Mostrando entradas con la etiqueta gastronomía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta gastronomía. Mostrar todas las entradas

martes, 24 de diciembre de 2013

Tardes de Nochebuena



Después de unas semanas de duro trabajo que me han robado alguna hora más de sueño de las pocas que suelo usar, tomo aire y escribo con sonidos a villancicos, olor a marisco, frío en la calle y sudor en las casas. Así son las tardes de nochebuena, desde la calle silencio y gente abrigada; pescaderías que cierran tarde y pillan despistados de los que nunca tienen prisa de nada; apenas sucede nada, todo lo que tiene que pasar se fragua dentro de las casas, dentro de las cocinas y gran parte de los salones. Todos empiezan a llegar al calor de buenos deseos, algo de hambre y preparados a calentarse con buen vino y cava para olvidar y repetir las discusiones de sentido.


De niño recuerdo estas tardes dejando trabajar, en soledad pero en paz, a mi madre en la cocina. Mi padre ejercía de guía por una ciudad que provocaba vaho de las bocas y donde las luces de colores rellenaban los escaparates y las calles. La trenca abrigaba pero nunca parecía suficiente y sólo la velocidad del paso paterno aliviaba un frío húmedo que se calaba hasta los huesos. Visitábamos a nuestro tío en la pensión y le invitábamos a cenar, eran tiempos sin móviles y la gente se volcaba en las calles con bolsas y deseando pasar una noche buena, tal vez el mejor nombre para los deseos de una noche que más que buena, suele acabar llena.

Feliz nochebuena y Navidad a todos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Los otros mercados y la paciencia



Pues sí, hay otros mercados que no especulan con nuestro futuro, que no se dedican a producir poco de unas cosas para subir el precio de las que quedan y que bien al contrario de dar disgustos nos alegran las mañanas o las tardes de los veranos, o durante el año, rebuscando entre ellos cosas que teníamos ya olvidadas o caprichos simples que no podemos evitar. Los llaman mercadillos, pero yo creo que el diminutivo les pega más a lo que llaman grandes mercados en los telediarios.


En los mercados buenos, los vendedores se tunean y disfrazan sus puestos negando el tiempo de los mismos. Se dejan llevar por los sueños medievales y por un día se sienten los señores feudales de la localidad. El día pasa y sobre sus toldos mitigan los calores que muchas veces se hacen insoportables poniendo a disposición de la plebe anillos, bolsos y todo lo que entre en unos pocos metros cuadrados. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Los collares y pulseras de vivos colores se cuelgan por todos los lados llamando la vista de los viandantes, que caen hipnotizados por los rayos de luz que refulgen con gran fuerza de la bisutería. Y a la gente le encanta pararse, mirar, tocar, volver a mirar, volver a tocar y preguntar si tienen el único color que no hay de todos los que hay, para pasar al puesto de al lado y repetir la misma acción. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


A veces las tendencias de la calle se ven en los mercadillos. Lo que antes se llenaba de viseras y gorras, ahora se llena de sombreros, de los de antes, de los de los abuelos. Gorras, sombreros y viseras se colocan en hileras ante la mirada curiosa de la gente que no puede evitar probarse alguna y enseñarle al que tienen al lado como le queda para esbozar unas risas. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Si en el puesto se venden también pañuelos, no te venden ni uno, ni dos, los tienes todos en hilera, por gamas de colores, como si conocieran a la gente perfectamente y supieran que que si lo tienen rojo se lo pedirán verde, y si lo tienen azul, se lo pedirán amarillo. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Pero si hay algunos que tenían que ser clasificados como peligrosos, son los que tienen comida. Huelen desde metros a harina bien tostada o a embutido ahumado del que te entra hambre aunque estés recién comido. Hogazas y tartas de tamaños enormes compiten en glotonería y a determinadas horas la gente se planta enfrente y sacan a pasear sus lenguas por la boca mientras se relamen con gusto. Cuánta paciencia tienen los vendedores.


Por otro lado los dulces también tienen su hueco para atraer las miradas de los niños. Por suerte estos mercados tienen golosinas naturales y son muy apreciadas por los padres para dárselas a sus niños. Hay mercados que se hacen eternos, otros pequeños, pero todos tienen ese encanto especial a deseos rutinarios, a placeres mundanos. Viéndolos, uno no entiende por qué no son estos los que dirigen nuestro mundo. Cuánta paciencia tenemos los mortales.

miércoles, 30 de octubre de 2013

De arroces y otras brasas



El otro día revisando las fotos de estas vacaciones me topaba con estas fotos que me provocaron un estallido de realidad virtual más allá de lo conocido hasta ahora. Me llegaron sabores y olores que me trasladaron a los días de playa y sol que habíamos vivido este verano. Ambientes de brasa, cerveza y vino, hambre saciada y ganas de repetir. Ciertamente se merecían ser recordadas.


