domingo, 18 de septiembre de 2011

Tarde de paseo a la frontera del tren



La tarde se mostraba gris plomiza, la hierba húmeda y la temperatura a medida, era una buena tarde de paseo, de estirar piernas, de ver parte del mundo que nos afecta. Nada más salir un caballo nos recibe en medio del prau, solitario pasta a la fresca sin dueño ni amo, ni nadie más que nosotros que lo contemple, nos mira desde la distancia, con esa mirada con que se reconoce al forastero.


A la derecha una bañera hace de abrevadero, como si fuera una ducha al aire libre, un baño abierto a la naturaleza que no retiene malos olores. Mientras el caballo nos sigue mirando, nosotros seguimos nuestro camino.


Andando entre caminos de medio barro y cemento húmedo, todo me llama la atención, sobre una verja unas flores preciosas y marcianas se muestran espléndidas, de pétalos blancos y una corona de picos morados muestra sus estambres dispuestos a trabajar. La miro por su hermosura, ella tan sólo trata de sobrevivir.


Junto a las flores árboles frutales enseñan sus frutos del año, manzanas de sidra que se reparten por sus ramas en perfecto camuflaje con sus hojas. Parece mentira que de sus finas ramas se aguante tanto manjar, futuro jugo de lagar. La vecería marca sus ritmos de poco a mucho, de mucho a poco, de sólido a líquido. Dos manzanas al final de una rama parecen dispuestas a escanciarse hacia el suelo cual hermana lo hizo con la cabeza de Newton. Maldito castigo convertirse de manzana de sidra en manzana del sapo.


Una luz roja frena nuestro camino, una frontera de hierros que trazan dos railes paralelos se protege con dos palos rojiblancos. Un traqueteo se oye a lo lejos, la espera se agradece en el lento caminar y esperamos como espectadores atentos la llegada de la función.


Al poco, con un increscendo de ruido, una locomotora nada glamurosa y vacía de gentes, llega a tirones y con un pitido agudo de fondo, la frontera ahora marca el paso entre la vida y la muerte en un segundo. Mientras el suelo tiembla el tren pasa, los vagones pasan, las mercancías pasan, los perdidos pensamientos pasan.


Las barreras se levantan y justo por donde ha pasado el tren lo intento buscar con la mirada, pero ya su silueta se ha perdido, ya sus railes no vibran, el aire movido se vuelve a parar. Es hora de pasar la frontera y volver a casa.


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