Al llegar al mar uno siente que se acaban los caminos, sin parar de andar se comienza a navegar, sobre aguas que van y vienen, que traen y que llevan, y que ahora me contemplan sin saber muy bien que miran.
Al llegar al mar algo se mueve dentro, los demonios despiertan y sueltan espuma mientras el sol acompaña una danza primitiva de olas y saludos sobre montañas cortantes.
Al llegar al mar los bufones rugen, el mar se inclina en un vaivén acompasado y rítmico que me inunda, que se expulsa hacia arriba con la energía que sólo el mar tiene.
Al llegar al mar las olas rompen y se convierten en multitud de gotitas que todo lo empapan, que todo lo bañan, que me pringan de vida y que no me sueltan.
Al llegar al mar la tranquilidad me llena, su monótono ronroneo me acuna entre ola y ola, siento que las rocas me protegen, a la vez que mis defensas caen y me hago vulnerable.
Al llegar al mar, siento que he estado antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario