Y digo ilusión en todos sus sentidos, por lo que supone en ellos, los niños, es su primer acto social con toda su familia de forma consciente y lo viven como si fuera lo mejor que les ha pasado nunca, en sus caritas se refleja felicidad y sentimiento de ser protagonistas por un día; pero también hay bastante de ilusión mágica, de espejismo religioso, más en adultos que en ellos, algunos han compartido catequesis con resignación cristiana, qué no hacer por un hijo, y otros simplemente hacía mucho que no pisaban una iglesia si no era de vacaciones para tirarle fotos. En el segundo grupo, sin duda, estoy yo.
(Por cierto que vaya par de sobrinos que tengo, Uxue y Unax, de lo mejorcito)
Caritas inocentes en cuerpos en pleno crecimiento, sueños de padres que se reflejan en sus ropas, timidez y desparpajo a partes iguales, comparten foto y recuerdo para toda una vida entre cirios y gladiolos, por un momento parece que estás viendo la llegada de un buque de guerra, almirantes, contramaestres y marinos posan a su llegada a puerto, ellas con las mejores galas les esperaban con ilusión. Mezcolanza de culturas y trajes de princesa, adornos sobre adornos, en un día que pretende recrear algo que en absoluto tiene nada de parecido. En la misa, un gran guirigay, preside la celebración, el cura micrófono en mano cual triunfito avanza por el pasillo haciendo preguntas de trivial mientras estropea las canciones que un coro canta al fondo, erigiéndose en cantante solista. Murmullos y murmullos, cada uno mirando a su hij@, sobrin@ o prim@, a la hora de comulgar cualquier patio de recreo guarda más silencio. Tras la ruidosa misa, más me parece haber asistido a un concurso de disfraces que escuchar la palabra de alguien que llaman Dios.
Tras la misa, la familia se junta, se une, se besa, se cuenta lo que se sabe y lo que no se sabe, y principalmente para el comulgante, que tras recibir su primera ostia se muestra complaciente y un poco demonio de Tasmania, surgen los regalos de las cajas, uno detrás de otro, en el primero besos, en el segundo besos, en el tercero más besos, los labios empiezan a cobrar agujetas. Unos hacen más ilusión, otros menos, al final en lugar de una mesa de restaurante parece un gran bazar de deseos, de regalos materiales, que le marcaran en una parte de su vida y de alguno de ellos, seguro que guardará un recuerdo imborrable como nos ha pasado a todos nosotros. De nuestra parte, unas camisetas para los dos sobris, un tebeo de Thor de los buenos, la historia de todos los superhéroes de Marvel y una cámara de fotos (en discordia con otros familiares), es decir los regalos que me hubiera gustado tener a mi en mi primera comunión, espero que también a él, el tiempo nos juzgará.
Bullicio y primos, hermanos y demás congéneres locos de alegría, en una comida espectacular, de chuletón churruscado, jotas de piquillo y de Agurain, coincidencias de regalos y sueños por rellenar. Ciertamente si no existiera el rito de la primera comunión habría que crear otro, de alguna manera se da un paso en la escala de la edad, de niño a niño+, su grabadora de recuerdos y de personalidad se han puesto en marcha, y ese sí es un motivo para celebrarlo. Felicidades Unax, ya eres un niño+.
Es un día muy especial para los niños y los mayores lo vemos también de una manera especial, te llena su alegría. Aunque reconozco que el acto ha perdido casi todo el sentido cristiano porque al final con lo que te quedas es con la comida familiar, con los regalos...
ResponderEliminarPero bueno, sus caras lo dicen todo, es un placer poder compartir ese momento con ellos.
Los niños, niños son.
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