jueves, 8 de diciembre de 2011

Cuaderno, lápiz, goma de borrar y una lámina de Emilio Freixas



Eso es todo lo que necesitaba cuando era pequeño para divertirme como un enano, que era lo que era. Sobre la mesa se desplegaban todos los lapiceros extraídos del estuche triangular de plástico roído en las esquinas, buscaba mi mejor lapicero, el que ya se iba quedando pequeño frente a los otros de tanto usarlo, volvía a sacarle punta, con mucho cuidado de no romperla, que era lo que siempre pasaba, justo en el momento que estaba perfecta, se acababa rompiendo por su base, un soplido y los restos del sacapuntas al suelo, para luego llevarme la bronca de mi madre. Apostaba a un lateral el trozo que me quedaba de la mejor goma de Milán, que había procurado limpiar de los restos le lapicero del día anterior, agitando con energía la goma sobre un papel que acababa arrugando, soplido y los restos del borrado y goma al suelo, para ganarme un poquito más la bronca que vendría después por tan poco cuidado por la limpieza, pero es que ardía en deseos de empezar a dibujar y cualquier pérdida de tiempo era un dolor.


Ya una vez que estaba todo preparado rebuscaba entre las láminas de Emilio Freixas y me ponía a dibujar y a aprender las proporciones, el trazo del lapicero o cómo marcar las líneas. El otro día, mientras rebuscaba entre mis papelajos viejos, aparecieron perdidas, pero acompañadas estas láminas de Freixas, de repente llegaron a mi mente estos recuerdos y olores a papel que tantas horas ocuparon en mi vida.


Recuerdo que rebuscaba en las librerías, en la General, la Central, la Técnica o en cualquiera que se cruzara por mi camino, miraba y remiraba entre sus papeles viejos y aquel olor a tabaco y humedad, algunas láminas que no hubiera visto todavía.


Todos los temas me interesaban y la paga del domingo no daba para comprar muchas, antes de hacerme con el mejor pack, miraba las láminas, una tras otra, y las volvía a mirar, siempre había dos o tres muy buenas y el resto, algunas menos interesantes, así que había que elegir bien, había que comprar el que tuviera más dibujos chulos a dibujar, ciertamente te daban ganas de hacer un mix, dos de uno, tres de otro, uno de otro y así hasta hacer las que más me gustaban.


Las láminas venían en unos paquetes rojos principalmente, aunque también había de otros colores dependiendo de los niveles, en las portadas ya te esbozaban la temática que las componía, rara vez había más de 10 ó 12 paquetes para elegir en las librerías, y al ver que existían los números 40 ó 58 a uno le entraba mal cuerpo pensando en cómo serían los que no estaba viendo, ¿serían de tanques, o de guerreros medievales, o tal vez de dragones?, por eso cada vez que veía una librería y más si visitábamos cualquier otra ciudad, me lanzaba en busca de las láminas de Freixas.


Lo que más me gustaba es que antes de que me enseñasen en el colegio a dibujar a base de círculos, triángulos o cuadrados, Freixas me enseñó a dibujar contornos, a esbozar líneas manteniendo las proporciones lo más exactas posibles, y cómo con paciencia de esas rayas iniciales, podía nacer un dibujo perfecto añadiéndole sombras y claroscuros. Curioso es saber que tantas generaciones hemos aprendido a dibujar con los bocetos y láminas del maestro Emilio Freixas. Así pasaban mis ratos, pegados a hojas blancas granuladas de las que salían animales y personas en nuevas poses que muy lejos quedaban de las que me servían de modelo, mi madre aparecía por el quicio de la puerta y mientras me llamaba a cenar fijaba sus ojos encendidos en sangre en los restos del sacapuntas y los papeles arrugados del suelo, ese día cenaba caliente.


Emilio Freixas Aranguren ha sido reconocido como el mejor dibujante español en la historieta del siglo XX, de la que fue pionero. Nació en Barcelona en 1899 y fue alumno del pintor Emilio Casals, continuando su aprendizaje en el taller de escenografía de Bulbena y Girbal, aunque ya desde los 15 años dibujó carteles, viñetas publicitarias, historietas, tarjetas postales, cubiertas de libros, revistas y otras ilustraciones. Sus hijos aún le recuerdan sentado en un banco de Montjuich dibujando con los papeles sobre las rodillas y los lápices desparramados, mientras ellos, Carlos (el mayor y también posterior dibujante), Margarita, María y Emilio jugaban revoloteando a su alrededor.


En la década de los años 20 ilustró artículos y cubiertas en las revistas El Hogar y la Moda, y en Lecturas, al mismo tiempo que en la Editorial Molino ilustraba cuentos clásicos. En 1935 publicó en Mickey y Pocholo. Convirtió vulgares guiones en obras de arte, con maravillosas viñetas en las que se admira la elegancia de su trazo cursivo y poético, capaz de introducirnos mágicamente en los variados ambientes y géneros de la historieta, de la que fue maestro. Distribuía las viñetas en la plancha de forma dinámica, conjuntada y magistral. Empleó el color para destacar los planos y personajes.


Fue con Jesús Blasco, puntal de la revista infantil Chicos, Chiquito, Gran Chicos, Mis Chicas y Almanaques, desde su aparición en 1939 con historietas de "El país de las Arenas" en Chicos 72", y con "Chatillo", "Federico" y "el Coronel Bustamante", hasta "el Capitán Misterio" en Chicos 537". Curiosamente el personaje del Capitán Misterio pasaría a llamarse Capitán Esfinge en las publicaciones argentinas.


Famosas son sus ilustraciones en portadas y páginas inferiores de esas publicaciones, las mejores de Chicos. Figura entre los más selectos ilustradores mundiales de cuentos clásicos. Avaló con su firma numerosas colecciones de novela popular y clásica. Su firma sufrió los avatares de los tiempos y en ocasiones firmaba como Emilio Aranguren o simplemente Emilio.


Fue autor del método "Freixas", en el que abordan ampliamente todas sus facetas, continuado por su hijo Carlos. Fue premiado con numerosas distinciones, entre ellas: Mejor dibujante por la National Cartoonist Society de Nueva York en 1947; mejor dibujante en el Congreso Internacional de Cómics de Nueva York en 1952; mejor dibujante en la Convención Internacional del Cómic en 1972; premio al ilustrador Emilio Freixas maestro de la historieta en 1972, por la National Cartoonist Society de Lucca, Italia; invitado de honor y Presidente de honoer de la Asociación de dibujantes de historietas e ilustración en 1973. En 1976 se le hizo un homenaje póstumo en el Congreso Internacional de Gijón, y en 1999 se celebró una exposición en conmemoración de los 100 años de su nacimiento.

Fuente biográfica: www.freixas.es

1 comentario:

  1. Hola! Y estos cuadernos se siguen vendiendo??? En Abacus ni sabían lo que era!

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