viernes, 17 de junio de 2011

Ya no te cambio



La sensación de un parto es algo muy curioso, bajas con tu mujer por un ascensor estrecho ocupado plenamente por la cama que ocupa ella y mientras llegas a los quirófanos sabes que por más que quieras no la puedes reemplazar en este momento, bajo su tripa un ser deseando salir, sin cara, sin gesto, sin mirada, sin nada que me diga "esta es mi niña". En el quirófano las sensaciones no cambian mucho, al ser una cesárea parapetan a la madre con una protección lateral que estando sentado no te permite ver nada más allá de debajo de sus hombros, su cuerpo parece que no está, es como en los trucos de magia en los que meten a la ayudante en una caja que luego sierran por la mitad o atraviesan con sables y donde lo único que se ve de la mujer es la cabeza y una mano. En esta situación los médicos, hurgan entre la tripa con gesto de esfuerzo y evidentes movimientos bruscos, bastante tiene uno con mirar a los ojos de su mujer no entendiendo como no le puede doler lo que está sucediendo, el milagro se llama epidural y ser madre.

Aunque no quieres mirar lo que sucede, por el rabillo del ojo izquierdo y aunque tu mente se niega a procesar esa visión, ves como salen cosas rojas y largas que se lanzan a los laterales, hasta que el médico saca algo enganchado por el cordón umbilical, ha aparecido de repente, al igual que el conejo de la chistera del mago, un leve llanto y se la llevan corriendo, aquello que estabas esperando tanto ver, apenas lo has visto, hasta dudas que lo que has visto sea real, cuando a los pocos minutos te la traen y te muestran su cara morada para que padre y madre le den un beso, intentas buscar que te diga algo, que un gesto te explique quién es, y cuando ya en la habitación, con apenas minutos, la dejan sobre el pecho de la madre, nada te dice, más que su tranquilidad, que es aquella cosita, que durante ocho meses y medio ha compartido nuestra vida desde el interior de su madre, pero todo me da igual, sea lo que sea, con veinte dedos o con veintiocho, sea un truco de magia o la vida misma, lo que tengo muy claro es que ya no la cambio por nada del mundo.

4 comentarios:

  1. Sólo faltaba que quisieras cambiarla ahora, con lo guapa, frágil y Goñi que es.
    Además, ¿por qué la cambiarias? ¿por una equipo de bricolage? ¿por una enciclopedia? ¿por aceite para el coche?
    Nada, nada. Ahora June es vuestra, y vosotros sois de June.
    Felicidades a los felices papás.

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  2. Ja, ja, lo de la enciclopedia me lo pienso.

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  3. David, lo primero mandaros un abrazo enorme y daros la enhorabuena. No he dejado de leer ninguno de los maravillosos post de estos días hablando de la pequeña June y la verdad es que me has dejado con la piel de gallina y un nudo en la garganta. Cada ser que nace, cada vida que se enciende, es un pequeño milagro, como bien has apuntado estos días. Impone mucho pensar la fragilidad de ese pequeño ser que se gesta en el vientre de una madre, cuya línea entre la viabilidad o el fracaso a veces es tan fina que no se puede ni apreciar.

    Espero que nos veamos pronto y podamos brindar por June.

    Un fuerte abrazo

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  4. Gracias por tus palabras y tu sinceridad, espero brindar pronto contigo por June y por el futuro.

    Un fuertísimo abrazo

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