Los arroces de este verano fueron espectaculares, desde los hortelanos con mucha verdura y carne en la que el arroz compartía todos los sabores y estaba casi más rico que todo lo demás, y es mucho decir.


Hasta un arroz con bogavante del Cantábrico que hicimos cuando vino Josema y Cris a visitarnos que no estaba espectacular, estaba lo siguiente. Algunos disfrutaron chuperreteando a los pobres bogavantes que tuve que asesinar antes de que cayeran en la paellera, yo disfrute con un arroz que estaba sabrosísimo.


Y por supuesto no faltaron las barbacoas y los chuletones a la brasa, carne asturiana que se deshacía en la boca. Tostada por fuera y hecha por dentro (lo siento para los que les guste la carne poco hecha) pero muy tierna y nada jasca. Lo siento si os he dado hambre, pero que sepáis que a mi me ha entrado mucha nostalgia gastronómica y de la otra.

lunes, 14 de octubre de 2013

Fiestas de Gracias en Anguiano II: Piñarrada 2013



Una vez más los Piñarras se volvieron a reunir por Gracias, lo que comenzó como una petición graciosa al calor de una noche de verano en fiestas de julio, hace ya unos años, entre bar y bar, y cerveza y cerveza en una petición a José Félix como el más veterano de los Piñarras, todos nos volvimos a juntar con una sonrisa en la boca y con ganas de contarnos cosas y vernos las caras sin las prisas del día a día. Una buena excusa para juntarnos y recordar que todo lo bueno hay que cuidarlo.


No pudieron estar todos, pero es difícil juntar a un clan que precisamente pequeño no es. Nos juntamos en la Cabaña, nos prepararon un ambiente muy agradable y tranquilo, todo un salón para nosotros con una mesa que recordaba a la de una boda (que se lo digan a Pedro y Maite que parecían los novios) en forma de "U", pero luego ya nos encargamos todos de movernos de un lado a otro para vernos todos.


Además de las generaciones directas cada año, por suerte, se suman los más jóvenes y van haciendo piña o piñarra con los más veteranos. Así fue un placer contar este año con Raúl, Ana, Andrea y Elena, que se encargaron de tomar una de las esquinas de la mesa, reírse mucho y charrar de sus cosas.


Por el otro lado de la mesa José Félix, Magdalena, Tito, Maite, Richar, Raquel, Lucía y Lidia, entre otros. Todo un grupo donde las botellas de vino no faltaban y Richar no hacia otra cosa que mirar por la ventana aguantando la maldita lluvia que presagiaba una bajada de la cuesta complicada, aunque reconoció que haciendo pronósticos es mucho mejor Rapphel que él.


Por la otra esquina Lidia, Marino, Dani, Estela, Chini y Esteban cerrando la esquina. Les tocó aguantar un poco la ventana y el fresco que entraba por ella tras la lluvia que estaba cayendo. Esteban aguantaba como podía después de tener una inflamación considerable en la boca por las malditas muelas.


Justo en el centro de la mesa presidencial Maite y Pedro Ignacio, que aunque aquí parezcan algo separados pudieron disfrutar de una segunda celebración matrimonial, al grito de ¡viva los novios!, aunque los padrinos de las esquinas tampoco se pudieron librar.


En la otra esquina Chuchi, Justo Luis y Begoña todo un clan que junto con Pedro Ignacio hacían un cuarteto de miedo. De la comida como podéis ver tan sólo dejaron los restos, de una comida, que por cierto, estuvo muy bien y servida toda en su momento.


Justo enfrente mío y al lado de justo, para ser justos, Fernando custodiaba a David o al revés, junto a ellos la madre, Raquel y Ana con June y Naia. June duró poco, ya que como se aburría, me la llevé para dejarla con sus abuelos. Con Raquel tuvimos la suerte de poder charlar y comentar cosas que la distancia no nos permite.


Aquí podéis ver como los padrinos se besaron con mucho cariño y fervor, para desgracia de la muela de Esteban y calorcito de la nuca de Justo Luis. No os perdáis al pequeño David como se pica de envidia y le regala un besazo a Raquel.


Pasamos un gran rato juntos, entre platos que iban y venían, botellas de vino que se vaciaban y cotilleos, muchos cotilleos. No faltó la anécdota de ultramar y cómo las redes sociales a día de hoy no perdonan ni las mentiras ni los secretos, la pena es que al final se haga protagonista de una historia a gente que no tiene nada que ver con nada y no saben ni lo que es el "feisbus".


Otra de las grandes protagonistas de la comida fue Naia, la última incorporación de los Piñarras. Naia aguantó un buen rato dormida, pero cuando se despertó y tomó el menú particular de su madre, todos se peleaban por tenerla entre sus brazos, y ella con lo buena que es, no se quejaba para nada.


Raúl nos demostró que es capaz de tener un bebé entre sus brazos, aunque cuando le dijeron que se había cagado se encargó con rapidez de endosarle el paquete a otro, pero por suerte era una falsa alarma, esperemos que Naia no te lo tenga muy en cuenta en el futuro.


