jueves, 26 de abril de 2012

Deporte para todos los públicos



Sobre la fría noche de Vitoria el agua rompe desde la altura, como un rayo de luz entre la oscuridad. Se siente la humedad y una caja de luz me atrae como un imán.


Unas enormes cristaleras se iluminan en la noche sobre un edificio del que no para de salir y entrar gente, todos en pleno barullo, los adolescentes con sus voces agudas y emitiendo berridos sin sentido; los mayores en efecto coral, hablan todos a la vez creando un murmullo constante que taladra cualquier oído. Es el centro cívico Hegoalde en Vitoria, el centro cívico de el barrio de San Cristobal y Adurtza, mis pasos se han encaminado hacia él, sin ningún sentido, pero me acerco a descubrirlo una vez más.


En la sala de lectura, gentes de todo tipo, corrientes vidas que bostezan por tiempos, dos personas en una mesa y cada una mirando a un sitio, la gente mayor reemplaza el café de un bar por revistas y periódicos que tan sólo ojean para leer las letras más grandes, los jóvenes se arremolinan sobre juegos de mesa llevándose la atención del respetable, cuando alguien pierde y la noticia se reparte a base de gritos.


Me meto dentro, la temperatura sube, todo parece cubierto de un eco permanente, las pistas se ven de un lado a otro, algunos machacan sus cuerpos al squash, mientras unos niños se divierten trepando sobre el rocódromo sin miedo a las alturas, uno sujeta, el otro trepa. Poco a poco, como una araña su cuerpo asciende sin aparente dificultad.


Mientras ellos suben, en la pista, el bote de un balón de baloncesto, parece marcar los tiempos de los movimientos de ascensión. Cuatro amigos, sudan la camiseta, en un dos contra dos eterno, siempre los mismos contra los mismos, esperando por uno de los lados que éste sea el día del triunfo. Se mueven viviéndolo con la máxima intensidad, por un momento se creen los mejores, después, con un zurito en la mano volverán a bajar a la tierra.


En la pista del otro lado, un entrenador domestica a tres incipientes chavales, la lección el tiro de tres, y así les enseña el maestro, de cada tiro que hacen ellos, él intenta tres, le es tan difícil cuando el balón llega a sus manos no hacer un tiro, que acaba jugando más que los pequeños e incipientes jugadores de baloncesto, que ante semejante pista no pueden evitar, volver a casa y rendidos del día, dormirse, soñando en que mañana, tal vez, sean más altos.


Desde el otro lado se siente un chapoteo, me acerco y el calor me empaña, la cristalera no es suficiente para detener la temperatura, allí sobre la piscina, cada uno va a lo suyo, unos que vienen y van, otros que paran a mitad de camino, y otros que ven en la distancia todo un reto.


Visto todo, me alejo, sudando de calor y dispuesto a volver al frío de la noche, encantado de la vida de un centro cívico del que recupero su sentido etimológico. Mientras salgo por el laberinto de puertas que me marcan la salida, me vuelvo a topar con el murmullo coral de abuelos y los adolescentes que repartidos en grupos de chicos y grupos de chicas, conversan sobre mundos diferentes. Me marcho hacia la oscuridad, pero no puedo evitar pensar por qué en mi ciudad, o en otras, no hay nada parecido en cada barrio, no un par para toda la ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...