La playa desde la barrera

Nuestro primer día de playa de este verano, fue muy distinto del de otros años, tan distinto, que en lugar de ir dos a la playa este año fuimos tres, tan distinto que en lugar de disfrutar de un agua, fría al principio, genial después, o de una arena limpia y caliente, nos quedamos tras la red, tras la línea que separa el "prau" de la playa, mirando a los de abajo con sana envidia y alguna cerveza.

El día se mostraba espléndido, sol tamizado y muy buena temperatura. La playa de Niembro con un mar verde esmeralda y la gente repartida en pequeños grupos y pocas sombrillas, igualito que en el Mediterráneo.

Mirábamos con envidia el sitio del que nos solemos apropiar, y como la gente paseaba por la orilla, deambulando de un lado para otro en busca de ejercicio y paseo en la playa. El mar, tranquilo y paciente, casi sin olas, casi sin gente.

Y nosotros allí, en el chiringuito de Niembro, al pie de una mesa en primera fila de pre-playa, con dos Mahous "si puede ser", una sin alcohol, la otra con, una bolsa de cacahuetes, y mientras June duerme en su día playero, una buena conversación surge entre nosotros dos.

El chiringuito de Niembro es un clásico, dan comidas y bocadillos, lo que hace que a la hora del mediodía sus mesas se convierten en un hervidero de gente hambrienta, arropada en sus pareos y apretada por sus trajes de baño esperando un sitio donde poder comer. Mientras, otros apuran el vermut con otra ronda detrás de otra. Alguna mosca y muchos gorriones cebados, recopilan los restos de alimentos que van cayendo en el suelo. Me tocó ir a por otra ronda, ésta con aceitunas gordales picantes.

En otra parte del chiringuito los abuelos, más listos que ninguno, se retiran de la plebe y bajo un gran árbol y hierbas, se acogen a su sombra a la espera de que suba el resto de su familia que se está tostando al sol en la playa. El periódico indispensable, la radio también. Por un momento me consuela que no somos los únicos que tenemos un día de playa diferente.