martes, 6 de septiembre de 2011

Titán el fugitivo



Titán al contrario de Vito es otro cantar, bueno es, pero ávido de aventuras más, siempre tenemos que andar controlándolo ya que su instinto le lleva a querer salir fuera de su casa, a mi no me importaría mucho, sé que acabaría volviendo, pero a Ana sólo el pensar que un día no venga le da un mal.


Titán se pegaba a la malla de nuestra casa, siempre mirando más atrás, siempre queriendo estar fuera de su linde, teníamos que tapar cualquier hueco por donde pudiese entrar porque en el momento que pudiera sabíamos que se intentaría salir.


Y así fue, un día que nos despistamos un poco Titán desapareció, Vito estaba tranquilo en la caseta, pero a Titán no se le veía por ningún lado. Esperamos un poco a ver si volvía llamándolo desde casa, pero Titán no daba ninguna señal. La tarde se puso triste y empezó a llover, y Titán por ahí fuera. Cuando paró salí a buscarlo mientras Ana cuidaba de June. Lo llamaba por los caminos, lo llamaba por las zarzas, lo llamaba,… pero Titán no respondía.


Llegó la noche y apenas pude dormir, me quedé abajo, en el comedor esperando oír sus maullidos en la noche, pero Titán no maulló ni se acercó por casa. Mientras en la tele ponían Cuarto Milenio yo salía de vez en cuando a buscar en el frescor de la noche a Titán, hasta que la noche pasó y llegó el día. Por la mañana otra vuelta por los alrededores buscándolo por todos los sitios, llamándolo entre los charcos, llamándolo entre los huecos, llamándolo entre las sombras, llamándolo,… pero en todo el día Titán no apareció. Al tardar ya tanto nos hicimos a lo peor, y nos contentábamos con cuidar a Vito que se mostraba triste y solitario.


Llegó la noche y la hora de dormir. A eso de las cuatro de la mañana nos despertaron unos maullidos muy fuertes, era Titán que llamaba a la puerta. Bajé como pude las escaleras con los ojos aún dormidos y asutados, y salí descalzo pensando que por el maullido era una pelea de gatos, abrí la puerta y las sombras no me dejaron ver nada. Encendimos alguna luz y miramos achinando los ojos, de repente de debajo de la hamaca apareció Titán, algo sucio y muy tranquilo. Lo miré como se mira a un hijo que ha hecho algo mal, con ganas de montarle una bronca, pero con la alegría de verle, lo guardé en su caseta, y aquella noche, nosotros y Vito dormimos más tranquilos.

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