sábado, 1 de enero de 2011

Nochevieja de 1964: !Viva los novios!



Corría una mañana fría en Zaragoza cuando mi madre madrugaba para ir a la peluquería que se encontraba muy cerca de casa, en la calle Simón Sáinz de Varanda, muy cerca de la calle Pradilla donde vivía con su madre y su hermano Jesús y su hermana Loli. Salía con la ilusión de su gran día, hoy se vestiría de blanco con aquel guapo y poco tímido chico que conoció en un autobús en Tafalla.


La calle Pradilla tenía el movimiento normal de un día previo a nochevieja, la gente acudía temprana al mercado de Cuellar para con lo poco que se podía tener entonces hacer una cena un poco más especial, al igual que habían hecho en los días previos de nochebuena y navidad. Para Maribel la calle, los edificios, la gente, tenían un color especial aquel día que difícilmente podrá olvidar en su vida.


Al rato salió de la peluquería y echó un vistazo a la iglesia que se encontraba prácticamente enfrente, una pequeña capilla, que frecuentaba con su madre los domingos al ir a misa cuando no iban a la iglesia de los capuchinos en Torrero, ahora se encontraba vacía, pero sabía que pronto estaría allí en uno de los momentos más importantes de su vida. Dirigió su delgado y ágil cuerpo a casa, era una casa especial, de alquiler pero grande, hacía una año y pocos meses que habían venido a Zaragoza desde Leache, precisamente por la relación de noviazgo con Marcelino, Angelita su madre para ganar algo de dinero alquilaba habitaciones a algún huésped para ganar algo de dinero, pero hoy todas las habitaciones estaban ocupadas con la poca gente que había podido venir para compartir con ellos su boda desde Leache (Navarra) y desde Anguiano (La Rioja). Allí, le esperaba su traje de novia, con cuello vuelto, de medio velo y sin nada de barroquismos, como se llevaba entonces, lo había elegido con cariño y había ahorrado durante un largo tiempo para poder disfrutarlo, lo había comprado en la calle San Gil (hoy Don Jaime I) en una tienda de novias. Mientras se vestía emocionada con la ayuda de su madre y de su hermana, oía la voz de su hermano en el pasillo mientras hablaba con algún familiar, se colocó la medalla de la Virgen del Carmen que le dejó su madre y marchó de nuevo hacia la capilla.


Desde allí fue a la capilla donde le esperaba su Marcelino, lo vio más guapo que nunca, tan bien peinado como siempre, y con ese traje de invierno perfectamente limpio para la ocasión, no falban el detalle del pañuelo asomando ligeramente por el bolsillo superior, ni el clavel en el ojal de la solapa. Estaba más feliz que nunca, empezaba una nueva vida, empezaba un nuevo sueño.


La ceremonia se hizo corta, apenas terminó, los abrazos y los besos les inundaron, no les acompañaba mucha gente, pero eso importaba bien poco, Valentín, el padre de Marcelino no había podido venir ya que estaba enfriado y su hermano Jesús lo reemplazaba como padrino, le llamaban el tuerto, ya que tenía un ojo mancillado por una astilla que le había saltado en las duras jornadas cortando y serrando leña en el monte. A la salida de la capilla un grupo se hizo una foto mientras habían salido ha echar un pitillo, a la izquierda Julián, otro hermano de Marcelino que trabajaba en Pikolín y era hombre de brazos largos; junto a él, Jesús, hermano de Maribel, de gran espalda y grandes manos; los dos que están al lado son amigos de Jesús y el último de la derecha es el cuñado de Angelita, Paco, marido de su hermana Rosario, hermana que era fruto del segundo matrimonio de su madre, la abuela María, eran de Adiós, en Navarra.


Por parte de Marcelino no había venido mucha gente, los mencionados Jesús y Julián, y Veroni, la hija mayor de su hermana Maura, para Jesús y Veroni era su primer viaje a Zaragoza. Por parte de mi madre había más gente y todos venían a Zaragoza por primera vez: por supuesto Angelita, su madre, Jesús y Loli, sus hermanos; a Paco ya lo hemos mencionado antes; la abuela María; la Visi, la Paulina y Félix, las dos primeras eran hermanas del difunto padre de Maribel y Félix era el marido de Paulina, los dos habían vuelto de su inmigración de Argentina hacía poco; la Pilar y Fabri, la primera es hermana de Angelita y el segundo es su marido; Sabina era amiga de Maribel en Leache y no faltó a la boda.


