Pero todo lo bueno dura poco, en menos de lo que canta un gallo, allí estaba mi hermano, se había apoderado de la palma con una rapidez endiablada y ya posaba con ella, con su pelo moreno tipo casco, frente a mi peinado a raya y con entradas incipientes, él con su abrigo nuevo, jersey y pantalones cortos, una vez más, la combinación ideal para no pasar frío, calcetines altos y los pies bien abiertos, a diferencia de los míos que siempre han apuntado un poco para dentro, yo siempre de oscuro, mi hermano de claro. Mi mirada había tornado diferente, de la ansiedad alegre, a la pérdida triste, mi mano todavía seguía pensando hace un segundo era mío, y no se aferraba a perder tan pronto. El domingo alegre, se tornó en domingo triste, pero los hermanos mayores son así, aparecen cuando menos te lo esperas.
Continuará
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