viernes, 22 de febrero de 2013

Dimentir y dimitir, la otra dimensión



Cuando uno ya piensa que es muy difícil ir a peor, se le ocurre poner el telediario y se da cuenta, de que ciertamente, cualquier cosa es fácil de ser superada. Vivimos en una sociedad en la que ya difícilmente la palabra respeto y la seriedad son conceptos que van más allá de la definición de su diccionario. Nadie dice la verdad, todos mienten, mienten con alevosía, y luego quieren que les creamos en el resto de lo que dicen. Jamás creeré a un mentiroso, y nuestros políticos no hacen otra cosa que dimentir y dimentir.


Cospedal sale un día y dice que Bárcenas no está en el PP desde el 2009, Montoro lo confirma, Rajoy lo agradece y el resto del coro popular lo vocea por todos los lados. Por un segundo, pensamos que al menos tuvieron algo de decencia y se dieron cuenta de lo que había aunque callaron, pero luego vienen los periódicos y nos demuestran que tan sólo hace un mes que Bárcenas abandonó el PP. Las mentiras de los políticos que nos gobiernan están grabadas, pero nadie da la cara, todos callan y le dicen a nuestra sociedad corrupta que mentir es la solución de tapar los problemas. Dimitir nunca.


En todo este barullo, llega el papa Ratzinger y del día a la mañana dice que se va, que dimite, que está muy mayor y muy cansado. Cuando uno lo oye, se mete el dedo en el oído y se rasca con fuerza por si no lo ha oído bien. Al minuto comprueba que es verdad, que hay alguien que es capaz de dimitir sin que haya saltado alguna acusación con anterioridad.


Aun así, ahora empiezan a salir noticias en algún periódico italiano, que hablan de sexo y corrupción como las causas de la dimisión del Papa. Según el diario italiano La Reppublica, Benedicto XVI, habría mandado realizar un informe a raíz del escándalo "Vatileaks" alrededor de la observación del sexto y del séptimo mandamiento, referente a una investigación previa de una red de organización de encuentros homosexuales y prostitución en el Vaticano. Una dimisión que nos lleva a otra dimensión.


Lejos queda aquel discurso en el que Adolfo Suárez, tocado tras una moción de censura en 1980 por el PSOE y con luchas intestinas dentro de su partido, le llevaron a presentar su dimisión el 29 de enero de 1981, aparentemente sin ningún escándalo y tal vez sólo presionado por los militares como lo reflejaba su frase en el discurso: "Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España". Curiosamente con su sucesor Leopoldo Calvo-Sotelo se realizó el golpe de estado de Tejero.


Pero fuera la causa que fuera, nada tenía que ver con la mala gestión, la corrupción o la falta de ética. Suárez era un político que daba la cara, decía lo que podía decir y no se escondía detrás de mentiras para tapar otras más gordas. Una crisis de poder interna que le llevo a dimitir, algo que han olvidado nuestros políticos, que anteponen la mentira a la verdad como argumento político.


Nuestra monarquía tampoco es un ejemplo de ética y moralidad. Un rey que se va a cazar elefantes, invitado por particulares y que por una mala pata, del día a la mañana, todos los españoles nos enteramos de la vida licenciosa de un rey que muchos tomaban como ejemplo. Ni que decir tiene la problemática del marido de su hija, y su promesa de que la justicia es igual para todos. Al final el tiempo nos demuestra que tenemos una monarquía que también ha tomado la mentira como camino antes que dar la cara, y por supuesto, nada de dimitir o abdicar.


Poco ejemplo toma de la reina Beatriz de Holanda, que sin que nadie la obligue y a punto de cumplir 75 años dimite en favor de su hijo Guillermo. Y ciertamente, es toda una noticia que alguien, sin que le obliguen deje el poder. Lo más natural se convierte en una conducta extraña y noticiable. Vivimos la dimensión del mundo al revés.


Y entre dimentir y dimitir, todos optan por lo primero, las mujeres son capaces de volverse tontas e ignorantes ante la supuesta corrupción de sus maridos, nada sabían ni nada conocían. Así Ana Mato, ni preguntaba de donde salían los coches ni las pomposas fiestas de cumpleaños y comunión de sus hijas; idéntico caso que le pasa a la mujer de Bárcenas o a la propia infanta con Urdangarín. El caso es seguir en el poder y no ser coherente con el respeto que nos deben a los ciudadanos.


Lejos queda el sabio mensaje que la revista Hermano Lobo comunicaba en noviembre de 1974, "dimite y vencerás", decían, y no les faltaba razón. Toda una lástima que en el siglo XXI ese mensaje haya cambiado por el de "Miente y vencerás", ya que por suerte siempre hay alguien que es capaz de creer antes una mentira que una verdad. Y es que ni dimitir es un nombre ruso, ni cesar es un nombre romano. Nuestros políticos viven en otra dimensión y nosotros en otra.

2 comentarios:

  1. ¿no podrías hacer llegar esta bonita exposición a algunos de los nominados? Para que no duerman tan panchos, digo.

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    1. Lo intento, lástima que no caerán en esta página por desgracia, y si caen se dirán a si mismo que son todo patrañas y palabras mal intencionadas. Cada uno se consuela como quiere.

      Salu2

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