acompañar a la voz de Francis que resuena en todos nuestros corazones, que metidos en la canción, temblamos con ella, recordando aquel amor que nos visita en sueños: "Despeñarme en tu abismo, arder en tu incendio, ser la víctima perfecta de tu cuerpo. Y aunque ya sólo visitas mis sueños, sigo temblando por ti".


Mientras vuelve a tararear la estrofa, Francis, sube y baja por entre nosotros, apunta con el micrófono a la gente y les suma al concierto, la hora del teatro sigue en pleno auge, nadie se cansa y sin descanso llega la siguiente canción.





martes, 3 de julio de 2012

Doctor Deseo II: Concierto para valientes en Saturno



Atardecía en un día tarde y algo confuso de un viernes de temperatura vitoriana en mayo. La dura semana y todas esas cosas que uno se echa encima y le complican la vida, me habían hecho casi ni acordarme del primer concierto de Doctor Deseo en el Centro Cívico Hegoalde de Vitoria, dos días consecutivos con el teatro del Doctor. Me acerqué al Centro Cívico sin ánimo de encontrar entrada, pero tuve suerte cuando la cola ya se agolpaba para poder pillar buen sitio.


Con la entrada en la mano ocupé mi sitio en la fila que ya bajaba por las escaleras y casi llegaba a la entrada, casi ni me lo creía, el día había sido tan complicado que acababa con un concierto en el que rebotaban las canciones que permanentemente había escuchado desde mi iPod. En nada ya la fila llegaba hasta la calle y se notó que se abrían las puertas cuando los que tenía delante comenzaron a avanzar poco a poco.


El teatro se llenó en nada, mucha gente deseando vivir la experiencia de un concierto de Doctor Deseo sentados en un teatro, por suerte conociendo estos tipos de conciertos nadie se quería sentar en las filas de delante, así que para allí me lancé de cabeza, tomando uno de los sitios centrales en la segunda fila. La gente se mostraba intranquila con los nervios de la hora temprana para asistir a un concierto y al poco se apagaron las luces y comenzaron los gritos en la oscuridad.


Detrás del telón comenzaron a surgir las notas de la primera canción y es que hoy era un día de valientes, al compás de las guitarras contenidas, Francis surgía de una columna para cantar desde los tejados de los sueños, creando una silueta por un foco que nos llevaba a un mundo de fantasía. Cuando la lluvia golpea los tejados, cierro los ojos, me deslizo entre las nubes. "Y una noche sin fronteras limpia con estrellas el mapa de las miserias. Luna, tantas veces solitaria, que hoy anhela más que nunca, ser luna compartida. A los sueños que entre miedos se perdieron, aquellos que murieron poco antes de nacer" cantaba Francis los primeros versos de la positiva Hoy seremos tan valientes, recordándonos como matamos lo que deseamos desde lo más profundo de nuestro corazón.


Descendió de su atalaya y agarrado a un micrófono de boas con su sombrero de banda roja, su chaleco y traje negros con su inseparable liga roja, lo agarraba con sus manos de uñas rojas y guantes negros, mientras la comisa roja brillaba a luz de los focos. "Y soñar lo que al alba ha de pasar, para poder espantar tanta pena, rutina y soledad", imposible no intentar cantar a su sombra y gritar al viento semejante himno de positivismo. "Hay un niño con una pistola en la mano. Hay un niño que se asombra en cada esquina. Hoy seremos tan valientes. Ponte el traje de heroína y vamos a matar dragones. Quedan tantas playas por bañarnos".


Joxi Jiménez, el bajista eterno de Doctor Deseo acompaña con su pulcritud e inexpresividad la voz de Francis, y entre todos ya nos han llevado a un mundo en el que se dibujan dragones de miles de colores que en lugar de fuego lanzan esperanza y en los que nosotros podemos conseguir lo que queramos. "Es la resignación el peor de los pecados", ya no canto, grito desde mi interior más convencido que nunca de que mi lucha va por buen camino, los idus siempre me guían por el buen camino.


Mientras los aplausos todavía no han acabado comienza una nueva canción al compás del saxo de Joe llena el teatro de una magia especial, es el momento de los olvidados, de los que no se dan cuenta de lo triste que es la vida cuando no se cumplen los sueños, es el momento de los que habitan Saturno, sin darse cuenta, el planeta devorador del tiempo y dicen, que el más frío del universo, ¡Cuánto frío hace en Saturno!: "Ver como la vida pasa, pasa de ti, no se detiene. Cómo se puede caer hasta el suelo y luego más. Cuando hasta el aire te abandona y mil lágrimas de cristal se rompieron en tu pecho destrozando tu sonrisa", mi mente, repite estos versos y los siento tan míos que no los quiero soltar.


Francis se lanza hacia el público tomando el pasillo central mientras los versos se multiplican al compás de los coros que adorna Virginia moviendo su sensual vestido corto blanco. "Cuánto frío hace en Saturno, mi amor. Ahora que estás perdida, que tu mirada sólo refleja desierto y sed, déjame acariciar por esta canción que todo pasa, confía en ti, confía en ti, terminaremos bailando, brindando en algún bar, estoy a tu lado". Mientras repite estos versos me siento pleno, y escucho lo que necesitaba, o lo quería oír.


Todos nos dejamos llevar en un baile interior que sólo nos despega de los asientos para soñar, deseando cumplir con lo prometido y junto a nuestro amor, bailar y brindar en el primer bar.





Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...