Elena también se dejó convencer por el instinto maternal y se hizo con Naia, para sorpresa y risas de sus compañeros de mesa. Por suerte, hechuras no le faltan.


Lucía, una anguianeja de pro, se hizo con Naia con su naturalidad y su sonrisa. Las dos parecían estar pasándoselo de maravilla.


Su tía Maite no se quiso quedar atrás y aunque parezca que su tío Esteban no hacía mucho caso, no es verdad, también le dedicó sus buenos mimos a su sobrina.


Y así pasamos un rato maravilloso, que como siempre se nos hizo más corto que largo, con un montón de Piñarras disfrutando de una herencia de la que pueden estar muy orgullosos, y en la que los nietos y los hijos de los nietos encuentran la excusa perfecta para pasar un buen rato juntos.


Ánimo que ya queda menos para el año que viene. Por suerte en esta última foto pudimos pillar a la pequeña Raquel, que encantadora con los niños, viajaba de un lado para otro y casi consigue no salir en ninguna foto, lo mismo que me pasó a mi, pero ese día los protagonistas son ellos, los Piñarras.

28/09/2013

Fiestas de Gracias en Anguiano I: danzando bajo la lluvia
Fiestas de Gracias en Anguiano III: una cuesta de vértigo

lunes, 24 de junio de 2013

41 Años juntos



Tal día como hoy hace 41 años que se casaron mi tía Loli, mi madrina, y mi tío Gaude, mi cómplice de bromas. Con cuatro años recién cumplidos acudía a la boda de mis tíos, sin saber muy bien que significaba eso. Lo que recuerdo es mucha gente, y todos comiendo juntos, la mesa repleta de gaseosa, agua y vinos para los mayores, copas de formas raras y una comida muy especial.



La boda fue en el restaurante Sella, cuando estaba en la calle Príncipe Baltasar Carlos, junto a Compromiso de Caspe, no recuerdo nada del sitio, pero también es difícil para un niño que levanta tan poco del suelo y al que los mayores tapaban toda la vista. No obstante, mi madre, no nos quitaba ojo de encima, a mi hermano y a mi, era uno de nuestros primeros eventos y le preocupaba más la que podríamos liar, que poder disfrutar de la boda de su hermana.



Mis tíos estaban guapísimos, con ese encanto que aportan las fotos antiguas. Mi hermano y yo nos hicimos una foto en la mesa presidencial, vestidos plenamente de blanco, con unos polos y unos pantalones cortos estilo tenistas de Winbledon. Mi hermano no escatimó la mejor de las sonrisas y mi pelo rebelde se dejaba entrever a diferencia del corte tazón de mi hermano. Mis padres, detrás posaban para la foto, y a la derecha también se dejaba ver mi tío Jesus y sus bigotes en la función de padrino.


Tenía cuatro años, pero comía solo o lo intentaba. Nos colocaron en una esquina, sino recuerdo mal tuvieron que añadir una mesa ya que no habían puesto bien los cubiertos y a mi me pusieron cerrando el grupo. Allí disfrutamos del típico plato de entremeses con jamón York, algo raro entonces, lomo al ron, jalatina de ave, pavo trufado y lo mejor, la ensaladilla rusa, con mayonesa natural, y las aceitunas rellenas. Después pasamos a los calamares y croquetas y ya no recuerdo si comí más o me reservé para la tarta.


Me hace mucha gracia ver la foto de entonces, en las que las comidas de las bodas eran de comidas sencillas y en las que se valoraba más la cantidad que la calidad. Gaseosa Konga y mi hermano asomando del codo de mi padre y bebiendo de una copa de champán, espero que fuera gaseosa. Cuarenta y un años han pasado desde entonces y mis tíos siguen más juntos que nunca. Felicidades.

viernes, 7 de junio de 2013

Sin y con



Pedro y Maite, son grandes, y más ahora. Por fin, después de algún tiempo uno es sin y otra es con. Pedro Ignacio acaba hace poquitos días de volver a quirófano para quitarse una hernia, los últimos años no han sido muy agradables para él y los hospitales, pero por fin ya es un sin hernia y sin hospitales. Maite recientemente ha empezado a currar, después de un largo período en el paro, que no es agradable para nadie, pero el tiempo todo lo recupera y ahora ya es una con trabajo y con ilusión.


Una pareja que se lo merece, y a la que nos unen unos cuantos años ya de conocernos como novios, como profesora, como camarero, con hijos, sin hijos, compartiendo curro o con el corazón en la mano en un quirófano. Todo pasa y todo llega, y ya es hora de disfrutar de los sin y de los con.


Seguro que pronto nos vemos y podemos recuperar celebraciones perdidas en los huecos en los que nos dejen nuestros cuatro infantes, pero hay mucho que celebrar. Prometo mucho con y espero que sin resaca, que ya no somos tan jóvenes.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...