jueves, 28 de febrero de 2013

La ausencia de tu presencia



Tal día como ayer Elena se marchó, o tal vez se la llevaron. Una grave enfermedad la arrastró al adiós. Tenía 21 años y poco más en sus bolsillos. Le sobraba alegría detrás de sus grandes ojos marrones que se achinaban cuando se le subían sus pómulos fruto de su gran sonrisa. Sólo me dio cariño y a veces tengo dudas de si se lo devolví en la misma medida. Era mi amiga, de la que sabía poco, pero no necesitaba conocer mucho más, su presencia nos lo daba todo, tranquilidad, calma y una sonrisa que nos regalaba cada vez que la veíamos.


Llevo 21 años echándola de menos, los mismos que vivió, los mismos que mal viven en mi cabeza. Tu vida fue tan breve, y tu ausencia, tan larga. Algunos dicen que todo desaparece, como el agua en la arena de la playa que no deja huella. Ellos no te han conocido, ni te han vivido, y es que el agua si deja huella en la arena y en las rocas, sólo hay que saber mirar. En mi la dejaste en los apenas tres años que te pude conocer. No fue cuestión de tiempo, fue lo que tú tenías dentro, tu humanidad lo que se me impregnó.


Tal día como ayer, te marchaste, sin decir adiós, pero tampoco lo necesitabas. Desde antes ya te habías quedado con parte de mi corazón y eso no se puede borrar, ni la ausencia, ni la vida lo podrán borrar. Cuando la vida te da la oportunidad de cruzarte con alguien como tú en el camino, sólo se puede dar gracias y saber que lo que guarda uno dentro vale mucho. Tu reecuerdo no me causa esfuerzo, ni tampoco dolor, tan sólo rabia por su brevedad. Si cierro los ojos todavía te veo, con tu pelo liso, con tus pecas, tu palestino al cuello, tus vaqueros y con tu sonrisa al vernos llegar a Ana y a mi. Y si te recuerdo así, es porque todavía estás ahí. Te queremos Elena, nunca olvidaremos a nuestra chica de la parada del autobús.

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