lunes, 10 de octubre de 2011

Una tarde naranja



En los últimos días de calor el sol se revela, se muestra más colorido que nunca, y al caer la tarde tiñe de su naranja piel a los cielos y a las nubes que desde aquí le esperan.


Minutos antes del ángelus, todo se tiñe de naranja, las figuras se recortan como puntillas del mejor vestido. Los cielos pelean entre azules y cremas, entre agua y fuego, y mientras el sol se recoge lentamente sobre el fin de las montañas, recortando formas, recreando luces.


Sobre un cielo así, escenario de juicios finales, de pompas celestiales, sueño de holandeses errantes, banquetes de Platón y discursos de Aristófanes, uno sueña, se deja llevar, pulsa el pause y le gustaría que momentos así no acabasen nunca.


Atarnochece en casa, en los últimos días del verano, del calor pronto perdido, y con el cielo medio naranja, busco el otro medio para tomar fuerzas. Atarnochece el verano naranja, pronto amanecerán los grises del otoño.

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