Tengo un gusto especial por visitar los cementerios, me aportan paz y me gusta lo que retienen entre sus muros, una energía que es muy difícil de definir. En semana santa visité el cementeriu de Camplengu en Llanes, todavía no lo había visto, cosa rara, y por suerte me adentré en visitarlo y el día acompañó mi viaje. Nada más entrar alfombras verdes de césped reparten tumbas y nichos en completo orden y cada uno con personalidad propia, distribuido en composición de crucero con una iglesia en la zona central, junto con otra zona de nichos más modernos en la parte izquierda.
Las esculturas se alzan inertes cuidando sus féretros con calma pétrea adornados por el verde y el azul de un cielo que ilumina las fosas. Angelotes y cruces apuntan hacia arriba como protagonistas de un Tente fúnebre.
Entre margaritas y césped se reparten familias y apellidos, con nombres labrados a piedra que el tiempo lima, con estelas que marcan clases sociales que el paso de los años se encarga de igualar.
Cruces, vírgenes y cristos muertos custodian pasiones terrenales, trozos de vida que se quedaron en los recuerdos de los suyos. Los cementerios son territorios de altos y bajos, algunos justo levantan medio metro del suelo sus tumbas y otros nada, por contra, están los que se alzan orgullosos, por encima de los demás esperando alcanzar el cielo mucho antes.
Negros, grises y granitos, decorados con flores del reciente "todos los santos", encima de sus techos fúnebres el recuerdo en algunos casos de sus vivos. Flores de plástico que cabrean a abejas, rosas blancas y gladiolos que adornan con orgullo lo que la climatología les deja.
Los crucificados parece que se incorporan de sus lápidas para mirar el día tan maravilloso que les contempla, por un lado el cielo, por otro cruces y más cruces, crucifixión por todos los lados y todos clavados en el mismo sitio.
Flores muertas sobre sepulturas de muertos, vida natural que se marchita sobre el mármol sepulcral. Pequeños recuerdos o grandes vivencias que en las visitas afloran la mente de los que entre sus ideas rebuscan la de sus familiares para que no se pierdan en el tiempo.
En un rincón "gloria a los caidos" y a otro lado una estela conmemorativa nos recuerda que en los meses de septiembre y diciembre de 1937 en esos mismos muros del cementerio, 35 personas de diferentes puntos del oriente asturiano y un vecino de Mieres eran empujados sobre sus paredes y fusilados vilmente, los muros manchados de lluvia parecen tristes y retienen entre sus grietas el sonido de aquellas ráfagas y los gritos de dolor.
Jamás había visto un cementerio con el encanto de este, de la colcha verde de césped y margaritas surgían cruces antiguas con borrados nombres y abrigos de óxido, al fondo el muro sucio de lluvias forma sombras entre las piedras.
De algunas tumbas y sus lápidas rotas parece que quieren salir de las entrañas de la tierra flores y plantas y transforman a los sepulcros en macetas improvisadas de verde silvestre. Al fondo una cruz de madera se inclina con sus flores rosas buscando la compañía de una cruz de hierro.
Si en una foto tuviera que reflejar el silencio me quedaría con esta. Sin palabras.
A la salida un cartel anuncia que no pisen las tumbas, a la tristeza de estar muerto que te pisoteen. Cuando sales de un cementerio siempre tienes la sensación de que dejas mucho atrás, sea tuyo o no, si visitas uno que sea por placer como lo he hecho yo.
Investigando un poco, el cementerio de Camplengu de Llanes de es de principios del siglo XX, anteriormente en 1900 el cementeriu estaba dentro del pueblo, junto a la playa del sablón, donde ahora hay alguna vivienda y parking de coches. Si queréis ver más fotos antiguas de Llanes en llanesalavista.com.
Yo no suelo visitar cementerios, pero alguno que he visto me ha sorprendido, me ha transmitido paz y tranquilidad, no desasosiego como creía.
ResponderEliminarDe todas maneras opino que las personas realmente mueren cuando nadie se acuerda de ellas estén o no enterradas en un cementerio.
Amén.
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