lunes, 24 de enero de 2011

Gracias a Dios podemos elegir a los amigos



Pura poesía esta película de animación australiana, Mary and Max es una joya narrativa y expresiva de las que no se ven últimamente, a no ser en el género infravalorado de la animación. Está rodada con la técnica del stop motion y con personajes de pasta de plastilina con un trabajo expresivo verdaderamente relevante.


"Mary and Max" es la historia de una amistad epistolar entre dos personajes distantes, Mary en Australia y Max en Nueva York, son dos personajes totalmente diferentes pero que en edades diferentes y por causas distintas comparten los mismos sentimientos de tristeza y soledad.


Mary es una niña diferente, nació con una mancha marrón en la frente y sus ojos tristes son del color del lodo, es una niña solitaria e incomprendida, de la que se burlan sus amigos y que echa de menos a sus padres, sus únicos compañeros son un gallo y su programa de televisión favorito, el de los Noblets, unos personajes de dibujos animados que llenan sus momentos de soledad junto con la leche condensada.


Su madre refleja todo lo que no le gustaría ser y su mente de niña discrimina lo duro de una historia que el humor de un niño matiza, refugiada en el alcohol y cleptómana, arrastra al hogar familiar a una tristeza constante, sus movimientos son siempre irregulares por el alcohol y mientras escucha los aburridos partidos de criquet por la radio intenta sin conseguirlo hacer pasteles de dudoso acabado.


Su padre es un hombre triste y solitario como su hija, el trabajo de toda su vida es pegar el hilito que va desde las bolsas de te al cartón a través del botón de una máquina, cuando acaba recoge los pájaros muertos que se encuentra en la carretera de camino a casa y se refugia en su cuarto para ser taxidermista de pájaros, su contacto con la familia es nulo y está su alma tan disecada como su propia afición.


Mary no se gusta, se mira en el espejo y no se agrada y decide un día escribirle a un amigo de otro continente, por fortuna da con la dirección de Max, un neoyorquino con obesidad mórbida y enfermo de Asperger, de soledad permanente, incapacitado para expresar sentimientos, desconoce el amor y se siente imperfecto, por eso busca la perfección en todo lo que le rodea, intentando controlarlo y numerarlo todo, tan sólo le acompañan en su casa sus peces que van muriendo poco a poco, un pájaro solitario, las moscas que va capturando en un bote y su amigo imaginario que ocupa un rincón del salón, su tristeza interior la sacia comiendo perritos de chocolate, un invento suyo que consiste en un pan de perrito caliente, relleno de un trozo de tableta de chocolate. Max sueña con que algún día le toque la lotería a la que siempre apuesta los mismos números y también le gustan los Noblets de los que le gustaría tener la colección completa de personajes.


Cuando Max recibe la primera carta de Mary la inseguridad y la alegría inundan su obeso corazón, pero mientras engulle la chocolatina que le ha llegado desde Australia empieza a escribir una carta a su amiga del otro lado del mundo, desde su pequeño y triste apartamento de New York comienza una amistad a distancia entre los dos en los que vamos viendo como evolucionan y solucionan sus dificultades en la vida, juntos superan fronteras y aunque a Max las cartas de Mary le provocan crisis de ansiedad, su amistad va creciendo hasta hacerse indispensable.


Max Jerry Horowitz golpea y golpea su máquina de mecanografía como si fuera su único hilo conductor de comunicación con el mundo, con su mundo, intercambian juntos sobre su visión absurda del mundo y de donde vienen los niños, repasan su pasado con la sutil visión de los ojos de niño que ambos no han perdido y comparten miedos y dudas sobre como triunfar en la vida para los que viven en el fracaso.


Mary crece gracias a los consejos de Max y consigue reforzar su autoestima logrando aquello que más deseaba en la vida, se casa y estudia, y estudia, hasta escribir un libro con la enfermedad de Max, toda orgullosa decide contárselo por carta, pero Max no entiende lo que le cuenta su amiga, de la misma forma que no entiende que él este enfermo, y verlo en un libro le aterra, contesta a Mary con una carta que la destroza, aunque Mary le contesta con una lata condensada envuelta que pone "lo siento", Max no contesta y la hunde en una profunda depresión que le lleva a abrazarse en el alcohol al igual que su madre y le hace llegar hasta desear suicidarse en una escena verdaderamente preciosa:



Max por fin se encuentra consigo mismo y le envía una última carta en una caja con todos los personajes de los Noblets, Max a entendido a Mary y le perdona, Mary resucita y se convierte en una nueva persona con una nueva vida (en todos los sentidos) y que parte rumbo al encuentro con su amigo, pero el final es mejor que lo veáis vosotros mismos.


Un gran alegato sobre la amistad bien entendida, distante de la amistad de facebook o de esos pseudo-amigos que te obligan a que les cuentes todo e inmediatamente, si hay algo que cuentas pasado el tiempo es que no eres su amigo. En "Mary and Max" la amistad es pura, a veces cruel, pero sin duda sincera, ni el dinero, ni las operaciones de estética, ni nada material puede compensar esa carta que se espera siempre en ese buzón solitario que es la vida. Sencillamente maravillosa, os la recomiendo, necesita su tiempo para digerirla en su amplitud, pero te deja el corazón repleto de amor y compresión, plastilina sin duda de oro que concluye con una frase genial como resumen de toda la película: "Dios nos da a los parientes. Gracias a Dios podemos elegir a los amigos".

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