El sol se convierte en fuego antes de resguardarse en una noche, la más corta, donde la llama sigue teniendo presencia. En la noche de San Juan el amarillo, naranja y rojo todo lo tiñe. El cielo se deja mecer por el viento que aviva las brasas y mece las hojas, es en ese tránsito cuando el tiempo se para, cuando todo se dibuja en cámara lenta, cuando la naturaleza nos ha preparado un escenario idílico para sentir y soñar en la noche en la que la oscuridad es más breve, nunca tan breve como estos segundos en los que el sol dice adiós hasta otro día, donde el sol nos abandona pero por poquito tiempo. Cierro los ojos y sueño, pido un deseo mientras el viento sigue refrescando mi cara, por pedir que no quede, está a punto de llegar una noche mágica, una noche diferente aunque igual de oscura.
Mientras el sol ya decide dejarnos, en nuestro jardín la hoguera de la barbacoa sigue viva, reemplaza al sol y tuesta y socarra una longaniza de Graus y un par de chuletones de buey que adornan la parrilla dándole un aspecto magnífico. La noche le ganó al sol una batalla que durará menos que ningún día, mientras el fuego se avivaba por el viento que rugía sobre las brasas y al coro respondían las madreselvas y las hiedras. La noche no sé como será pero el día ya está siendo mágico.
Tu fan número uno se incorpora de nuevo a una "rutina" que le encanta y que mejor manera que recordando una muy buena cena (y es que no hay nada como ponerme una buena comida en la mesa para renacer de nuevo). Pues lo dicho, que doy fe que en esta noche mágica la cena también lo era.
ResponderEliminarBien, bien, ya estás por estos lares, ciertamente se te echaba de menos aunque nos veamos todos los días.
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