Enseguida capté mi atención en los dulces de la palma, brillaban los paraguas de chocolate y las frutas escarchadas que bailaban junto a monedas de oro que se agrupaban en una redecilla. Mis ojos de niño se volvían locos, y seleccionaban con ansiedad los dulces más grandes y los más coloridos. Mi tío me observaba riéndose ante mi hambre golosa repentina que apenas alteraba mi posición de firmes. Tanto dulce y para mi sólo, poco le importaban a mis dientes de leche la sobredosis de azúcar.
Continuará
Si es que a ti los dulces siempre te han gustado, así te salen los postres que haces, riquísimosssssssssssss.
ResponderEliminarYa te digo.
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