lunes, 24 de octubre de 2011

La muerte en un suspiro



Te levantas tan tranquilo un domingo por la mañana, y entre ponte bien y estáte quieta, pones la televisión temprano para ver que hay, por suerte carrera de motos, de pequeño nunca fueron santo de mi devoción, tal vez por que le gustaban a mi hermano, tal vez por la voz de Requena, pero ahora me gustan, así que te sientas en el sofá y disfrutas de la carrera de 125cc y de moto 2, te disgustas por la mala suerte de Terol y Márquez, pero lo justo que es domingo por la mañana.


Las carreras son el circuito de Sepang, en Malasia, y la temperatura y humedad hacen mella en los pilotos. Va a comenzar la carrera de MotoGP, el plato fuerte, todos se preparan en parrilla, Pedrosa que ha hecho una pole impresionante, Stoner, a destacar la ausencia de Lorenzo por la caída en Australia dejando al poder Honda en primera línea de parrilla, destaca entre todos ellos Simoncelli, con un paño amarillo chillón en la cabeza, cubriendo su rizado y voluminoso cabello, unas gafas negras por ojos y un cartel en el que indica su nueva página web.


Nunca fue santo de mi devoción Simoncelli, si es que tengo algún santo propio, su carácter demasiado agresivo, su "vale tudo" sobre una moto y las caídas que provocaba no me gustaban, el obligar a caerse a uno de una moto para ganarle no es la mejor forma de adelantamiento, pero así son algunos, capaces de darte lo peor y lo mejor sobre una moto.


Por fin arranca la parrilla de MotoGP, me fijo en la lucha de la cabeza, Stoner se pone por delante de Pedrosa y la lucha en las otras posiciones es reñida, dan una vuelta y en una curva, de repente, como si fuera un suspiro, a Simoncelli se le va la moto, se aferra a ella como si le fuera la vida y en lugar de soltarla y dejarse llevar por su inercia, la vuelve a conducir a la pista, con esa rabia que le caracterizaba, tal vez para ver si con un poco de suerte la conseguía levantar, pero la suerte parece que se le acabó, por detrás venían Colin Edwards y su amigo, Valentino Rossi, que lo arrollaron sin capacidad de reacción.


Simoncelli quedó tendido en el asfalto sin el casco que se le había reventado en el accidente, quieto y sin moverse, al igual que me quedé yo en el sofá, quieto y en silencio, escuchando a los locutores que intentaban dar sentido a lo visto en pantalla, nadie queríamos ver lo que podía ser, había sido tan rápido, la vida no puede ser tan frágil. Suspendieron la carrera y al rato en el primer telediario anunciaban la muerte de Simoncelli, a sus 24 años había dejado su vida en el asfalto de Sepang con una marca de neumático en el cuello, y todo sucedió en un suspiro, con una muerte en directo en una mañana de domingo, si lo sé, no me levanto.

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