Después, mientras los invitados se encaminaban al restaurante e iban parando a tomar unos vinos para entrar en calor, Maribel y Marcelino fueron a realizar el reportaje de bodas, que era regalo del padrino Jesús, finalizadas las fotos en taxi se dirigieron a La Posada de las Almas, en la calle San Pablo, 22. Por desgracia este restaurante, la última posada histórica que tenía Zaragoza ha cerrado sus puertas en el verano del 2010, esperemos que con la esperanza de remodelarla y volverla a abrir.




La Posada de las Almas, abrió en 1705 y todavía conserva su garaje que antaño era el aparcamiento de los carruajes, los azulejos que la decoran y las vidrieras de sus salones características la hacían única. Benito Pérez Galdós la cita en sus Episodios Nacionales dedicados a los Sitios de Zaragoza.


Allí en uno de sus salones celebraron el convite, la mesa se llenó de comida y de alegría mientras los invitados que no se conocían se empezaban a conocer un poquito más, botellas de agua, vino (casi vacías) y gaseosa como mandaba entonces la época. Para acabar una tarta de juguete y golosa nata, que Maribel y Marcelino cortaron con un extraño cruce de manos, ante la atenta mirada del padrino.


De allí, un poco de juerga y a hacer gana para cenar en casa de la Angelita, allí se reunieron todos de nuevo, para celebrar la nochevieja del 64, para cenar las mujeres de la casa habían preparado un buen surtido de albóndigas que habían hecho el día de antes. Mientras preparaban la cena Jesús Goñi y sus amigos subieron a las habitaciones de arriba para hacer algo de lo que se enterarían al año siguiente. Mientras encendían la radio para oir las campanadas, todos prepararon sus uvas y celebraron con gran alegría la entrada en el 1965, mientras Maribel miraba a su marido y le daba un beso con el mejor de los deseos. La noche se hacía larga y nadie quería acabarla, bueno, Marcelino los despachó a todos en cuanto pudo y con un taxi se marchó a su nueva casa de alquiler, la casa que sería de su nueva familia, estaba en la calle Virtud (hoy calle Pilar Lorengar), era una casa pequeña, con dos pisos, uno en la planta baja ocupado por un Guardia Civil y el piso de arriba que es el que alquilaron. El día de antes lo había preparado con guirnaldas y espumillón para hacer una buena entrada de año, también les acompañaron el resto que también dormía en esa casa, Jesús García, su hermano Julián y Veroni.


Así pasaron su noche de bodas Maribel y Marcelino, su primera noche solos (es un decir con todos los que había en casa) y vieron por primera vez amanecer juntos el nuevo año. Por contra en casa de la Angelita la noche había sido un poco más movida, la visita que habían hecho al piso de arriba Jesús Goñi y sus amigos cobró sentido, a Fabri y a la Pilar les habían hecho la petaca en la cama, así que se tuvieron que levantar y hacer la cama de nuevo, y en la cama de la Paulina y Félix les habían quitado una sujeción del somier, de tal forma que cuando el delgado cuerpo de Paulina se acostó no pasó nada, pero cuando se acostó Félix, el somier se vino abajo, a oscuras en la habitación de una casa desconocida y en voz baja chillaba Félix: "ché, Paulina, que me he caído" con su acento todavía argentino, y Paulina también inclinada en el somier le decía: "callá, Félix, callá, que te van a oir", y así se pasaron toda la noche con el consiguiente cachondeo de todos al día después.


Después de pasar la noche mis padres tomaron rumbo a Madrid, esa era su luna de miel, pasar unos días en Madrid, y de paso mi padre intentaba cobrar unas comisiones que le debía una empresa de allí. Les cayó una buena nevada, pero Maribel lo que más recuerda es la cabalgata de la noche de reyes que vivió en Madrid, antes de volver a tomar el tren con rumbo a Zaragoza.


Allí empezó una nueva vida, de sufrimientos y alegrías, de mucho trabajar de mi padre, de privarse de muchas cosas para dárnoslo todo, de mucho amor y cariño, para que ahora uno de sus hijos, pueda rememorar el día en que se casaron. Felicidades padres en estos 46 años de matrimonio, os merecéis todo lo mejor, os quiero.

2 comentarios:

  1. Me sumo a esta felicitación y me alegro muchísimo que se conocieran y casaran ya que fruto de ese amor nació su segundo hijo, el que escribe este blog y que hoy en día es mi marido.
    Yo también os quiero mogollón.

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  2. ¿Estás segura? tu estás mú loca, lo de ellos está muy bien, el resultado del que hablas es más cuestionable.

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