miércoles, 22 de febrero de 2012

Cordero con boina



El sábado por la mañana la Plaza de Abastos de Vitoria era todo un hervidero de gente y de brasas, la plaza de Santa Bárbara bullía por todos los lados y la gente se arremolinaba al olor del buen manjar asado. Se celebraba la fiesta del cordero lechal con eusko label, y al calor de pintxo a un euro los asilos de abuelos se vaciaron para hacer ferviente cola, antes de que los manjares estuvieran ya hechos.


Simultáneamente se asaron 25 corderos de leche, que daban aproximadamente para unos mil pintxos, mil euros de recaudación que se destinaban a la asociación Bultzain de Vitoria, ONG destinada a dar ayuda a colectivos marginados, albergando y manteniendo a personas sin techo que se encuentran en situación de abandono, por lo tanto, el cordero bien merecía la pena. La plaza se encontraba llena de gente, entre los puestos habituales de frutas y verduras de temporada, se habían instalado las parrillas para los corderos, el día espléndido con que amaneció Vitoria permitía hacerlo en el exterior y fue todo un lujo para el sentido del olfato, de tal forma que la gente llegaba atraída cual música del flautista de Hamelín.


Todavía eran las doce menos cuarto, y un montón de boinas y abuelos ya se apostaban en una fila que cada vez se hacía interminablemente más larga, los más cercanos con el ojo izquierdo atendían a los corderos, por si alguien se los quitaba, y con el ojo derecho atendían al chico que en la puerta les impedía momentáneamente el paso, y que se preocupaba por no tapar el cartel que ponía —pintxo a un euro—, no fuera a ser que las boinas de la fila se pensasen que era gratis.


Así se planteaba la batalla un sábado por la mañana, abuelos con boina y pelos canos peleándose por un euro de cordero, sabiamente un paseante apostilló —¿pero no tendrían que estar los abuelos a régimen? hoy cordero, el lunes al médico— y no le faltaba razón. La comida que se hace en la calle, ciertamente, tiene un magnetismo extraño, sabe y huele distinto que la de casa, así que la llamada del hambre no podía tener mejor convocatoria, a un panal de 25 corderos, cien mil abuelos acudieron.

3 comentarios:

  1. Yo creo que a los abuelos les pone hacer colas porque sino, no me lo explico, qué devoción!!! Pero bueno, en este caso era por una buena causa

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    1. La buena causa era comer el cordero, al día siguiente hubo más revisiones de dentadura postiza que nunca, ja, ja :)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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