sábado, 19 de junio de 2010

Plato de entre-meses



Todavía no recuerdo bien en que boda probé el plato que marcó parte de mi infancia y adolescencia, era el plato por excelencia de todas las celebraciones importantes en un largo período de mi vida, este plato era y es el de los entremeses, es decir, un plato redondo o cuadrado en cuyo centro se deposita una ensaladilla rusa con forma de vaso ancho y con un aro de oliva negra y un pimiento rojo en su parte superior, se encuentra jalonada por diferentes productos en su parte inferior que en el sentido de las agujas del reloj pueden ser: dos espárragos -ni uno más, ni uno menos, preferiblemente sin sazonar de aceite y de vinagre para no pringar al resto de los productos-, una loncha de jamón serrano -preferiblemente que sea grande a buena, el tamaño siempre importa-, una loncha de mortadela -sin aceitunas si es posible-, una loncha de salchichón y otra de chorizo -los detallistas eliminan el antiestético, a la hora de comer, protector del exterior, en el caso de que sean rodajas pequeñas puede multiplicarse su número-, medio huevo cocido -puede ir acompañado de mayonesa o no-, y para finalizar la  zona de los calientes formada por dos piezas de calamar a la romana -en su formato blando, blando, pero blando de verdad, o en el formato en el que la corteza está más crujiente que una patata frita caducada-, y una croqueta -en los casos mejores casera, toda una garantía-; los langostinos fueron una variante posterior como ya he explicado en otro post anterior. Éste sería el modelo de plato de entremeses vip, ya que las variantes son abundantes como os podéis imaginar.

El verdadero triunfo de este plato culinario fue hacer que mi madre lo incorporase como primer plato estrella -al igual que en las bodas, ¡toma dispendio!- en cualquier comida en la que se celebraba algo especial y con abundante familia y allegados, y claro, siempre pasa lo mismo, no he conocido a nadie que se coma todo lo que hay en el plato, desde el momento en que se decía que se podía empezar a comer, comenzaban los trueques de alimentos entremeseros, intercambiando lo que más te gustaba por lo que menos, todo esto sucedía mientras se caían trozos de embutido o croqueta por el extraordinario mantel -de flores enormes que potenciaron mi miopía- dejando las huellas del traslado evidentes, hasta que mi madre emitía un grito en frecuencia alta, en la que reclamaba que nos comiéramos lo que teníamos en el plato, mientras ella intercambia con mi padre lo que no le gustaba. Otro clásico era cuando mi padre después de dieciséis o diecisiete años de convivencia me decía que me comiera los espárragos cuando sabía, por las tres millones de veces anteriores que me lo había recordado anteriormente, que no me habían gustado nunca. Lo bueno al final fue que entre mes y mes mi madre se fue olvidando de este increíble plato gastronómico. Lo malo que mi suegra y un tal Esteban preferentemente de vez en cuando y con alguna variante me siguen deleitando con un plato de entre-meses del siglo XXI.

Fotografías de www.antoniocardiel.com

6 comentarios:

  1. Decirte una cosita saladillo acabas de conocer a la primera persona que se come todos los entremeses.

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  2. Es que hay gente que pasa hambre, mucha hambre. Pero permíteme que lo dude, ya que se me había olvidado otro buen ingrediente que son las rodajas de tomate, ¿esas te las comes también?

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  3. Veo maldad en el comentario, así que soy capaz de comerme hasta el tomate.

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  4. Perdón, era sin maldad pero se me había olvidado la cebolla

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  5. Bueno creo que estas añadiendo ingredientes que ese plato no incluye, pero en fin decirte a eso que fui capaz de comerme un plato de cebolla y tu lo sabes jjjjjj

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  6. Cierto es, admito cebolla como animal de compañía. Has sido coronada como la reina de los entre-meses.

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